Siempre me ha encantado que un corto primitivo como Le Cochon Danseur (1907) haya experimentado un inesperado auge de popularidad en nuestra época gracias a internet. Efectivamente la imagen de este ¿simpático? cerdo gigante se prestaba para ser utilizada en gifs animados, y mucha gente a quien seguramente no le interesan especialmente los orígenes del cine ha acabado descubriendo el corto a raíz de ellos – otro tema a comentar serían las rarezas cinematográficas que hemos hallado de esta forma, como es mi caso con una película soviética absolutamente desconocida para mí llamada Counterplan (1932), a la que llegué por un gif bastante difundido de un anciano regalando gatitos con una expresión de júbilo maravillosamente bizarra.
No crean que este anciano Doctor está divagando, las películas de principios del siglo XX suelen estar asociadas a lo que el teórico Tom Gunning bautizó como «cine de atracciones«, es decir, films que no se basaban en la narrativa sino en el acto puro de mirar en sí. Por tanto eran películas que buscaban el voyeurístico placer de mirar o lo que hoy día consideraríamos golpes de efecto. Es por ello que el gif animado, basado en capturar un instante en movimiento especialmente llamativo, es una herramienta bastante apropiada para encapsular pequeños momentos de cine de atracciones, como es el caso de nuestro protagonista de hoy.
Era muy frecuente por tanto en aquellos años realizar cortos que consistían simplemente en la filmación pura y dura de números de vodevil. La cámara fija encaja con el punto visual de un espectador de teatro y el hecho de que los actores incluso miraran al objetivo enfatizaba aún más esa idea. ¿Qué se nos ofrece pues en Le Cochon Danseur? Un tipo metido en un grotesco disfraz de cerdo gigante bailando con una jovencita. Algo difícilmente superable para 1907 y quizá también para hoy día.
En aquellos años todavía no se utilizaba el primer plano salvo en momentos muy excepcionales. Éste es el caso, ya que nos permite disfrutar de su aterradora sonrisa de cerca (la forma como ríe enseñando los dientes es descrita como «inquietante» incluso en fuentes tan serias como la Wikipedia). Por otro lado ese momento me hace preguntarme dos cosas: cómo sería el mecanismo del disfraz por dentro y si el público de la época también veía esto como algo aterrador o como algo simpático, de la misma forma que hay muchos juguetes antiguos que hoy día nos resultan casi escalofriantes. Les dejo con esa reflexión.
Ah, casi me olvidaba:
Felices pesadillas.
Lo tengo puesto en mi blog (como no podía ser de otro modo). Una tentación demasiado grande para dejarla pasar…
¡Tenga cuidado no le dé a un infarto a algún lector desprevenido al ver eso!