Este post forma parte de un especial dedicado a El Gabinete del Doctor Caligari (1920) que incluye también las siguientes entradas:
Pocas películas se me ocurren con un inicio tan enrarecido e inquietante como el de este film cuyo primer rótulo, antes de cualquier presentación de personajes es el siguiente:
«Hay fantasmas… están por todas partes a nuestro alrededor… Me han expulsado de casa y del hogar, lejos de mujer e hijo…».
Empezar una película con semejante diálogo es ya un adelanto respecto a lo que vamos a ver, una obra que no se rige por la lógica de una película convencional, que evoca un mundo extraño e intangible. Los dos personajes de miradas enloquecidas están sentados en un banco hablando y seguidamente llega una mujer que camina con expresión ausente y que pasa a su lado sin mirarlos siquiera. Conociendo el famoso giro final entendemos qué está sucediendo y el extraño comportamiento de ella, pero para el espectador que afronta la película por primera vez todo esto le hace sentir una sensación de inquietud. ¿Qué está pasando? ¿En qué tipo de film nos estamos adentrando en que los personajes tienen ese comportamiento tan extraño?
No han pasado ni cinco minutos de metraje, pero Robert Wiene ya ha conseguido perturbar al espectador, situarle en el estado de ánimo adecuado para afrontar una de las películas más únicas y especiales de la historia del cine, El Gabinete del Doctor Caligari (1920).