Amigos lectores, hoy se cumplen nada menos que 85 años del estreno de una de las grandes obras maestras de los inicios del cine sonoro, La Ópera de Tres Peniques (1931) de G.W Pabst. Para celebrarlo, el Doctor Caligari se ha aliado con su colega el Doctor Mabuse para hacer un doble post dedicado al film. Mientras que en el Gabinete del Doctor Mabuse se ofrece una reseña de la película donde se dan detalles sobre los conflictos que hubo con Bertold Brecht y Kurt Weill (autores de la obra teatral original), el Doctor Caligari se centrará en las versiones multilingües que se hicieron de la película en alemán y francés. Si no conocen el film (¡sacrílegos!) les recomiendo leer antes la entrada del Doctor Mabuse para contextualizarse.
Las versiones multilingües
Uno de los mayores problemas que supuso el surgimiento del cine sonoro a finales de los años 20 es que hacía mucho más compleja la difusión internacional de películas. Antes bastaba con traducir los rótulos (e, incluso, cambiar los nombres de los protagonistas por otros locales, para hacer sentir más cercana a los espectadores la historia que veían), pero los diálogos hablados suponían un serio problema de cara a distribuir las películas en países extranjeros. Supongo que estarán pensando que la solución era evidente: doblaje y/o subtitulación. Claro, ahora resulta obvio, pero no era así a principios de los años 30, cuando éstas eran simplemente dos de las muchas soluciones que se pusieron sobre la mesa.
G.W. Pabst posando con Florelle (Polly en la versión francesa).
De fondo podemos ver a Rudolf Forster (Mackie en la versión alemana).
Una de las que se intentó practicar durante un par de años y que resulta muy interesante fueron las versiones multilingües, es decir, rodar la misma película dos o tres veces en diferentes idiomas de cara a la difusión en el extranjero. Dicha práctica se entendía sobre todo desde la perspectiva de producción en masa de Hollywood: para la industria americana, un film no era más que un producto que se elaboraba en cadena, no una obra de arte, por tanto tenía sentido filmar «en cadena» el mismo producto pero en otro idioma.
Dentro de las versiones multilingües había varias posibilidades según el caso. Algunas simplemente reaprovechaban los decorados de la versión original pero tenían un equipo completamente distinto que sencillamente rodaba el mismo guión. Ése es el caso de la célebre versión hispana de Drácula (1931) rodada por George Melford con actores hispanoparlantes por las noches en el mismo set en que Tod Browning estaba filmando la famosa versión inglesa con Bela Lugosi durante el día.
Carlos Villarias, el Drácula hispano.
En ocasiones, el director e incluso el equipo técnico de las dos versiones era el mismo y simplemente se cambiaban los actores. Ése es el caso del filme que veremos hoy así como la versión alemana de Asesinato (1931) de Alfred Hitchcock, titulada Mary (1931) – ¡con Alfred Abel como protagonista! Pero el gran problema de estas versiones multilingües era que privaban al público extranjero del principal aliciente de la mayoría de filmes: sus estrellas. De modo que la combinación más lógica era aquella en que repetía el actor protagonista y se variaba el resto del reparto, pero eso solo era posible con actores que dominaran más de un idioma, como Greta Garbo o Maurice Chevalier. Un caso aparte es el de Laurel y Hardy, cuyas versiones multilingües en español, francés y alemán se hicieron muy célebres pese a que éstos no entendían ninguno de estos idiomas y recitaban sus diálogos fonéticamente. Al tratarse de dos cómicos, su ridículo acento no solo no fue un inconveniente sino que les dotó de más encanto para el público, pero claro, eso no era válido para los actores «legítimos».
