Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2024 (II)

5 de octubre – Segunda oportunidad con Protazanov

Hace diez años, cuando me estrené en Pordenone, el primer día me perdí una película de Yakov Protazanov por un error de novato. Una década después parece que el festival me ha ofrecido una segunda oportunidad programando una película de Protazanov el primer día por la tarde a la que también llegaba justo. Pero esta vez pude verla.

Protazanov es de los pocos directores rusos que hizo la transición de la época prerrevolucionaria a la era soviética, y de ésta al sonoro y el estalinismo. Un superviviente nato. El Cuarenta y Uno (Sorok pervyy, 1927) está ambientada durante la Revolución Soviética en el desierto de Karakum, y explica cómo un pequeño destacamento intenta sobrevivir huyendo del ejército blanco a través del desierto y casi sin víveres. Por el camino capturan a un oficial del Ejército Blanco y se le encomienda la misión de custodiarlo a Mariutka, la mejor tiradora del destacamento. Pero ambos acabarán enamorándose.

Éste es uno de esos filmes que reflejan a la perfección el agobio físico que sienten sus personajes: el calor, el paisaje desolador, el agotamiento… La historia funciona muy bien y solo se le puede achacar que obviamente le falta metraje y eso dificulta juzgarla como merece ya que presenta un ritmo desigual y se nota que faltan escenas. La copia que vimos era una checoslovaca que se supone que es la mejor que hay, pero ojalá se restaure en el futuro combinando todas las versiones existentes. En definitiva, una muy buena versión que está perfectamente a la altura de la famosa de Grigori Chukhrai del 1956, pero más áspera y con un final donde, por una vez, no triunfa el amor… ¡sino la Revolución!

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El Caballo de Hierro (The Iron Horse, 1924) de John Ford

El absolutamente espectacular éxito que tuvo en su momento el western épico La Caravana de Oregón (The Covered Wagon, 1923) de James Cruze movió a que un estudio rival, la Fox, decidiera copiar la hazaña con otro western de gran envergadura, el cual le fue encargado a un prometedor director que tenían en nómina llamado John Ford. El Ford de 1924 no gozaba ni remotamente del estatus que tiene hoy día. Por entonces era un muy efectivo realizador que había hecho un buen puñado de filmes demostrando dominar la técnica del oficio y, probablemente, aún estaba a la sombra de su hermano mayor Francis Ford, por mucho que por esas fechas la carrera de éste ya estaba de capa caída.

La propuesta que se le hizo a Ford fue filmar El Caballo de Hierro (The Iron Horse, 1924), la épica historia de la construcción de la primera via ferroviaria que unió las dos costas estadounidenses, un momento simbólicamente muy importante por reflejar cómo el país pasó a estar oficialmente unido en sus dos extremos, cimentando así su identidad como nación. Partiendo de ese contexto se nos narra la historia del joven Davy Brandon, cuyo padre sueña con la construcción de una vía ferroviaria que uniera los dos océanos, algo que en ese momento se considera irrealizable. Una noche, el padre de Davy es asesinado a manos de unos indios comandados por un misterioso hombre blanco que se hace pasar por uno de ellos, dejando un trauma de por vida en Davy. Cuando éste se hace adulto, decide participar en la construcción de la vía ferroviaria, ignorante de que hay unos siniestros personajes que preparan un complot para sabotear el paso del tren por un pasaje que permitiría acortar mucho el trayecto. Entre los conspiradores se encuentra el prometido de Miriam, la chica de la que Davy estuvo siempre enamorado.

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The Countryman and the Cinematograph (1901) de Robert W. Paul y Uncle Josh at the Moving Picture Show (1902) de Edwin S. Porter

Siempre me ha fascinado cómo debían ser las primeras reacciones de los espectadores de la época al invento del cinematógrafo, a esas imágenes fotográficas que cobraban vida como fantasmas. Algunos cortos de los inicios del cine satirizaban ese choque con personajes ridículos que reaccionaban ante las imágenes de la pantalla como si fueran reales, de los cuales les he traído los dos más conocidos.

The Countryman and the Cinematograph (1901) del británico Robert W. Paul se cachondea del típico paleto de pueblo que asiste a su primera sesión de cine. El filme nos muestra su reacción ante tres breves escenas: una bailarina a la que éste imita de forma ridícula, un tren que se acerca a la pantalla y le hace salir corriendo y luego una breve escena de amor. De este brevísimo filme me resulta interesante a nivel técnico el encuadre, que debe encajar en la misma imagen al pueblerino y la pantalla de cine, y el hecho de que las imágenes de las películas que ve en realidad estén añadidas con sobreimpresiones. Por otro lado, ¿se trata del primer filme que hace referencia a esa leyenda urbana de la gente que se asustó del tren que se dirigía a la pantalla en la primera sesión de cine de los hermanos Lumière?

