Tomasín en el Reino de Oz (Wizard of Oz, 1925) de Larry Semon, la gran adaptación fallida de El Mago de Oz

La versión que hizo el cómico Larry Semon del clásico relato El Mago de Oz – que en España se «tradujo» con el asombroso título de Tomasín en el Reino de Oz (1925) – es uno de esos filmes no muy vistos y de los que lo poco que se conoce tiene más que ver con sus circunstancias o su mala fama que con su contenido o la realidad. ¿Es tan nefasto como se dice? ¿Es cierto que fue tal fracaso de taquilla que hundió la carrera de Larry Semon, quien murió pocos años después aún deprimido por esta decepción? Intentemos pues hacerle justicia en esta entrada confirmando y/o desmintiendo estos hechos.

Para quienes no le conozcan, Larry Semon fue uno de los cómicos más populares del mundo en la era silente. Para mí es obvio que no está a la altura de los grandes (ya no me refiero simplemente al gran trío del slapstick o Laurel y Hardy, sino también a un Roscoe Aburkcle, un Harry Langdon o por descontado nuestro adorado Charley Chase), pero sus cortos resultan divertidos y son una buena muestra de lo que se llevaba en el género más allá de los cineastas y actores geniales. De hecho Semon fue en su momento tan célebre a nivel internacional que se le dio un sobrenombre en diferentes países: Ridolini en Italia, Zigoto en Francia y Jaimito o Tomasín en España. Pero cuando se le menciona actualmente suele ser sobre todo porque en algunos de sus cortometrajes participaron tanto Stan Laurel como Oliver Hardy antes de formar su famoso dúo, siendo su asociación con Laurel muy breve (seguramente por un choque de egos) pero muy larga y fructífera con Hardy, que era un actor mucho más predispuesto a acomodarse en papeles secundarios.

Semon era ambicioso. Su popularidad crecía y el formato cortometraje se le quedaba corto, valga la redundancia. Sus películas eran muy costosas, en parte porque le gustaba filmar todo lo que podía en exteriores reales con grandes decorados construidos especialmente para la ocasión, pero también por su tendencia a superarse haciendo gags cada vez más espectaculares. Por otro lado, a mediados de los años 20 muchos de los cómicos de slapstick más famosos habían dado el salto al largometraje, y Semon no quería ser menos, de modo que decidió probar suerte en ese formato con la esperanza de hacer películas más exitosas y a la altura de sus ambiciones.

Uno de sus primeros proyectos fue ni más ni menos que adaptar el célebre libro El Maravilloso Mago de Oz (1900) de Lyman Frank Baum, que por entonces ya se había llevado en varias ocasiones al teatro y el cine. La mera idea demuestra que Semon ya pensaba a lo grande y quería salirse de sus prototípicas historias en que, a grandes rasgos, su personaje se enfrentaba con un matón y acababa llevándose a la chica. A partir de aquí creo que debemos ser algo cuidadosos para separar leyenda de realidad, y aunque parezca algo extraño creo que conviene primero hablar de cómo funcionó el filme en taquilla antes de pasar al contenido, porque creo que de esta forma no juzgaremos la película con una idea preconcebida equivocada.

¿Qué nos dice la leyenda sobre El Mago de Oz de Larry Semon (disculpen, me cuesta usar el título hispano de Tomasín)? Se ha dicho en innumerables ocasiones que el filme fue un fracaso de público y crítica que hundió a la bancarrota a Semon. Incluso se afirma que su temprana muerte en 1928 con tan solo 39 años se debió en gran parte por las estrecheces económicas y el malestar que sufrió durante años a causa de este durísimo golpe. Aquí es cuando me permitirán un paréntesis para recordarles algo que no se repite lo suficiente: la Wikipedia e IMdB no son fuentes de información realmente infalibles. Son páginas muy interesantes que yo mismo consulto a diario, pero lo hago como primer punto de partida. Hay que contrastar siempre lo que se expone ahí, y el filme que nos ocupa es un caso paradigmático.

Nos dice la Wikipedia que en realidad la productora, Chadwick Pictures, no se arruinó a causa de la película, sino que fue a la inversa: cayó en bancarrota cuando el filme tuvo que estrenarse y si éste no rindió en taquilla es porque Chadwick Pictures apenas pudo distribuirlo. IMdB se hace eco de esa misma versión, seguramente una página la tomó de la otra. En todo caso, ya resulta una variación interesante respecto al mito de que El Mago de Oz fue un fracaso rotundo que hundió a su artífice y su productora. Pero si investigamos un poco comprobaremos que dicha versión no se sostiene, y no hay que ir muy lejos: en el mismo artículo de la Wikipedia dedicado a Chadwick Pictures se listan películas hasta bien entrados los años 30. ¿No se supone que cayeron en bancarrota cuando Semon estrenó este filme?

