A la hora de entrar a valorar la etapa muda de Alfred Hitchcock el film que siempre se ha destacado es El Enemigo de las Rubias (1927), el primer éxito comercial y artístico de su carrera. El resto de sus obras mudas siempre han pasado bastante desapercibidas salvo para los fans más acérrimos del director al ser obras menores en que éste aún estaba acabando de moldear su estilo personal. Pero si hubiera que escoger cual es el film mudo de Hitchcock mejor considerado tras El Enemigo de las Rubias, éste sería sin duda El Ring (1927). En mi opinión la película debe ese estatus en gran parte a que la versión muda de La Muchacha de Londres (1929) ha estado durante mucho tiempo eclipsada por su versión sonora, un error que se ha ido subsanando en los años recientes. Pero eso no quita que El Ring sea sin duda el mejor Hitchcock mudo tras esas dos películas y la más eficiente de sus primeras obras no enfocadas al género criminal.
El contexto de su producción fue además especialmente importante para su carrera ya que, después de haber debutado en Gainsborough Pictures de la mano del productor Michael Balcon, Hitchcock decidió pasarse a la recién formada British International Pictures, donde continuó trabajando hasta bien entrado el sonoro. Este film sería el primero de la compañía, para el cual el director gozó de bastante libertad y de un presupuesto holgado.
Aún así, a nivel de argumento El Ring puede dar la sensación de ser un film demasiado prototípico. La acción se inicia en una feria, donde una de las atracciones más destacadas tiene como protagonista al boxeador «One Round» Jack, quien se pelea con cualquiera que se atreva a enfrentarse con él. Tal y como reza su apodo, los combates en realidad no duran más que un round debido a su prodigiosa habilidad. Pero un día se encuentra con un rival que no solo aguanta más de un round, sino que lo vence: Bob, un boxeador profesional cuya intención era en realidad coquetear con Mabel, la prometida de Jack que se dedica a vender los boletos. Una vez finalizado el combate, Jack le propone iniciar una carrera con su ayuda y éste acepta. Por desgracia su relación se deteriora cuando descubre que Bob está seduciendo a la que ahora es su esposa y, lo que es peor, en una muestra de imperdonable descortesía hacia su marido, ésta se muestra receptiva. Furioso, Jack se propone ascender de categoría para enfrentarse con Bob en el ring.
El guión de El Ring es, a modo de anécdota, el único que aparece acreditado únicamente a nombre de Hitchcock dentro de toda su filmografía. Aunque a lo largo de su carrera el director siempre participó activamente en la redacción de sus guiones, fue en su etapa muda cuando lo hizo de forma más directa, probablemente porque el cine mudo requería destreza a la hora de utilizar el lenguaje visual más que los diálogos. En este caso la historia partía de una idea original suya, seguramente como reacción a la insatisfacción que sentía respecto a sus obras anteriores, que eran adaptaciones de obras de prestigio.
Pero aquello en lo que sobresale el film no es en el guión sino la asombrosa realización. En pocas obras del director se hace tan patente la influencia alemana y soviética como en ésta. La secuencia inicial en que presenta el escenario podría encajar de hecho en una película soviética con ese montaje tan ágil de diferentes atracciones y personajes. Del mismo modo, cuando en la escena final decide representar visualmente el KO de uno de los dos boxeadores vuelve a recurrir a ese montaje rápido formado por imágenes difusas y deformadas que recrean el estado del luchador.
Aunque no alcanza la categoría de sus mayores logros, si El Ring se trata de un film notable es por demostrar el virtuosismo tras la cámara de un cineasta familiarizado con las posibilidades del lenguaje mudo, y que las utiliza sin llegar a la saturación, narrando con toda fluidez una historia potencialmente anodina de forma que se haga ágil.
De hecho la película está repleta de esos pequeños detalles visuales que tanto le gustaban al director: en el primer combate el letrero de «Round 2» está inmaculado dando a entender que nunca se ha utilizado, porque nadie ha durado más de un round en los combates; cuando Mabel se retrasa en la fiesta de celebración del primer triunfo de Jack, las copas de champagne pierden las burbujas remarcando el paso del tiempo y, metafóricamente, cómo la euforia inicial se ha desvanecido; el ascenso de Jack en el mundo del boxeo se nos muestra con el tamaño de letras cada vez más grande en los carteles, etc.
