En los años de la República de Weimar el bergfilm, el género de películas de montaña era considerado de poco interés, básicamente se veía como obras protagonizadas por personajes planos y apoyadas en paisajes. Pero eso no quitaba que gozara un enorme éxito entre el público de la época. Y uno de los espectadores que quedó impactado con este tipo de obras era una bailarina llamada Leni Riefenstahl, que se sintió tan impresionada por uno de esos filmes que se las arregló para contactar con el director del mismo, Arnold Fanck, y ofrecerse a protagonizar su próximo proyecto. Así sin más, teniendo una experiencia nula como actriz. No obstante, Fanck debió ver algo especial en esa joven ambiciosa, porque no sólo decidió contratarla sino que de hecho escribió el guión de su siguiente cinta pensando expresamente en ella. La película sería La Montaña Sagrada (1926), cuyo rodaje sería una pesadilla para la pobre Riefenstahl de la que no obstante logró salir airosa.
El argumento es bastante simple y se centra en el triángulo amoroso entre la bailarina Diotima y dos escaladores enamorados de ella: Vigo y su amigo Karl. Ambos desconocen que están enamorados de la misma mujer, y mientras Diotima corresponde abiertamente a Karl, Vigo piensa erróneamente que él también es correspondido sin sospechar que ella lo ve más como un hermano menor.
El principal rasgo a destacar de la película es sin duda la forma tan mística de mostrar la relación entre hombre y naturaleza. Para Fanck, la naturaleza no sólo expresa los sentimientos e inquietudes de los personajes, sino que éstos además tienen una especie de conexión mística con los elementos naturales. La maravillosa escena inicial es una clara prueba de ello: un prólogo en que vemos a Diotima bailando ante la inmensidad del océano, como si estuviera en comunión con el mar. En medio de esa danza ella ve la figura idealizada y misteriosa de un hombre majestuoso sobre una montaña que luego sabremos que es Karl. Es decir, siente la existencia una especie de alma gemela a la que nunca ha visto, con la que tiene en común esa conexión tan especial con la naturaleza. Ella baila junto al mar, él se encuentra en lo alto de una montaña. Ambos están vinculados a un elemento natural.
Esta idea se repite a lo largo del film de forma insistente. Tras su primer encuentro con Diotima, lo primero que hace Karl es escalar a la montaña para «saborear la experiencia» de haberla conocido. Más adelante, ella le pregunta qué busca ahí arriba, a lo que él responde que a uno mismo. Nos está diciendo claramente que sólo puede encontrarse a sí mismo cuando está en contacto con la montaña. En otro diálogo le pregunta por qué la naturaleza es tan bella, y él responde que porque vertemos nuestras almas en ella. Por otro lado, cuando Karl decide comprometerse con Diotima, éste quiere formalizar su unión en la montaña, la cual es descrita literalmente como «una catedral gótica». La idea de la montaña como un emplazamiento sagrado, casi religioso, que ejerce la función de un templo, es bastante clara.
Habrá quien vea este tipo de diálogos como algo naif y pseudomístico, e indudablemente los críticos de la época debían pensar algo parecido al desdeñar este tipo de films. Y aunque yo no negaré que hay algo de eso, para mí Fanck consigue a cambio transmitir visualmente esas ideas contagiando al espectador (o al menos a un servidor) de ese espíritu.
Teniendo en cuenta la función espiritual que se da a la montaña, resulta lógica la reacción que tiene Karl al sospechar que Vigo y Diotima son amantes, incluso si en cualquier otro contexto parecería absurda: le propone a su amigo irse a escalar a la montaña. De hecho será allá arriba cuando decida encararse a él expresando sus sentimientos, provocando la situación más conflictiva del film: Vigo se cae por un precipicio y Karl le sostiene con una cuerda pero es incapaz de elevarle hasta él ni de atar la soga a ningún sitio. Aunque Vigo le pide que le suelte para salvar su vida, Karl se mantendrá firme mientras soporta una tormenta de nieve. La montaña le ha hecho entender que sus sentimientos de amistad hacia Vigo siguen siendo demasiado fuertes y se mantiene fiel a él hasta el final.
A nivel cinematográfico la escena del rescate es uno de los mejores momentos de la película, anticipándose a la aún superior El Infierno Blanco de Piz Palu (1929) en la imagen de los alpinistas avanzando en la oscuridad con sus lámparas. Paralelamente, Karl sufre una alucinación en que se reúne con su amada Diotima. Al no haber podido formalizar su encuentro, éste tiene lugar en su imaginación en una especie de palacio de hielo donde por fin pueden estar juntos, uno de los momentos más conmovedores de la película.
De los tres films de alpinismo que realizó Fanck junto a Leni Riefenstahl, éste fue el que se apoyó más en la relación entre los personajes. De hecho más de la mitad del metraje se dedica a exponer ese triángulo amoroso situando a cada elemento en su medio: ella bailando profesionalmente, Vigo (más infantil que su rival) intentando impresionarla en competiciones deportivas, y Karl (más maduro y unido al espíritu de las montañas) escalando y uniendo su experiencia con la naturaleza.
Por supuesto, a un nivel más formal, La Montaña Sagrada es un placer visualmente, con los planos filmados en escenarios naturales alpinos y una emocionante escena que sigue una carrera de esquí. Fanck, alpinista con experiencia, se esforzó en que todas estas escenas se grabaran en espacios reales para dar mayor autenticidad al film. Eso implicó obviamente un rodaje especialmente duro para todo el equipo y que algunos de sus actores tuvieron que exponerse a peligros reales, como les explicamos tiempo atrás. El resultado es tan espectacular que creo que hasta los detractores reconocerán que realmente la película tiene algo especial.