A falta de tener a mano libros sobre el tema, tiré inicialmente de Google, pero desde hace tiempo el buscador más célebre del mundo ofrece resultados de muy baja calidad, dando prioridad a páginas que tienen muy buena indexación pero contenidos pobres (la mayoría de resultados que verán en las primeras páginas son fichas de la película que repiten todas la misma información) dejando por debajo contenidos más fiables y mejor documentados. De modo que al final un servidor buscó entre mis webs de cine mudo de referencia (las tienen todas linkadas aquí mismo en la sección «Más sobre cine mudo») y por fin di con lo que buscaba. Tanto Silentology como Movies Silently ofrecen dos excelentes posts en que reseñan la película y aportan información fidedigna sobre sus resultados en taquilla. De hecho ambas citan el mismo libro: Oz Before the Rainbow: L. Frank Baum’s The Wonderful Wizard of Oz on Stage and Screen to 1939 de Mark Evan Swartz, que parece una fuente de información más que fiable. Y a falta de poder consultar un ejemplar de primera mano, leo que ambas han dado la misma versión de los hechos.

A saber: el filme no fue un fracaso de taquilla, no hundió la productora ni tampoco la carrera de Larry Semon. Funcionó razonablemente bien a nivel económico, aunque sí es cierto que sufrió las consecuencias de un litigio por temas de copyright que retrasaron su estreno. No fue el enorme éxito que esperaba Semon tras un proyecto tan ambicioso y dicho retraso le costó mucho dinero, pero después de todo Chadwick Pictures era una compañía independiente y lo tenía difícil para competir con los grandes estudios.

De modo que, teniendo esto en cuenta, podemos entrar en la película pero juzgándola como merece y no como el filme que hundió la carrera de un gran cómico. De hecho si realmente Semon acabó en los últimos años de su vida en bancarrota me inclino a especular que sería más bien por el progresivo declive de su carrera o su ritmo de vida tan costoso, pero es algo sobre lo que ahora mismo no dispongo datos. Lo que está claro es que el filme que nos ocupa hoy no fue el causante.

Perfecto, ahora que ya hemos demostrado cómo algunos de los mitos que rodean a la película son falsos centrémonos en su contenido. ¿Es tan mala como dicen? ¿No se tratará de otra de esas obras incomprendidas en su momento con una mala fama injusticada? Aquí, amigos lectores, me temo que debo ser sincero: realmente no hay por donde cogerla. Pero veámoslo con detalle.

De entrada hay que hacer un aviso, sobre todo si sienten la tentación de compararla con la versión canónica de 1939, y es que esta adaptación de El Mago de Oz en realidad es más bien una parodia o, si lo prefieren, una versión humorística que se toma muchas licencias con la historia aprovechando que la trama original era de sobras conocida por el público de la época. El filme se inicia curiosamente con una escena pre-créditos (como ven este tipo de cosas ya se hacían a veces en la era muda) en que un anciano va a leer a una niña la historia de El Mago de Oz. A partir de aquí aparecen los créditos y se inicia la trama en el Reino de Oz, donde el Primer Ministro Kruel conspira con su embajador Wikked para evitar que la legítima heredera del trono, cuyo paradero se desconoce, llegue al trono. Solo el Príncipe Kynd con el apoyo del pueblo reivindica que se encuentre a la princesa heredera (como habrán notado todos los nombres tienen connotaciones humorísticas).

Pasamos entonces a una granja de Kansas, donde conocemos a Dorothy, una joven que vive con sus dos tíos y es pretendida por dos hombres sin nombre interpretados por Larry Semon y Oliver Hardy. Un día, la tía de Dorothy le revela que es adoptada y que un hombre misterioso la dejó en la puerta de su casa siendo un bebé junto a un sobre que solo podrá abrir cuando cumpla 18 años. Cuando llega esa fecha, aparece el malvado Wikked y exige que le den el sobre. Se sucede una serie de situaciones confusas que al final desembocan en un huracán que les lleva a todos al Reino de Oz, donde – ¡lo adivinaron! – Dorothy descubre que ella es la legítima heredera y se enamora del Príncipe Kind. No obstante, los malvados conspirarán para que ésta no consiga llegar al trono.

