Como ya sabrán nuestros lectores más antiguos uno de los nombres que más nos gusta reivindicar en este humilde rincón dedicado al cine mudo es el del gran cineasta francés Maurice Tourneur, terriblemente olvidado desde hace décadas pese a ser uno de los creadores más importantes de la era silente además de ser el orgulloso ganador de la primera lista que hicimos de películas que cumplían 100 años el 2014. De cara a revalorizar su figura y darle a conocer como se merece, hemos pensado hacer este post con diez curiosidades sobre su vida y obra que esperemos que les motiven a profundizar en su cine y a apreciar aún más a este director esencial.
1) Su verdadero apellido no era Tourneur
Aunque se llamaba Maurice Thomas, éste decidió cambiar su apellido a Tourneur en sus inicios como actor de teatro, seguramente porque «Thomas» era demasiado vulgar como para que le ayudara a darse a conocer, pero también para romper el vínculo con su padre, con quien tuvo muy mala relación. Al final su carrera como actor no fue especialmente destacada pero le permitió viajar por todo el mundo (incluyendo Sudamérica) y conocer al director André Antoine, que sería el que le introduciría en el mundo del cine.
2) Se trasladó a Estados Unidos para trabajar como director cuando aún no se había consolidado como cineasta.
Así como normalmente los realizadores que emigran a América suelen ser creadores de prestigio a quienes les ha llegado una jugosa oferta del otro lado del Atlántico, el caso de Maurice fue totalmente distinto. Cuando recibió la propuesta de trabajar en Estados Unidos llevaba solo dos años dirigiendo y no poseía suficiente fama como para que le quisieran en otro país. ¿Cómo lo logró? Pues curiosamente por su buen nivel de inglés.
El estudio en el que trabajaba, Éclair, tenía una sede en Estados Unidos (no en Hollywood sino en Fort Lee, New Jersey) donde les hacían falta más directores. Como Tourneur tenía un buen nivel de inglés y había demostrado ser un realizador intuitivo y muy fiable, se le ofreció la oportunidad de marchar allá, donde se haría famoso. Para que vean la importancia de saber idiomas.
3) Su primer gran éxito de taquilla le llegó por pura casualidad.
Si el primer golpe de suerte de Tourneur fue el trasladarse a América gracias a sus conocimientos de inglés, el segundo le llegó a los pocos meses de trabajar allá cuando finalizó la que es una de las mejores obras de su carrera, The Wishing Ring (1914). Aparentemente el estudio no la vio como una producción especialmente destacable y la tenía en reserva para distribuirla sin demasiada pompa, pero entonces sucedió un imprevisto: el estudio había programado un gran estreno del que esperaban que sería una de sus grandes producciones del año, The Seats of the Mighty (1914) de T. Hayes, pero extrañamente el día programado no había ninguna copia disponible del filme en Nueva York. Para salir del paso decidieron servirse de la cinta de Tourneur, que aún no se había estrenado y la tenían a mano, y ésta fue un éxito apabullante de crítica y público que animó al estudio a darle más publicidad y difusión. Así nacería la exitosa carrera de Tourneur en América.
4) Pese a que hoy día su hijo es mucho más recordado como director que él, en su época Maurice tuvo mucha más fama y prestigio de la que tendría Jacques en toda su carrera.
Cualquier persona que sea mínimamente cinéfila conocerá el nombre del magnífico director Jacques Tourneur – La Mujer Pantera (1942), Yo Anduve con un Zombie (1943), Retorno al Pasado (1947), etc. – pero en cambio el de Maurice Tourneur resulta mayormente desconocido salvo para los fanáticos de la era muda, de modo que para situarlo muchas veces uno se tiene que ayudar de la muletilla «el padre de Jacques Tourneur». No obstante, curiosamente en su momento sucedía exactamente lo contrario y fue Jacques quien inicialmente tuvo que superar la prueba de ser «el hijo de Maurice Tourneur», si bien tampoco le resultó especialmente difícil ayudado por el enorme éxito de La Mujer Pantera (1942) y por el triste hecho de que los pioneros de la era muda fueron rápidamente olvidados con el tiempo.
En todo caso aunque a día de hoy los críticos y cinéfilos sienten un mucho mayor interés por Jacques, su prestigio le llegó de forma más bien retrospectiva, mientras que Maurice, hoy día olvidado, gozó de una fama enorme en su momento: a finales de los años 10 era uno de los cineastas más importantes y respetados de Estados Unidos, e incluso cuando retornó a Francia en los años 30 siguió siendo durante años uno de los directores de prestigio por excelencia del país. Todo ello hace que el olvido al que cayó sea aún más imperdonable.