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Películas desaparecidas: The Tower of Lies (1925) de Victor Sjöström

De entre la multitud de películas que se perdieron en la era muda, cualquiera de las que dirigió el grandísimo Victor Sjöström constituye para un servidor una auténtica tragedia ya que le considero no solo uno de los mejores cineastas de la era muda sino de la historia del cine. Aún recuerdo cuando hace años en Pordenone pudimos ver una obra suya recuperada, The Price of Betrayal (Judaspengar, 1915), hacía la que no tenía expectativas concretas y que resultó ser una grata sorpresa. Naturalmente por aquí ya hablamos de The Divine Woman (1928), su filme desaparecido más lamentado, porque nos habría brindado la oportunidad de ver a la gran Greta Garbo dirigida por su compatriota, pero hoy les propongo que lamenten conmigo la pérdida de otra cinta menos conocida, The Tower of Lies (1925).

La película suponía un reencuentro del equipo principal de la exitosísima El Que Recibe el Bofetón (He Who Gets Slapped, 1924), es decir, de Sjöström junto a los actores Lon Chaney y Norma Shearer. Pero además este filme perdido tiene un aliciente extra muy interesante, y es ser una adaptación de una novela de la escritora sueca Selma Lagerlöf, que había proporcionado el material de base para buena parte de los grandes éxitos de Sjöström y su colega Mauritz Stiller en su Suecia natal. Este filme nos podría mostrar pues cómo habría sido una adaptación de Lagerlöf al estilo Hollywood por parte de un cineasta que ya había llevado a dicha escritora a la gran pantalla en numerosas ocasiones.

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Regalo de Boda (Paths to Paradise, 1925) de Clarence G. Badger

Cuando se dice que la era muda fue la edad de oro de la comedia cinematográfica no es solo por los grandes del slapstick que todos conocemos, sino porque en esos años hubo decenas de cómicos hoy día olvidados que también hicieron su contribución al noble arte del humor con películas francamente divertidas. Y si uno se pone a explorar más allá de los nombres conocidos se llevará grandes sorpresas, como que Reginald Denny fuera en esos años el actor británico mejor pagado de Hollywood solo por detrás de Chaplin a causa de sus inmensamente populares comedias, o que nombres que asociábamos al término «secundarios de oro» como Edward Everett Horton en aquellos años tuvieran su propia serie de películas como actores principales.

Hoy les proponemos rescatar a Raymond Griffith, un actor de comedia que tuvo una gran popularidad en la época y vio su carrera truncada por la llegada del cine sonoro. Aquí hemos comentado a menudo lo mucho que se suele exagerar con el tópico de que el sonoro acabó con las estrellas de la era muda por no saber adaptarse a esa novedad tecnológica, pero en el caso de Griffith es estrictamente cierto por un detalle: apenas tenía voz. Cuando hablaba solo podía hacerlo en susurros a causa de una enfermedad que padeció de pequeño (probablemente una neumonía bronquial). De modo que su único papel en la era sonora fue el del soldado muerto de Sin Novedad en el Frente (All Quiet on the Western Front, 1930), que debe ser uno de los cameos más grotescos y macabros de la historia del cine teniendo en cuenta que el público lo reconocería pero asociándolo a sus papeles ligeros de comedia.

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Especial centenario Avaricia (Greed, 1924) de Erich von Stroheim (IV): los diferentes montajes

Este artículo forma parte dentro de un especial temático dedicado a Avaricia (Greed, 1924) de Erich von Stroheim con motivo de su centenario. Éstos son los otros posts que pueden leer sobre la película:


El rodaje de Avaricia (1924) fue más o menos bien dentro de los parámetros de Erich von Stroheim. Sí, el coste acabó siendo casi el doble del presupuesto estipulado y uno de los protagonistas se pasó meses en un hospital recuperándose de una insolación por haber filmado una escena en el desierto en pleno verano, pero eso en términos Stroheim entraba dentro de lo esperable. Por lo demás, el coste no fue muy elevado y no hubo imprevistos ni peleas con el equipo. El problema vino con el montaje. Porque Stroheim había filmado 85 horas que debía convertir en un largometraje. Y aquí es donde las cosas se torcieron y nació la leyenda negra de Avaricia, que la convertiría en una de las grandes películas malditas de la historia del cine.