De entrada un primer problema de esta versión de El Mago de Oz que se hace evidente desde el mismo inicio es lo deficiente que resulta el guion. En su primer tramo parece que estemos viendo dos películas diferentes obligadas a convivir juntas: por un lado la aburrida subtrama del Reino de Oz, y por el otro las travesuras que suceden en la granja de Kansas. Cuando en cierto momento la niña del prólogo le dice a su abuelo que le está aburriendo al explicarle las intrigas políticas de Oz y que prefiere que se centre en Dorothy, realmente está verbalizando lo que piensa el espectador.

Pero cuando las dos tramas se acaban uniendo nos enfrentamos pues a otro gran problema que afecta al resto del filme, y es su absoluta falta de sentido en la construcción de los acontecimientos y en la psicología de los personajes. Son varias las preguntas que uno se hace, incluso aunque se mire el filme con benevolencia o como una mera comedia absurda, y que no tienen respuesta: ¿por qué el tío de Dorothy se empeña en defender el derecho de la joven a conservar ese misterioso sobre, aún arriesgando su vida, cuando en las escenas anteriores la maltrataba? ¿Qué sentido tenía que los conspiradores abandonaran a Dorothy de bebé para apartarla del trono si luego dejaron con ella un sobre diciendo que era la princesa heredera? ¿Por qué a nadie parece preocuparle una vez hemos llegado al Reino de Oz que el personaje de Larry Semon sea encerrado arbitrariamente en las mazmorras?

Por otro lado, aquí nadie es o se convierte en espantapájaros, león u hombre de hojalata, y se nos justifican esas transformaciones como disfraces que los protagonistas deben ponerse para encubrir que el célebre Mago de Oz es en realidad un farsante sin poderes mágicos. Pero aun aceptando eso, ¿por qué aceptan exactamente encubrir a un hombre que no ha hecho nada por ellos? ¿Y qué sentido tiene que uno de los personajes se ponga el traje de león varias escenas más tarde cuando ya no hace falta encubrir a nadie?

Podemos aceptar que una comedia alocada tenga ciertas incoherencias o transigir con que el comportamiento de los personajes no resulte muy coherente porque sean bufones, pero no cuando eso afecta a la coherencia interna de la trama o a la identificación del espectador con dichos personajes, que es el caso. Porque aquí la consecuencia que tienen todos esos problemas de guion es que no sentimos gran cosa por los protagonistas. ¿Cómo vamos a empatizar con una Dorothy que se muestra indiferente hacia el hecho de que el protagonista esté encarcelado? ¿Cómo vamos a situarnos en el bando de los protagonistas cuando éstos están tan desdibujados que casi no tienen vida? Todo ello viene provocado por uno de los grandes problemas de la película, y es el egocentrismo de Larry Semon.

Hay una contradicción en este El Mago de Oz: Semon quiere adaptar una historia popular protagonizada por una chica pero al mismo tiempo quiere ser él el centro de atención cuando no es más que el Espantapájaros. No estaría mal una versión irreverente de El Mago de Oz protagonizada por este personaje y en que, a cambio, Dorothy tuviera un papel más secundario, pero aquí Semon no toma ninguna de esas vías: hay toda una subtrama montada alrededor de Dorothy en que debe luchar por llegar a ser la Reina de Oz, pero al mismo tiempo la cámara se centra principalmente en Semon. La consecuencia es que el filme no funciona.

Y es verdad que, si bien el personaje de Dorothy es bastante soso (lo interpreta por cierto Dorothy Dwan, mujer del propio Semon), aquí tenemos una galería de secundarios de bastante nivel: Oliver Hardy, Charles Murray, Otto Lederer… Pero lo cierto es que el filme solo funciona en los segmentos en que se olvida por completo de la trama y se centra en los sketches, más concretamente las escenas iniciales en la granja y las persecuciones por las mazmorras. Son secuencias que de haberse recortado y mostrado como otros cortometrajes más de Semon con algunas escenas en medio que le dieran continuidad habrían funcionado bien. Porque Semon es un buen cómico y se nota que tiene muy buena química con actores como Oliver Hardy o Spencer Bell, que eran dos de sus secundarios recurrentes. Pero resulta obvio que si bien grandes talentos como Buster Keaton florecieron en el salto al largometraje, el terreno natural de Semon era el cortometraje. El cómico no sabía crear tramas complejas ni mantener el ritmo de un largo, y ya no digamos sobrellevar una adaptación de El Mago de Oz.

