Uno de los géneros más interesantes y enteramente propios de la era muda son las conocidas como sinfonías de ciudades. Bajo este término se designan documentales que retratan el día a día de una ciudad pero no siguiendo la estructura típica de un documental, sino de una forma más abierta o poética. La finalidad no es tanto retratar la ciudad en cuestión como utilizarla para hacer una sinfonía visual, de ahí que sea un género tan prototípico de la era muda muy ligado además al cine absoluto y a su concepción del cine como una forma visual pura, sin argumento.
En las dos últimas ediciones del Festival de Pordenone parte del programa estuvo dedicado a sinfonías de ciudades (pueden ver aquí el índice de mis aventuras en dicho festival el 2015 y el 2016) y creo que este año habrá incluso una tercera parte, lo cual nos demuestra que más allá de los títulos más famosos hay muchas obras por descubrir. Por otro lado, el hecho de que en ambas ediciones fueran de los programas favoritos del público demuestra que las sinfonías de ciudades constituyen un género que sigue siendo de interés hoy día por su estilo tan libre y fresco. Así pues, el Doctor Caligari les propone un acercamiento introductorio a este tipo de cine con una selección de sus quince sinfonías de ciudades favoritas.
Volviendo al programa de Pordenone dedicado al género, uno de los debates que tuvieron lugar a raíz de estas proyecciones fue si algunas de las obras programadas eran realmente sinfonías de ciudades o no. Yo ya expresé mis reservas respecto a una dedicada a la ciudad de Belgrado – Beograd – Prestonica Kraljenive Jugosalvije (1932) – pero la que más polémica trajo fue una que me perdí dedicada a la ciudad de São Paulo: São Paulo, Sinfonía de una Metrópolis (1929). No solo era un film excesivamente largo (90 minutos, cuando las sinfonías de ciudades raramente sobrepasan la hora de duración y de hecho suelen funcionar muy bien como cortos) sino que varios asistentes comentaron que la película combinaba escenas que sí encajaban con el concepto sinfonía de ciudad con otras de estilo más puramente documental. ¿Dónde está el límite?
Se trata de algo totalmente debatible. Yo mismo también tuve ciertas dudas sobre películas (por otro lado magistrales) como Jeux de Reflets et de la Vitesse (1925) de Henri Chomette y Les Nuits Électriques (1929) de Eugène Deslaw, que se presentaron dentro de ese programa. En este caso yo creo que sucede al contrario: son películas que, aunque utilizan imágenes filmadas en una ciudad, se sirven de ellas para integrarlas en los juegos visuales que proponen sus directores, alejándose por completo de la idea de ser también el reflejo de una ciudad. Si los films de Belgrado y São Paulo acaban tirando más hacia el documental convencional, estos últimos para mí tienden ya hacia el cine absoluto puro y duro, siendo la ciudad uno de los muchos recursos que utilizan sus creadores.
Por otro lado, ¿y qué sucede con una de las mayores obras maestras del cine mudo, El Hombre de la Cámara (1929) de Dziga Vertov? Aunque se suele citar como una de las sinfonías de ciudades por excelencia porque retrata el día a día en una ciudad y tiene ese estilo tan libre y musical, a día de hoy me inclino a pensar que no encaja tanto en ese término, ya que está claro que para Vertov la ciudad no es el foco principal del film (de hecho, se filmó en tres ciudades ucranianas diferentes).
Una vez dicho esto, les propongo una selección de mis quince sinfonías de ciudades favoritas listadas en orden cronológico.
Manhatta (1921) de Charles Sheeler y Paul Strand
De mi selección de películas ésta es la que menos juega con el concepto de sinfonía visual, pero no podía dejar de incluir Manhatta en mi lista por una razón muy sencilla: está considerada la primera sinfonía de una ciudad cinematográfica.
Dirigida por el fotógrafo Paul Strand y el pintor Charles Sheeler, la novedad de Manhatta respecto a otros documentales es que toma como base un poema (escrito por Walt Whitman) y traduce sus versos en imágenes, un precedente bastante claro de las sinfonías cinematográficas que le seguirían, utilizando ya un estilo mucho más suelto e imaginativo. Strand y Sheeler construyen en este cortometraje todo un tributo a la tecnología, los rascacielos y la modernidad asociada a esa gran metrópolis.
Pueden verla aquí.
Rien que les Heures (1926) de Alberto Cavalcanti
Si Manhatta es el gran precedente, Rien que les Heures del brasileño Alberto Cavalcanti es la obra que inicia el ciclo de sinfonías de ciudades tomando en este caso París como modelo. A este mediometraje todavía le falta la maravillosa musicalidad y la exuberante fuerza visual que caracterizaría el género, que se harían presentes al año siguiente con la obra clave que marcaría el patrón al resto. Pero sí que notamos una mayor proximidad con las siguientes películas en el hecho de no pretender ser un documental convencional sobre la ciudad y centrarse en los pequeños detalles.
A cambio, la combinación de imágenes documentales con algunos pasajes de ficción recreados rompe con lo que sería el espíritu del género (caracterizado entre otras cosas por la falta de argumentos), pero ciertamente supuso toda una innovación en la época.