Nótese cómo el nombre de Maurice Tourneur aparecía en grande en la publicidad de la época.
5) Fue el descubridor y maestro del director Clarence Brown y del actor John Gilbert.
Clarence Brown era un ingeniero con un trabajo estable dedicado a la compra-venta de coches que un día decidió cometer la locura de meterse en el mundo del cine. Deambulando por los estudios de Fort Lee se enteró de que el director Maurice Tourneur, uno de los que más admiraba, buscaba un ayudante de dirección. Se postuló para el trabajo y pese a su nula experiencia lo consiguió gracias a su perseverancia. Tourneur quedó muy contento con él y durante años lo mantuvo a su lado como parte de su equipo estable. A su lado Brown aprendió el oficio de dirección e incluso llegó a filmar buena parte de El Último Mohicano (1920) cuando Tourneur sufrió un accidente, compartiendo ambos crédito. Brown siempre idolatró a Tourneur y reconoció que se lo debía todo a él. Tal es así que cuando empezó su carrera como director en solitario, lo hizo con cierta tristeza por separarse del hombre al que más admiraba. Pero a cambio empezaría otra magnífica filmografía que lo convertiría en uno de los directores más prestigiosos de Hollywood.
John Gilbert por otro lado era un actor que hacía principalmente trabajos como extra o en papeles muy pequeños hasta que Tourneur le contrató como actor y guionista. Durante un tiempo Gilbert se movió entre los dos ámbitos llegando incluso a dirigir alguna película, pero finalmente acabó decantándose por la interpretación y se convirtió en uno de los actores masculinos más populares de la era muda. Al igual que Brown, Gilbert siempre idolatró a Tourneur por todo lo que aprendió bajo su protección.
6) Aunque es una de sus películas más recordadas, en su época El Pájaro Azul (1918) fue uno de sus mayores fracasos de taquilla.
Pese a que El Pájaro Azul (1918) se trataba de un filme visualmente espectacular y muy avanzado para su época por su tono intencionadamente fantasioso y pictórico, el público no acabó de conectar con este elaborado cuento. Eso tendría consecuencias negativas en el desarrollo de Tourneur como cineasta, quien en los años 20 perdió interés en seguir explorando esta vía más imaginativa consciente de que películas expresamente artísticas como El Pájaro Azul no funcionarían en taquilla. En su lugar prefirió ir sobre seguro y realizar filmes por los que a menudo no sentía mucho interés pero que le permitirían seguir teniendo un trabajo estable en Hollywood.
7) Tenía fama de ser un director de carácter difícil y colérico.
Durante toda su carrera Tourneur arrastró la reputación de ser un cineasta temible que se enfurecía fácilmente con los actores. Con el tiempo algunos de los que trabajaron con él matizaron esto un poco argumentando que más que un director temperamental y de mal carácter era alguien muy exigente y perfeccionista. Es verdad que no dudaba en abroncar delante de todo el equipo a alguien que no estuviera haciendo su trabajo debidamente, pero no es menos cierto que cuando estaba satisfecho se mostraba muy amable (de hecho son bastantes los actores que retrospectivamente hablaron maravillas de trabajar con él).
También es cierto que Tourneur poseía un carácter más bien seco y que era muy poco dado a exteriorizar muestras de afecto incluso hacia sus colaboradores más cercanos. Clarence Brown explicó que en una ocasión él y Tourneur tuvieron una fuerte discusión a raíz de la cual Brown creyó entender que el director ya no quería trabajar más con él como ayudante de dirección. Entristecido, Brown buscó otra ocupación sin saber que en realidad había sido un malentendido y que su jefe contaba todavía con él. De modo que cuando fue a despedirse al director, Tourneur, a quien todo eso le pilló por sorpresa, no pudo evitar echarse a llorar por perder a una de las personas a las que más apreciaba. Hicieron las paces y Brown siguió trabajando a su lado. Pero pese a esa muestra de afecto, Tourneur seguiría siempre manteniendo las distancias y jamás se dirigió a él por su nombre de pila para no tomarse familiaridades.
8) Dejó Hollywood por un desacuerdo con el estudio donde trabajaba.
