Les Nouveaux Messieurs (1929) es una de esas películas que lo tiene todo para ser un clásico instantáneo: una producción de la Albatros dirigida por un cineasta de renombre como Jacques Feyder y con una crítica ácida a la clase política del momento. ¿Qué más se puede pedir? No obstante, aunque el resultado es muy bueno me sucede lo mismo que con todas las grandes películas de Feyder – por ejemplo L’Atlantide (1921) o Carmen (1926) – y es que me parece que no acaba de redondearlas del todo. Veamos no obstante qué alicientes nos ofrece esta cinta.
Basada en una obra teatral de la época, Les Nouveaux Messieurs nos presenta el triángulo amoroso entre Suzanne, una bailarina no demasiado talentosa, su amante el acaudalado conde de Montoire-Grandpré y un humilde electricista llamado Jacques Gaillac que, gracias a su trabajo como sindicalista, consigue ascender de posición hasta hacerse político. Aunque inicialmente surge un romance entre Suzanne y Jacques, las ambiciones políticas del segundo pondrán a prueba su relación.
En aquellos años Jacques Feyder se encontraba en un momento de transición: había realizado en Alemania una adaptación de Thérèse Raquin (1928) que no fue demasiado exitosa y estaba a punto de trasladarse a Hollywood, donde estaría una breve temporada realizando algunas películas para Greta Garbo. Fue en ese momento cuando se le ofreció la oportunidad de realizar este proyecto para el prestigioso estudio Albatros, en el que Feyder ya había hecho un par de filmes años atrás como el ya citado Carmen, y éste aceptó seguramente como una forma de resarcirse de su mala experiencia en Alemania.
Las primeras imágenes del filme, que recrean el bullicio de un ambiente de music-hall con bailarinas y músicos ensayando, nos hacen anticipar una de esas películas muy de «finales de los años 20» que son un puro deleite para los ojos, ya que se realizaron cuando el cine mudo llegó a su máxima expresión visual. Pero a medida que avanza la trama se hace más patente uno de los problemas que le veo a la cinta: Jacques Feyder era un gran director, pero no creo que estuviera tan dotado para la comedia por mucho que años después realizara un clásico como La Kermesse Héroique (1935). El tono es ligero, y es cierto que hay situaciones divertidas, pero echo en falta más picardía a la hora de abordar este tipo de material, más gusto por los pequeños detalles humorísticos y un mayor aprovechamiento de las posibilidades cómicas de un actor como Albert Préjean. No puedo dejar de preguntarme cómo habría sido este mismo filme realizado por René Clair, por citar otro director de la Albatros que se movía mucho mejor en el terreno cómico.
Por otro lado, su duración algo excesiva (dos horas que creo que podrían haberse recortado sin problema) hace que Les Nouveaux Messieurs sea a mis ojos más una película de momentos sueltos que una obra redonda en conjunto. Me gustan mucho las primeras escenas que comparten juntos Jacques y Suzanne, sobre todo ese momento en que van a nadar juntos al Sena, que nos ofrece una imagen preciosa de ellos en el agua con la Torre Eiffel de fondo (por otro lado no recuerdo otros filmes en que alguien se bañara en el Sena sin propósitos suicidas). A nivel humorístico creo que el mayor logro de la cinta es la escena en que el conde, somnoliento, acaba dormido en un debate del congreso y de repente pasa a visualizar a todos los miembros de la cámara como bailarinas del music-hall en que trabaja Suzanne. Un instante divertidísimo y visualmente muy atractivo.
Pero a cambio creo que la parte de crítica y/o farsa política no acaba de funcionar del todo. No resulta especialmente divertida ni ocurrente, de hecho me da más la sensación de que se interpone un tanto groseramente sobre el triángulo amoroso, cuando seguramente en la obra original era uno de los pilares fundamentales de la trama. A decir verdad en su época tampoco le hizo mucha gracia al gobierno francés, que se mostró tan ofendido por la imagen que se daba de la clase política que censuró el filme y obligó a que se realizaran una serie de cortes, ya que atentaba a «la dignidad de los parlamentarios».
Por último, para cerrar he aquí uno de los elementos que más me gustaron y sorprendieron del final: su singular desenlace. Uno esperaría el clásico cierre en que triunfa el amor sobre las intrigas (tanto políticas como sentimentales), pero nada de eso. Al final Suzanne, indecisa, no acaba con el hombre al que más quiere sino con el único que sigue interesado en ella, es decir, su segunda mejor opción. Esto le da al desenlace un tono que puede parecer anticlimático e incluso desangelado, no lo niego, pero para mí fue una grata sorpresa por escaparse de lo que consideraba previsible. Y tal y como dije en su momento, hay que quitarse de encima esa idea de que una comedia tiene que acabar necesariamente con un clásico «happy ending».
No es por tanto Les Nouveaux Messieurs una de las mejores muestras de la Albatros ni del cine francés de los últimos años del mudo, pero sí que es una notable cinta bien hecha y muy entretenida a la que aconsejo echar un vistazo.
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Totalmente de acuerdo. Está llena de momentazos técnicos y narrativos, de esos que van muy bien para antologar y dejar boquiabiertos a quien tiene una expectativa baja en estos aspectos del cine mudo (Duvivier y compañía nos tenían al filo del flipe retórico visual que anticipan el monstruo de Citizen Kane y de algún modo le rebajan graduación) pero la película en general, siendo muy buena, no acaba de ser la gran obra que a buen seguro Clair habría llevado, como bien se dice aquí. De todas formas, Feyder para mi sí llegó a la máxima excelencia con Visages d’enfants, en mi opinión una de las cuatro o cinco mejores películas de todos los tiempos. Gribiche se le acerca, pero en esa película suiza yo no sé que pasó, que el puro sentimiento se apoderó de la pantalla. Y sin necesidad de apabullarnos técnicamente como aquí, siendo infinítamente más difícil de antologar por partes, hasta tal punto depende cada escena de las demás, porque tan potente es el todo.
Visages d’Enfants la tengo en el punto de mira desde hace mucho tiempo, ahora no ha hecho más que aumentar mis expectativas. De las que he visto suyas hasta ahora quizá mi favorita es Crainquebille – que por cierto, vaya carrera internacional tuvo Monsieur Feyder: todos los países europeos francófonos (Francia, Suiza, Bélgica), Alemania y Estados Unidos… ¡casi nada!
Gracias Doctor por acercarnos esta película, que yo desconocía, del gran Jacques Feyder. El último cine mudo había llegado a tal nivel de sofisticación visual y narrativa que dudo que esta película, aunque no sea ninguna maravilla, esté por debajo del notable. Un saludo.
Pues acierta en su suposición, realmente es un filme más que notable aunque no acabe de redondearse del todo. De hecho si algo se le puede reprochar es que con ese poderío visual y narrativo no acabe de ser esa obra maestra que a veces parecía anunciarnos. Pero vamos, las obras maestras no nacen así como así, y seguro que el visionado de este filme le será más que satisfactorio.