Berlín, Sinfonía de una Ciudad (Berlin: Die Sinfonie der Grosstadt, 1927) de Walter Ruttmann
La sinfonía de ciudad por excelencia. La obra más famosa del género y la que popularizó el término, animando a otros realizadores a crear las suyas propias dedicadas a otras ciudades. El film de Walter Ruttmann es el primero que posee ya todas las características que hacen de este tipo de películas una experiencia visual única.
Tomando como base la narración del paso de un día en la ciudad de Berlín, Ruttmann compone una auténtica sinfonía visual jugando magistralmente con el montaje y encuadres innovadores, centrando además el film no tanto en los elementos más prototípicos de la capital alemana sino en los detalles cotidianos.
Una de las obras cumbre de la era muda.
Études sur Paris (1928) de André Sauvage
Como verán, muchas de estas películas fueron realizadas por artistas multidisciplinarios que en ocasiones ni siquiera tenían el cine como principal ocupación. En el caso de André Sauvage su trabajo abarcaba la pintura, la literatura y en último lugar el cine, donde no pudo desarrollar más que una breve carrera por querer mantenerse al margen de la industria.
Études sur Paris es probablemente la película que más se recuerda de él a día de hoy: un hermoso y minucioso retrato de la ciudad de París. Aunque quizá algo perjudicada por su excesiva duración (más de una hora, cuando la mayoría de sinfonías urbanas que cito en esta lista son cortometrajes o como mucho mediometrajes) resulta recomendable no solo por sus cualidades fílmicas sino por disfrutar del encanto de la capital francesa.
Prague by Night (Praha v zári svetel, 1928) de Svatopluk Innemann
No es de extrañar que una ciudad tan bella como Praga sea una de las favoritas para protagonizar esta serie de sinfonías urbanas. En este caso la película nació como encargo de una compañía eléctrica que quería demostrar con una serie de bonitas estampas nocturnas las bondades del alumbrado eléctrico en la capital.
El gran aliciente del film es, por un lado disfrutar de las bellas vistas de la ciudad checa al anochecer, y por el otro de las diferentes formas de vida nocturna que hay en la ciudad: sufridos trabajadores y personas que se están divirtiendo, bulliciosos locales y calles solitarias. Todo ello enmarcado en bellos juegos de luces que nos recuerdan las bondades de la tecnología.
Pueden verlo aquí.
Montparnasse (1929) de Eugène Deslaw
Eugène Deslaw es uno de los muchos nombres a retener de los movimientos vanguardistas cinematográficos que se encontraban en plena ebullición en el París de los años 20. En su momento ya les recomendamos algunos de sus cortometrajes más destacables entre los cuales se encuentra este maravilloso retrato del barrio bohemio de Montparnasse.
En sus quince minutos, Deslaw nos empapa de todas las facetas posibles del célebre barrio parisino, desde planos de algunos de los artistas que se daban cita en las cafeterías de allá a los vendedores ambulantes, del bullicio de las calles a la soledad de algunos de sus rincones. Escaparates de tiendas, cuadros, el Sena, cabras (!!), todo tiene su cabida.
Images d’Ostende (1929) de Henri Storck
Este cortometraje del belga Henri Storck en realidad pertenecería más a un hipotético género de «sinfonías de playas», pero la he citado precisamente porque supone una variación respecto a las otras películas. Ostende es una localidad belga famosa por su playa, y por ello Storck se dedica sobre todo a captar con su cámara el mar y todos los hipnóticos juegos visuales que ofrecen las olas y la arena, emparentándolo en cierta forma con un maravilloso corto de cine absoluto que también toma como referencia el agua: Regen (1929) de Joris Ivens.
Pueden verlo aquí.
Nogent, El Dorado du Dimanche (1929) de Marcel Carné
El debut a la dirección del prestigioso Marcel Carné fue este cortometraje que hizo de forma totalmente amateur después de años trabajando como ayudante de realización para cineastas como Jacques Feyder o Richard Oswald. El tema escogido fue un documental que retrataba a los parisinos que se iban a pasar los domingos en la localidad de Nogent a disfrutar de un refrescante baño en el río Marne.
Pese a la temprana edad de su realizador (apenas 23 años), Nogent, El Dorado du Dimanche hace gala en sus poco más de 10 minutos de un gran conocimiento de las posibilidades del medio sin perder nunca de vista la faceta documental del tema. Una película encantadora que merece la pena rescatar.
En Primavera (Vesnoy, 1929) de Mijaíl Kaufman
Una de mis predilectas. Este documental de 40 minutos dirigido por el hermano menor de Dziga Vertov en Ucrania demuestra que había aprendido muchas de las posibilidades técnicas que se hacían visibles en El Hombre de la Cámara. Pero de todos modos En Primavera (1929) es una película de un tono mucho más sensible, captando con evocadora belleza instantes cotidianos que van desde la fascinación por las máquinas y lo industrial a planos de la naturaleza, de trabajadores en fábricas a planos de niños jugando en las calles o gente practicando deporte, de instantáneas del agua y las heladas así como de modernos edificios. El resultado da una imagen de conjunto muy rica y completa de las diferentes facetas del país.