La pequeña moda de las versiones multilingües llegó a extenderse también en Europa, pero no duró más de un par de años debido a los problemas que generaba: aunque aprovecha decorados y, a menudo, equipo técnico, seguía siendo una opción muy costosa; implicaba a menudo dejar al público extranjero sin sus estrellas favoritas y acabó quedándose atrás respecto al doblaje y el subtitulado, las dos opciones que acabaron imponiéndose. Al final no fue más que un pequeño fenómeno que reflejó algunas de las dudas y problemáticas que implicaba el cine sonoro.
La Ópera de Tres Peniques
La adaptación cinematográfica de La Ópera de Tres Peniques (1931) surge pues en un contexto bastante especial. Eran los años en que, con la llegada del sonoro, las grandes compañías cinematográficas se disputaban el control sobre el mercado europeo. Hollywood, por supuesto, tenía las de ganar, pero industrias tan potentes por entonces como la germana no estaban dispuestas a rendirse. De ahí la necesidad de hacer versiones multilingües de películas que estaban planteadas como potenciales éxitos de taquilla, como es el film que hemos seleccionado hoy.
A la izquierda, la actriz Florelle (Polly en la versión francesa), y a la derecha Carola Neher (Polly en la versión alemana y en la obra teatral).
Los derechos de la obra teatral de La Ópera de Tres Peniques los había adquirido la compañía alemana Nero aliada con la sede de Warner Brothers en Berlín con la idea inicial de filmar la película simultáneamente en alemán, francés e inglés, pero al final esta última versión se abandonó. La intención de los productores era indudablemente crear una gran producción, para la cual habían adquirido una exitosa obra teatral y habían contratado a uno de los directores alemanes de más prestigio, G.W. Pabst. De ahí la necesidad de rodar versiones multilingües para el mercado extranjero, que además permitirían rentabilizar los increíbles y costosos decorados.
Al mantener a Pabst en ambas versiones se buscaba lógicamente conservar el prestigio de la producción también en su versión francesa, que no solo contaba con un gran director como reclamo, sino que además tenía en su reparto a dos de las grandes estrellas del momento, Albert Préjean y Margo Lion, además de un veterano de prestigio como Gaston Modot (quizá el miembro del reparto más reconocible para nosotros hoy día). El rodaje de ambas versiones se haría al mismo tiempo, con los actores franceses esperando en el set su turno después de que se hicieran las tomas en alemán. A modo de curiosidad, los únicos actores con diálogo que repiten en ambas versiones fueron Hermann Thimig (el sacerdote) y, un rostro conocido por los amantes de los secundarios de oro, Vladimir Sokoloff como el carcelero.
Versión alemana vs versión francesa
De entrada uno podría suponer que un mismo guión con el mismo director y equipo técnico daría como resultado dos películas idénticas, y aunque realmente son muy similares, existen algunas diferencias entre ambas versiones. De hecho, como veremos, algunas de esas sutiles diferencias tuvieron que ser necesariamente premeditadas, lo cual nos lleva a una de las ideas más interesantes de esta comparativa: Pabst le dio un enfoque diferente a la versión francesa a propósito.
Intercambio de parejas: la señora Peachum de la versión francesa (Lucy de Matha) con el señor Peachum de la versión alemana (Fritz Rasp).
De entrada la primera diferencia evidente está en el personaje de Mackie. Si ya en la versión cinematográfica alemana tenía una personalidad más agradable que en la teatral (para desgracia del señor Bertold Brecht), el cambio es aún más patente en la francesa. En la alemana es cierto que pese a su aura de jefe del hampa nunca le veíamos cometer ningún crimen, pero aun así el actor Rudolf Forster conseguía hacerse imponer. En cambio, en la versión gala Albert Préjean es ya directamente un Mackie suave y encantador, más cercano a la imagen de un entrañable bribonzuelo que a la de un peligroso criminal.
El motivo de esta transformación viene condicionado por el mismo casting: Albert Préjean (el Mackie francés) era un famoso actor de comedias y musicales al que el público tenía encasillado en papeles ligeros. De modo que en lugar de acomodar al actor a la personalidad de Mackie, Pabst optó por acomodar a Mackie a la personalidad de Préjean.