La historia de los diferentes montajes de la película es algo confusa, así que intentaremos tratarlos por separado. Pónganse cómodos, porque este parte del proceso fue larga y en ella se involucraron algunos de los nombres más importantes del Hollywood del momento:

Primer montaje de Stroheim (entre 42 y 45 rollos / unas 9 o 9 horas y media)

Lo cierto es que, aunque Stroheim era un hombre muy seguro de si mismo, a mitad del proceso de montaje empezó a atascarse. Había filmado demasiado material y llegó un punto en que no sabía cómo reducirlo más. Así pues, tuvo la idea organizar una proyección privada de un primer montaje aún en proceso de refinarse. Esta proyección tenía dos finalidades: por un lado mostrar al estudio la calidad del material, es decir, tranquilizarlos para que pudieran ver algo por fin, y por otro lado, empezar a vender la idea de que Avaricia debería ser una película de una duración muy por encima de lo habitual. Stroheim había llegado a un punto en que no se veía capaz de reducir mucho más el metraje, pero sabía que el estudio Goldwyn no aceptaría un filme de una duración tan inverosímil. Mostrándoles lo bien que quedaba y consiguiendo recolectar opiniones positivas de periodistas y colegas de profesión invitados confiaba poder hacer presión para que el estudio cediera de forma excepcional. Esta versión es la que a menudo se ha citado como «el montaje del director», pero no es una apreciación exacta puesto que todavía era un «work in progress» sobre el que Stroheim tenía que seguir trabajando. Lo que sí es cierto es que la copia más cercana a la visión que tenía Stroheim de la película que pudo llegar a verse.

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Especial centenario Avaricia (Greed, 1924) de Erich von Stroheim (III): el rodaje de una obra maestra

Este artículo forma parte dentro de un especial temático dedicado a Avaricia (Greed, 1924) de Erich von Stroheim con motivo de su centenario. Éstos son los otros posts que pueden leer sobre la película:


La novela McTeague de Frank Norris llevaba tiempo siendo una obsesión para Erich von Stroheim. Aunque éste había llegado a Hollywood pretendiendo tener un pasado ilustre en Europa lo cierto en que sus primeros años de emigrante en Estados Unidos pasó muchas penurias, y seguramente se sintió muy cercano a la descripción que la novela hacía de la vida de sus personajes principales – eso sin olvidar que Stroheim estuvo viviendo también un tiempo en San Francisco y conocía el entorno en que sucedía la acción. Así pues, desde sus inicios como director para la Universal estuvo intentando varias veces que le dieran luz verde para llevar adelante una adaptación de la novela, pero sin éxito.

Merece mencionarse un dato muy curioso, y es que Avaricia (1924) es una película muy diferente a las otras que había hecho y haría Stroheim a lo largo de su carrera, mayormente situadas en Europa y con una presencia constante de prototípicos personajes de clase alta y/o del ejército. La única otra excepción sería esa rareza que es Hello, Sister! (1933) – también conocida como Walking Down Broadway – que constituiría el único filme sonoro que dirigió y el último de su carrera, que además fue completado por tres directores más dado los problemas que hubo en el rodaje. Es comprensible por tanto que el estudio no viera con buenos ojos un cambio de temática y escenario tan diferentes al tipo de filmes por los que su rebelde cineasta se había hecho famoso.

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Especial centenario Avaricia (Greed, 1924) de Erich von Stroheim (II)

Este artículo forma parte dentro de un especial temático dedicado a Avaricia (Greed, 1924) de Erich von Stroheim con motivo de su centenario. Éstos son los otros posts que pueden leer sobre la película:


Avaricia (Greed, 1924) de Erich von Stroheim es una de esas películas que, más allá de toda la leyenda que hay a su alrededor, al verla uno tiene la sensación de estar viendo algo realmente grande. Y no me refiero solamente en términos de longitud, que confirman la enorme ambición del proyecto, sino literalmente en todo: la forma como se desarrolla la historia tomándose su tiempo en que conozcamos los personajes y su evolución, el detallismo tan cuidado, la ambientación que captura tan bien los diferentes espacios, el tono empleado… Más allá de su aura de obra maldita, Avaricia es una auténtica obra maestra incluso en las versiones mutiladas que nos han llegado hoy día, pero no es fácil hacerle justicia en un texto.

