En las memorias de Chaplin solo hay dos largometrajes que éste evita mencionar: El Circo (The Circus, 1928) y Un Rey en Nueva York (A King in New York, 1957) – tampoco habla de La Condesa de Hong Kong (A Countess from Hong Kong, 1967) pero porque esta película la filmó después de haber publicado su autobiografía. En el caso de Un Rey en Nueva York la ausencia parece tener motivos obvios: en su momento el filme se consideró una decepción y el propio Chaplin era consciente de que quedaba mucho mejor como final del libro decir que había cerrado su filmografía con una obra tan aplaudida y con un tono tan elegíaco como Candilejas (Limelights, 1952) en vez de con un filme menor. Aunque es un tanto absurdo hacer como que no existe una película por ese motivo, y más al ser tan reciente para el público en el momento en que se editaron sus memorias, me imagino que el vanidoso Chaplin no quería acabar su texto con una obra considerada un paso en falso.
Sin embargo el caso de El Circo puede parecer más extraño. Se trata de una de sus grandes películas (durante mucho tiempo de hecho fue mi favorita suya, y hoy día solo la sitúo detrás de Luces de la Ciudad (City Lights, 1931)), fue un absoluto éxito de crítica y taquilla en su momento e incluso se le otorgó un Oscar especial. ¿Por qué eludir una obra como ésa en sus memorias? La respuesta está en su conflictivo rodaje, que fue el más difícil de su carrera.
El rodaje de El Circo comenzó en enero de 1926, es decir exactamente dos años antes de su estreno. Inicialmente todo fue razonablemente bien y el único inconveniente reseñable del primer mes de rodaje es que en febrero se descubrió que los negativos habían salido dañados. En consecuencia todo lo filmado en ese mes tuvo que repetirse y Chaplin reemplazó al personal del laboratorio. Pero más allá de ese incidente, los elevados costes del filme venían sobre todo por su perfeccionismo, que llegaría a sus más altas cotas en su siguiente película. Y en su favor hay que decir que Chaplin no tenía compasión ni siquiera consigo mismo. Por ejemplo, acabó haciendo más de 700 tomas de sus escenas caminando en la cuerda floja (escenas por cierto reales, en las que no hay ningún trucaje), en parte por culpa de esos problemas que hubo en el laboratorio pero también por su empeño en conseguir la toma perfecta. Por otro lado, para sus escenas con leones le trajeron dos ejemplares de los cuales uno era muy manso pero el otro algo agresivo. Según reconoció Chaplin, en algunas tomas del montaje final su expresión de miedo es real, pero eso no le impidió haber hecho hasta 200 tomas con ambos felinos.
Pero el primer gran incidente que le sobrevino fue un incendio que se produjo en su estudio el 28 de septiembre, que dejó absolutamente todo inutilizable. Las imágenes de Chaplin caracterizado de Charlot viendo todo el destrozo con expresión apesadumbrada son descorazonadoras:
Hubo pues que reconstruir el decorado y retomar el rodaje. En noviembre la mayor parte de la película estaba acabada, pero entonces vino el golpe de gracia: su mujer Lita Grey presentó una demanda de divorcio en diciembre de 1926. Su matrimonio en realidad nunca había funcionado: Chaplin se había casado con ella únicamente porque se quedó embarazada de él siendo menor de edad, motivo por el cual podía ser encarcelado acusado de tener relaciones sexuales con una menor. Esta aventura tan poco afortunada les saldría carísima a ambos. Los dos tenían muy poco en común y ella se quejaba de que Chaplin la trataba con crueldad y que se pasaba el mayor tiempo fuera de casa trabajando en sus películas o con sus amigos. En 1926 ya era obvio para Chaplin que la ruptura era inminente, pero lo que nunca imaginó es que sería tan sonada.
La demanda de divorcio fue cuidadosamente preparada por varios abogados, entre los que se encontraba el tío de Lita Grey, y tenía la inaudita extensión de 42 páginas. En ellas no solo se citaban discusiones de la pareja y aspectos en que el cineasta había demostrado ser un pésimo marido, sino también detalles muy íntimos que, de salir a la luz pública, podrían dañar su imagen.
Chaplin entró en crisis. Con el escándalo que había hundido la carrera de Roscoe Arbuckle aún reciente, se temía que le podría pasar lo mismo, y lo cierto es que los abogados de Grey iban encaminados a provocar uno que obligara al cineasta a claudicar con todas sus condiciones. Por otro lado, Chaplin también tenía presente su anterior experiencia cuando se divorció de su primera mujer, la actriz Mildred Harris. Por entonces estaba trabajando en el montaje de El Chico (The Kid, 1920) y hubo en cierto momento el peligro de que la película se confiscara mientras durara el juicio. Temeroso de que pasara lo mismo, Chaplin guardó a buen recaudo todo el material grabado hasta la fecha y se vio obligado a suspender el rodaje: al ser su propio productor, la parte demandante no le permitía seguir utilizando su dinero para seguir adelante con el filme hasta que no se llegara a un acuerdo económico.
1927 fue un año difícil para Chaplin. La prensa daba el mayor bombo posible al divorcio, los abogados de su mujer le presionaban tanto como podían, asociaciones de mujeres de todo el país pedían boicotearle y él no sabía si algún día podría acabar su último filme, que tanto le había costado llevar adelante. Finalmente, tras muchos meses de tiras y aflojas, se llegó a un acuerdo en agosto de 1927 que supuso un récord poco afortunado para el cineasta: fue el divorcio más caro en Estados Unidos hasta la fecha.
En septiembre de 1927 Chaplin pudo por fin continuar el rodaje filmando lo que faltaba. No obstante, los miembros del equipo se dieron cuenta de que había un problema de continuidad entre los planos filmados año y medio atrás y los filmados ahora: el proceso de divorcio había dejado a Chaplin tan desgastado y al borde de un ataque de nervios que su pelo había encanecido por completo. Para que el color de sus cabellos encajara con el de las escenas filmadas en 1926 hubo que teñirlos – y en realidad seguiría tiñéndose el pelo en sus siguientes películas encarnando al vagabundo. Y como no podía faltar una última desgracia, para la melancólica escena final, situada en un descampado donde están aparcadas las carretas del circo, tuvieron un nuevo problema: el equipo dejó ahí los carros durante la noche y al día siguiente se encontraron que habían desaparecido. Se descubrió que un grupo de gamberros los había robado para prenderles fuego. La policía los localizó, pero Chaplin se negó a denunciarles. Lo único que quería era acabar la película.
Y así pues, tras un exitoso preestreno, El Circo vio finalmente la luz en enero de 1928. La película fue otro enorme éxito que demostró que el escándalo de su divorció no había logrado dañar su imagen. No obstante, el rodaje y todo lo que le rodeó desgastaron tantísimo a Chaplin que a la hora de escribir sus memorias prefirió dejar de lado la que para mí es una de las grandes obras maestras de su carrera.
Sabía que el rodaje de esta película fue accidentado y que coincidió con el caos que supuso el divorcio con Lita Grey, y lo de los cabellos grises. Pero realmente no había profundizado mucho más allá y no tenía ni idea de todas y cada una de las desgracias que explica el Dr. (¡gamberros para rematar la faena, al final, de propina!). Tampoco había visto nunca las fotos del Chaplin descorazonado ante el incendio. Cuanta tristeza… Muchas gracias por el artículo. Muchas gracias por TODOS los artículos, en realidad.
Esas fotos son descorazonadoras, sobre todo porque está caracterizado como el entrañable Charlot.
¡Y muchas gracias a usted por su amable comentario y por sus interesantes reflexiones!