Si Tourneur abandonó Hollywood en los últimos años de la era muda no es porque su carrera estuviera en declive comercial. Al contrario, estaba en uno de los estudios más prestigiosos (la Metro Goldwyn Mayer) y era visto como un director eficaz y fiable. El problema fue que en esos años los estudios empezaron a implantar la figura del productor ejecutivo, que vigilaba de cerca los rodajes para asegurarse de que todo marchaba bien. Tourneur, un hombre de fuerte carácter que llevaba más de diez años haciendo películas en América, no se tomó bien la falta de libertad que había implícita en esta situación. Durante el rodaje de La Isla Misteriosa mandó echar del set al productor que se le había asignado, amenazando con cruzarse de brazos y no filmar nada hasta que ese hombre no se marchara. El jefe del estudio habló con Tourneur haciéndole saber que a partir de ahora tendría que trabajar así, ya que era la nueva normativa que debían seguir todos los directores. La respuesta de Tourneur fue abandonar el rodaje y volverse a Francia – la película pasó entonces al danés Benjamin Christensen y luego a Lucien Hubbard, y no se estrenó hasta 1929 después de años de todo tipo de vicisitudes. De modo que si Tourneur dejó Hollywood fue más bien porque confiaba recuperar algo de libertad creativa en Europa y por nostalgia a su tierra natal.
9) Su retorno a Francia fue muy polémico.
A los pocos meses de haber llegado Maurice Tourneur a Estados Unidos, Francia se implicó en la I Guerra Mundial. Él, como ciudadano francés, estaba teóricamente obligado a presentarse en la embajada para ofrecerse a prestar sus servicios a su país y, si así se le requería, podía acabar movilizado en el ejército. No obstante, comprensiblemente Tourneur no hizo tal cosa.
Este suceso hizo que cuando regresara a su país a finales de los años 20 no se le esperara precisamente con los brazos abiertos. La prensa nacionalista armó un gran revuelo, ya que a sus ojos Tourneur era un oportunista que se había enriquecido en Estados Unidos mientras otros compatriotas suyos se jugaban la vida en las trincheras. En consecuencia, la primera película que rodó a su retorno en Francia – L’Équipage (1928), que para empeorar las cosas trataba sobre… ¡la I Guerra Mundial! ¿no podías haber escogido otro tema más neutral, Maurice? – se estrenó sin acreditarle como director para evitar nuevas polémicas. Tourneur se pensaba que estaría protegido gracias a su doble nacionalidad (había adquirido la nacionalidad americana mientras residía en Hollywood conservando igualmente la francesa), pero no fue así. Fue juzgado por no haber atendido al llamamiento a filas y tras ser declarado culpable se le expulsó de territorio francés.
Estuvo un breve tiempo exiliado en Alemania, donde realizó Das Schiff der verlorenen Menschen (1929). Pero pese a que por entonces Berlín era la gran capital europea del cine, Tourneur sentía nostalgia por su país e hizo varias apelaciones para poder volver. Finalmente se le dejó regresar y su exitosa carrera sonora en Francia le permitió estabilizarse en su tierra natal.
10) Los últimos años de su vida sufrió serios problemas económicos.
Pese a haber tenido una vida apasionante, los últimos años de Tourneur fueron bastante grises. Años después de haber dejado el cine, en 1952, sufrió un accidente automovilístico a raíz del cual le amputaron una pierna. Sin muchos ahorros de los que servirse (Tourneur era poco previsor y le gustaba vivir el momento) en esa época de su vida tuvo que ganarse un dinero extra traduciendo novelas negras al francés, es decir, sirviéndose casualmente del mismo rasgo que le permitió iniciar su carrera en Estados Unidos, su dominio del inglés.
Siendo un hombre poco sociable, en esos años cayó en el olvido pero hubo una persona que siguió acordándose de él: su antiguo aprendiz Clarence Brown. Por entonces también retirado del cine pero con una buena fortuna ganada en el mercado inmobiliario, Brown se mantuvo en contacto con Tourneur visitándole a menudo en sus viajes a Europa y facilitándole una pensión mensual para ayudarle a superar sus problemas económicos. Así mismo, cuando supo de la muerte de Tourneur en 1961 acudió al funeral a rendir tributo a su maestro. Fue de los pocos cineastas que siguió reivindicándole toda su vida.
Bibliografía:
Maurice Tourneur, réalisateur sans frontières, la imprescindible biografía sobre Tourneur escrita por Christine Leteux.
The Parade’s Gone By de Kevin Brownlow.
Cameo de Tourneur y de un joven Josef von Sternberg en A Girl’s Folly (1917)
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