Más allá de lo difícil que resulta captar en simples palabras la grandeza de películas tan inabarcables, el problema está en que nunca podremos juzgar Avaricia tal cual la concibió Stroheim. Una parte de la reseña de esta película es inevitable que se base en supuestos, en lo que intuimos pero no hemos podido llegar a ver más que en fotogramas sueltos. Teniendo eso en cuenta, haré lo posible por no dejarme llevar por fantasías sobre cómo habría sido Avaricia en su concepción original y centrarme en lo que se ve, tanto en el metraje superviviente como en los fotogramas congelados.

Como habrán intuido, esta reseña se basa en la versión de 4 horas. Si no la han visto o no conocen las dos versiones que circulan hoy día del filme, les aconsejo que antes echen un vistazo al primer post de este especial en que trato este tema. Las circunstancias del rodaje y las diferentes mutilaciones que sufrió la película las trataremos en futuros posts.

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Especial centenario Avaricia (Greed, 1924) de Erich von Stroheim (I): la gran obra maldita de la historia del cine

Este artículo forma parte dentro de un especial temático dedicado a Avaricia (Greed, 1924) de Erich von Stroheim con motivo de su centenario. Éstos son los otros posts que pueden leer sobre la película:


El término «obra maldita» es uno de esos conceptos como «obra de culto» que se han sobreexplotado tanto que prácticamente ya casi carecen de sentido. Pero si hay una película que justifica el uso de dicho término, si hay un filme para el cual el adjetivo «maldito» está justificado de sobras, ése es Avaricia (Greed, 1924) de Erich von Stroheim. Considerada hoy día como una de las grandes obras maestras del cine, Avaricia ha simbolizado durante décadas la lucha del artista contra el sistema, la tragedia del autor que ve cómo la gran obra de su vida es destrozada por los imperativos comerciales, el paso del Hollywood dominado por los directores a la era de los productores. Fue el primero de una larga serie de catastróficos casos de cineastas geniales que tuvieron que ver como los productores destrozaban obras muy personales en las que ellos habían trabajado con tanto ahínco. La primera de una lista que incluye episodios célebres como El Cuarto Mandamiento (The Magnificent Ambersons, 1942) de Orson Welles y otros menos conocidos pero no por ello menos dramáticos, como la película de animación The Thief and the Cobbler (1993) de Richard Williams.

Avaricia es también uno de esos ejemplos que a mí me gusta tildar de películas «kamikaze» en que su autor estuvo dispuesto a todo con tal de ser fiel a su visión, sin importarle las consecuencias que eso tendría para su carrera (otro ejemplo paradigmático sería Playtime (1967) de Jacques Tati). Célebre por su estilo tan impactantemente realista y crudo para los estándares de la época y por su desmesurada duración, Avaricia era una obra que no podía tener cabida en Hollywood. Pero Stroheim creyó tanto en ella que estuvo dispuesto a ir hasta el final. En cierto sentido no fue una decisión astuta, porque se exponía a que buena parte de sus esfuerzos resultaran en vano, a que la mayor parte de lo que filmó quedara suprimido – como acabó sucediendo. Era pues un impulso creativo en el sentido más estricto de la palabra.

¿Por qué Avaricia está hoy día considerada una de las grandes joyas de la era muda? ¿Está justificada su fama? ¿Cómo se las ingenió Stroheim para sacar adelante una película así y qué sucedió exactamente en el laborioso proceso de montaje? Aprovechando que este 2024 se cumplen 100 años del estreno de esta obra extraordinaria, el Doctor Caligari les ofrecerá a lo largo del mes de enero un especial en varios posts dedicado a la película en que espera responder a algunas de esas preguntas. De entrada en este primer post introductorio nos centraremos en resolver una duda concreta que me han formulado en muchas ocasiones: ¿qué versiones hay hoy día de Avaricia y cuál deberían ver?

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Loïe Fuller, Annabelle Moore y las danzas serpentinas

Una de las muchas cosas que me encantan del cine de los orígenes es su capacidad por darnos a conocer detalles, costumbres, modas y personalidades de esa época que hoy día la mayoría desconocemos. Por ejemplo, un tipo de cortos que siempre me han llamado la atención y que son muy típicos de los primeros años del cine son las «danzas serpentinas», que además eran especialmente apropiadas para los sistemas de coloreado de la época. Vean un ejemplo filmado por Alice Guy aunque en este caso sin color:

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