Pueden verla aquí.
A Propósito de Niza (À Propos de Nice, 1930) de Jean Vigo
El debut a la dirección del genial cineasta Jean Vigo fue un proyecto realizado con la inestimable colaboración de Boris Kaufman, otro de los dos hermanos de Dziga Vertov que aquí se encargó de la cámara. La idea de ambos era retratar la ciudad de Niza pero evitando un documental prototípico, su intención era más bien reflejar el aburrimiento de las clases altas que venían a pasar las vacaciones en contraste con la pobreza de los suburbios.
A Propósito de Niza es una obra que destila ritmo y musicalidad, rebosante de recursos muy llamativos y que refleja las inquietudes y el enorme talento de Vigo, recordándonos además que seguramente una de las mayores desgracias de la historia del cine fue la temprana muerte de un autor tan único.
Una de las obras más imprescindibles de esta lista.
Paseo sin Rumbo (Bezúčelná procházka, 1930) de Alexander Hackenschmied
A día de hoy el señor Hackenschmied no es tan recordado como la que fue durante unos años su esposa, Maya Deren, autora de obras como Meshes of the Afternoon (1943), una de las películas más celebradas del primer cine experimental americano en el que Hackenschmied colaboró de forma muy activa. Pero antes de trasladarse a Estados Unidos, este cineasta hizo en Checoslovaquia algunas de las primeras películas vanguardistas del país, como este Paseo sin Rumbo (1930).
El film sigue a su protagonista en un paseo por Praga comenzando por el bullicioso centro y acabando en las zonas más tranquilas y apartadas. Hackenschmied da mucha importancia en este corto tanto al movimiento como a las siluetas y reflejos.
Pueden verlo aquí.
Weltstadt in Flegeljahren. Ein Berich Über Chicago (1931) de Heinrich Hauser
Éste es un descubrimiento que le debo enteramente a la penúltima edición del Festival de Pordenone. Su autor es un fotógrafo y escritor alemán que, como muchos europeos de la época, sentía una gran atracción hacia los Estados Unidos y realizó un viaje por el país que luego documentó en un libro y en este film.
Weltstadt in Flegeljahren. Ein Berich Über Chicago muestra su fascinación hacia esa metrópolis («la ciudad más bonita del mundo» en palabras suyas) pero sin olvidar un punto crítico: en su metraje hay cabida tanto por planos de los rascacielos y de los nuevos emblemas de modernidad como para los más desfavorecidos que habitan en los barrios olvidados de la ciudad. Por cierto, en Pordenone pude ver otra sinfonía fílmica muy interesante dedicada también a Chicago: Halsted Street (1934) de Conrad Friberg.
A Bronx Morning (1931) de Jay Leyda
Magnífico cortometraje del cineasta e historiador Jay Leida en que retrata el amanecer en el bullicioso barrio del Bronx. Hace gala de un gran interés por los pequeños detalles (las sombras, los pies) así como por la arquitectura y los elementos característicos del barrio: heladeros, niños jugando, puestos de quioscos, etc.
Pueden verlo aquí.
Douro, Faina Fluvial (1931) de Manoel de Oliveira
Fascinado por el visionado de Berlín, Sinfonía de una Ciudad, el cineasta portugués Manoel de Oliveira cogió una cámara y se lanzó al que sería su debut: Douro, Faina Fluvial (1931). Este cortometraje combinaba imágenes más puramente documentales que retrataban la ciudad de Porto con otras más experimentales en que Oliveira ponía a prueba las posibilidades de la cámara con ángulos más complejos y un montaje más rítmico. Resulta especialmente interesante disfrutar del primer experimento fílmico de la que sería una larga trayectoria que abarcaría hasta el siglo XXI.
Vivimos en Praga (Zijeme v Praze, 1934) de Otakar Vávra
Acabamos con otra sinfonía dedicada a Praga, realizada por el que está considerado uno de los grandes padres del cine checo, Otakar Vávra – recordado por obras posteriores como Martillo para las Brujas (1970).
Realizada en formato mudo ya en plena era sonora, Vivimos en Praga (1934) contrapone diversos aspectos de la vida diaria de la ciudad con una pequeña viñeta de ficción que quizá está algo fuera de lugar (el suicidio de una joven), para acabar en un breve retrato nocturno.
Pueden verla aquí.
Manhatta tiene intertítulos de un poema de Walt Whitman, no Paul Whitman.
Es verdad, lo he corregido. ¡Muchas gracias!
[…] de más de dos horas sobre la capital portuguesa, pero ¿cómo iba a hacer eso? Me gustan mucho las sinfonías de ciudades y no quería perdérmela. Y si bien siendo estrictos no estoy muy seguro de si entraría dentro del […]
[…] en una nota tan amarga antes de entrar en materia, a aquellos de ustedes que sean aficionados a las sinfonías de ciudades les interesará saber que este año se realizó la primera del género, Manhatta de Paul Strand y […]