Lo cual no quita, no obstante, que incluso centrándonos en los gags puros y duros, El Mago de Oz tampoco es que sea un filme especialmente reseñable. Semon es obvio que era alguien desbordante de imaginación y siempre dispuesto a llevar las escenas al límite, e incluso parece apañarse en escenas más intimistas, como cuando duda sobre si dejarle una piruleta a Dorothy como muestra de afecto. Pero si bien tenemos algunas escenas bastante disparatadas y divertidas, a cambio tenemos algunos gags de brocha gorda de dudoso gusto, como un pato que dispara vómito (sí, tal cual suena) o bromas racistas a costa del actor afroamericano Spencer Bell, a quien vemos por primera vez, mucho me temo, devorando una sandía y que, peor aún, solía utilizar el nombre «artístico» de – agárrense – «G. Howe Black» (que leído sonaría como «Cielos, ¡qué negro!» en inglés). Es cierto que Semon cuidó mucho al actor dándole bastante protagonismo en sus películas, pero eso no quita que el tipo de personaje que intepretaba de negro tontorrón resulta ofensivo o, sencillamente, nada gracioso visto hoy día.

En todo caso, pese a lo absurdo que pueda parecer el contenido del filme, lo cierto es que Semon concibió éste como un gran proyecto ambicioso, algo que se nota en la calidad de la fotografía y la dirección artística, pero también en detalles como que le encargara una banda sonora orquestada a Louis La Rondelle para su estreno. Como hemos dicho al principio, a la película no le fue del todo mal en taquilla (después de todo tanto Semon como el libro original eran muy populares) y las críticas no fueron tan demoledoras como podríamos pensar, sino más bien tibias. Pero estaba claro que éste no era el ámbito ideal para Semon. Que Chaplin, Lloyd y Keaton dieran el salto al largometraje no quería decir que todos los cómicos de la época pudieran lograrlo exitosamente.

Después de este filme, Semon siguió trabajando en el cine e incluso hizo algunos largometrajes más, pero su carrera empezó a declinar. Su gran batacazo de hecho no vendría con El Mago de Oz sino con su último largo, Spuds (1927), que le supuso una grave pérdida económica, tras la cual tuvo que alternar su carrera en Hollywood – incluyendo papeles totalmente diferentes a su estilo habitual como un personaje secundario en La Ley del Hampa (Underworld, 1927) de Josef von Sternberg – con el vodevil. Aunque es tentador asociar su caída en desgracia con su fallida adaptación de una historia popular, una vez más la realidad es algo más compleja que la leyenda.


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3 comentarios en “Tomasín en el Reino de Oz (Wizard of Oz, 1925) de Larry Semon, la gran adaptación fallida de El Mago de Oz

  1. Perdón, pero hoy me voy a poner nostálgico y muy, muy abuelito Cebolleta, porque nada más puedo aportar a esta entrada excelente, sobre la película en concreto. Creo que hablaré por mucha gente de mi edad.

    Cuando yo era pequeño (5-8, 9 años 1967-1971) Larry Semon era el cómico más popular entre los niños de mi clase (colegio donde el sexo femenino no existía), junto a Chaplin, aunque nadie lo conocía por su nombre. Para nosotros era simplemente Jaimito. Sus cortos se pasaban por televisión constantemente, diariamente, a unas horas convenidas, pero también por sorpresa, cuando se estropeaba alguna cosa en los estudios de televisión (cosa que pasaba constantemente) y era infinitamente popular. Todos los niños pensábamos que aquello era cine contemporáneo, que simplemente se hacía así, y nos divertía muchísimo, y a nadie se le pasaba por la cabeza que toda aquella gente estuviese ya muerta o casi. En la clase estábamos divididos, los que éramos de Charlot (yo era uno de ellos, aunque me gustaban los dos) y los que eran de Jaimito.