Tampoco falta obviamente el característico humor de Hitchcock. En la escena de la boda se nos muestra a dos gemelas peleándose por decidir en qué bando sentarse y seguidamente llega un hombre gigantesco acompañado de un enano. Por otro lado, durante el primer combate vemos cómo el entrenador de Jack no guarda la chaqueta de los rivales sino que la sostiene esperando el fin del round, sabiendo que éste no durará más que unos segundos. Cuando Bob demuestra ser un rival a la altura de Jack, Hitchcock no nos lo muestra directamente a través del combate sino por la expresión sorprendida del entrenador, que sostenía la chaqueta de Bob esperando otro combate rápido.
Por otro lado el director cargó el guión de numerosos simbolismos, en ocasiones incluso demasiado obvios. Por ejemplo cuando la adivina le lee el futuro le habla de cierto hombre apuesto simbolizado por la carta del rey de diamantes. Cuando Jack entra a buscarla, Mabel finge estar encantada con sus atenciones pero secretamente acaricia esa carta, poniendo sus esperanzas en ese hombre del que la adivina le ha hablado y que ella confía que será Bob.
El elemento más claro es el brazalete que Bob le regala a Mabel al inicio de la película. Ésta lo oculta inicialmente a Jack por temor a que intuya lo que significa para ella, pero cuando lo descubre intenta transformarlo en una expresión de su compromiso poniéndoselo simbólicamente en un dedo como si fuera un anillo de boda. Lo que él no percibe es que justo después ella vuelve a ponérselo en el brazo, como remarcando que sigue pensando en Bob. Cuando al final se arrepienta y vuelva con Jack, tirará el brazalete renunciando a lo que éste representa.
El rodaje fue bastante agradable para Hitchcock gracias al generoso presupuesto que les permitió por ejemplo reconstruir toda la feria del inicio desde cero. Además se rodeó de actores con los que volvería a repetir más adelante: Lillian Hall-Davis (una actriz que no pudo dar el salto al sonoro y se suicidó a inicios de los años 30) repetiría en La Mujer del Granjero (1928) en un papel más destacado, Carl Brisson haría lo propio en la olvidable El Hombre de Man (1929) y Gordon Harker, que aporta el punto cómico que tanto le gustaba a Hitchcock, volvería a aparecer en dos películas más del director. Por otro lado Ian Hunter (Bob) ya había aparecido en obras anteriores.
Otra colaboración importante fue la del director de fotografía Jack Cox, un profesional que estuvo a la altura de los difíciles retos que le planteaba Hitchcock. Éste quedó tan contento con el resultado que lo mantendría como su director de fotografía en el resto de su etapa británica, ya que era un técnico que le permitía dar rienda suelta a sus experimentos e intrincadas ideas visuales.
El film fue en su momento un previsible éxito de crítica que le valió a Hitchcock la fama de ser uno de los directores de más calidad del país. Desafortunadamente el público no respondió igual. El Ring era al fin y al cabo una obra más artística que comercial. Aunque el argumento ambientado en el mundo del boxeo tenía gancho, sí que carecía de un protagonista y antagonista sólidos que atrayeran al público. Al contrario, el director no se focaliza en Jack hasta bien entrado el film, y aún entonces parece más interesado en los detalles que rodean la acción que en profundizar en su psicología. Éste sería de hecho uno de los principales defectos de sus primeras obras: resultaba palpable que éste sentía más interés por la técnica y los detalles visuales que por los personajes. Progresivamente encontraría el equilibrio entre su afán por la técnica y una construcción más sólida de sus protagonistas, ayudado obviamente por guionistas más experimentados como Charles Bennett.
Aún así, se trata de una obra sólida y muy interesante, que demuestra como Hitchcock ya dominaba los recursos del lenguaje cinematográfico. Lo que le faltaba era acabar de encontrar la forma adecuada de canalizarlos, que acabaría siendo mediante los films de suspense que le llevaron a la fama.