Fíjense por ejemplo en el primer encuentro entre Mackie y Jenny: en la versión alemana, Mackie aparece de forma seria y casi amenazadora en el reflejo del escaparate, su primer encuentro de miradas tiene algo de tenso y misterioso; pero en la versión francesa Mackie parece más relajado y hasta sonríe levemente, es un atractivo seductor. Del mismo modo, cuando en la escena de la boda Mackie se queja a los miembros de su banda en la versión francesa parece más un dandy algo molesto porque no han cumplido sus caprichos que el jefe de una banda imponiéndose a sus subordinados. Esta diferencia entre los dos actores protagonistas para mi gusto decanta la balanza claramente a favor de la versión alemana con la magnífica actuación de Rudolf Forster.
Versión alemana (arriba) y francesa (abajo) de un mismo plano.
Otra diferencia sustancial radica en el uso de la música: la versión cinematográfica de la obra tenía (de nuevo para desgracia de Brecht) pocos números musicales, pero en la versión francesa se alarga levemente la presencia de la banda sonora musical en ciertos momentos (por ejemplo en la escena inicial). Se evita pues ese estilo tan seco y austero propio de las primeras obras sonoras, en que todavía no se abusaba de las bandas sonoras y a menudo se escuchaban solo los efectos de sonido sin ningún acompañamiento de fondo, algo palpable en la versión alemana.
Pero el detalle que encuentro más interesante tiene que ver con la puesta en escena, ya que en este caso era una diferencia innegablemente intencionada: la versión alemana de La Ópera de Tres Peniques tiene un estilo más oscuro y tenebroso, mientras que la francesa está más iluminada y resulta menos claustrofóbica. Para ello, Pabst tuvo que hacer cambios a propósito en la iluminación cuando pasaba a rodar el mismo plano en francés.
Si quieren seguir ahondando en las comparaciones visuales entre ambas versiones, pueden ver una serie de planos que hemos recopilado en dos partes en nuestro Tumblr: aquí y aquí.
Versión alemana (arriba) y francesa (abajo) de un mismo plano.
¿Cuál era la intención de todo ello? Sencillamente adaptarse a dos mercados diferentes: en Alemania la obra teatral de Brecht y Weill había sido un enorme éxito y por tanto se le intentaba ofrecer al público una versión lo más cercana posible a ella enfatizando sus valores artísticos (me remito de nuevo al artículo de mi colega Mabuse). En Francia en cambio la obra teatral de Brecht no era tan conocida, de modo que tuvo que venderse la película en base a tres argumentos: el ser una de esas películas artísticas alemanas tan en boga por entonces (eso ya estaba asegurado con el trabajo de Pabst tras la cámara), el contar con actores atractivos para el gran público (la pareja protagonista cumplía ese cometido) y, lo más interesante de todo, el vender La Ópera de Tres Peniques como una de esas comedias musicales que tanto éxito estaban teniendo en los inicios del sonoro. Había por tanto que darle una apariencia más de comedia musical y quitarle ese tono tan oscuro típicamente germánico, de ahí que Pabst iluminara de forma más clara las escenas y permitiera a Préjean una interpretación más desenfadada de Mackie. El guión era el mismo, pero la intencionalidad era diferente, y quizá por ello la versión alemana es superior a la francesa.
Éste era de hecho uno de los grandes dilemas de las versiones multilingües: ¿hasta qué punto intentar copiar al máximo el original y hasta qué punto adaptar en estilo cada versión al público de cada país? Finalmente no hizo falta solucionar tal dilema puesto que las versiones multilingües desaparecerían de las pantallas en tan solo un año. Pero de todos modos, ¿no es maravilloso que este fenómeno nos diera resultados tan excéntricos como una producción alemana con actores franceses ambientada en Inglaterra?