    No recuerdo que año (sería 1971, creo) que por navidades apareció el Cine Exin, un proyector de cine en 8mm, infantil, relativamente económico, de plástico muy malo, popular, que contenía películas (cada rollo debía durar un minuto o dos, como máximo) que se podían proyectar indefinidamente en bucle. Entre ellas había muchas de Disney, pero también de Charlot y Jaimito. Solo un par o tres de años más, Jaimito empezó a desvanecerse de aquella televisión única, de la cual él y su competidor eran de los pocos que aportaban sincera alegría y color (que ya es decir, dado que su blanco y negro, sin restaurar, era crudísimo). Pero hacia 1973 o 74 se empezaron a hacer populares los nombres de Keaton, Langdon y compañía (incluso le pusimos a Jaimito su auténtico nombre: ¡aquél personaje se llamaba Larry Semon!), gracias a un programa norteamericano (un hit, se lo aseguro) que aquí bautizaron como La edad de oro del cine cómico, que proyectaban el viernes a las 7 de la tarde. Lo recuerdo perfectamente porque no me perdía ni uno de esos programas, al llegar del cole, así como muchos de mis compañeros de clase. En realidad era un programa muy sofisticado, que nunca he podido encontrar por Internet, ni como se llamaba originalmente, ni su presentador, pero era genial. Siempre he tenido la sospecha que el tipo debía ser Raymond Roahuer, pero no lo he podido comprobar nunca. En resumen, que era, aparte de entretenido, muy didáctico, con breves apuntes técnicos, entre corto y corto, con audiencia en directo (todo doblado al castellano, claro), en el cual por primera vez tomamos conciencia que todo aquello se había rodado décadas atrás, cuando nuestros padres todavía no habían nacido.

    Concuerdo con casi todo lo que comenta el Doctor sobre esta película tan extraña, esta especie de quiero y no puedo (más porque «no me doy cuenta» que otra cosa, porque el tipo tenía potencial) y me produce una cierta tristeza general, aunque no puedo evitar sentir una especial nostalgia por el personaje en concreto. Por cierto, espléndida lección con lo de que nunca hay que quedarse con lo primero que nos diga IMDB o Wikipedia.

    ¡Felicidades!

  2. Millones gracias por compartir aquí sus recuerdos, que son más que pertinentes y muy interesantes. Porque no hay que olvidar que la percepción de ciertos artistas o su popularidad cambia radicalmente con el tiempo. Yo sabía de la enorme popularidad de «Jaimito» en España por haberlo leído en otros sitios y comentarios de gente de otras generaciones, pero está fantástico que usted pueda corroborarlo de primera mano.

    Sabe mal el olvido al que ha caído Semon y que este filme sea de lo poco que se recuerde de él por toda la leyenda negra que hay a su alrededor, pero es que a este hombre le haría falta una antología de cortometrajes bien seleccionados en DVD o Bluray (que quizá la hay y no me enteré). Yo he visto varios y son divertidos, pero es cierto que los veo por debajo de los cómicos que cité antes. No obstante entiendo que le encantara al público infantil porque son muy locos y excesivos, y quizá es justo que más adelante le dedique un post a algún filme suyo que no sea este quiero-y-no-puedo. Aunque solo sea en deferencia a los que le recuerdan con cariño por recuerdos de infancia.

    Un saludo.

  3. Bueno, son, como lo diría, muy espectaculares. Pasan muchas cosas, se destruyen muchas cosas, hay explosiones, stunts, de todo. Es el more is more llevado al extremo y eso a veces a menudo neutraliza no solo la atención sino también incluso la risa. No siempre porque hay gags muy divertidos y, la verdad, el hombre tiene una mímica que está muy bien. Hay incluso algunos momentos de cierta relajación en la que muestra elegancia de prestidigitador de lujo con sus manos. Keaton resume su estilo en su autobiografía de un modo bastante acertado. Venía a decir que con sus cortos te reías mucho, pero cuando acababan olvidabas por completo de que iba la cosa, incluso recordar algún gag. Claro eso tiene la contrapartida de haber filmado entre 1917 y 1922 algunas de las persecuciones y escenas de acción pura más trepidantes, donde hay auténticas locuras con el montaje (concatenación de planos que duran apenas 8 fotogramas) y los movimientos de cámara, de aquellas que te acuerdas cuando lees que según que cosa el público vio por primera vez en 1924 o así. Es un cómico-cineasta que a veces le perdían la inseguridad de aburrir al público. Tampoco hubiese sido necesario que rebajase la velocidad. Con los Keystone Cops y con las películas más burras y payasas de Mack Sennett me troncho, pero creo que era porque la pandilla de Sennett, a pesar de trabajar a destajo, estaban mucho más relajados, estaban auténticamente locos de remate 😀 Dicho esto, pobre Larry Semon, la verdad es que le tengo mucho cariño y cuando lo veo en Underworld me apena pensar que se iría tan solo unos meses más tarde,

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