A lo largo de la historia del cine se han realizado varias adaptaciones cinematográficas de la célebre novela Crimen y Castigo de Fyodor Dostoievski, desde la clásica versión hollyoowdiense realizada en 1935 por Josef von Stenberg a la más canónica de origen ruso dirigida por Lev Kulidzhanov en 1970, eso sin olvidar interpretaciones más libres como la de Aki Kaurismäki en 1983.
Una de las que encuentro más interesantes es la que ideó el director de El Gabinete del Doctor Caligari (1920), Robert Wiene, rebautizándola como Raskolnikow (1923), nombre del protagonista. La historia de Dostoievski, sobre un empobrecido estudiante que comete un asesinato y se hunde por los remordimientos y el terror a ser atrapado, se prestaba especialmente para ser realizada bajo una óptica expresionista, y el resultado es ciertamente magnífico.
De entrada cabe decir que Raskolnikow es una colaboración a tres bandas entre el director germano Robert Wiene, el director artístico André Andrejew y varios miembros del Teatro de Arte de Moscú de Stanislavski. Esta amalgama de artistas de culturas distintas (que en el rodaje hizo necesaria la ayuda de traductores) buscaba unir dos sensibilidades artísticas: el estilo del cine expresionista alemán con las interpretaciones de un prestigioso grupo de actores teatrales, de cara a llevar a la pantalla la mejor adaptación posible de una de las grandes obras de la literatura.
Y la combinación resulta ser especialmente acertada: el clima opresivo de la obra de Dostoievski y el sentimiento casi enfermizo en el que se revuelve el personaje de Raskolnikov son perfectos para ser canalizados a través del estilo expresionista. El remarcable trabajo de André Andrejew crea un mundo anormal y distorsionado, en que los decorados parecen retorcerse dando una sensación de pesadilla. El énfasis que se pone en la novela a la asfixiante habitación en que se ve obligado a residir Raskolnikov, que es en parte la que le provoca ese estado enfermizo físico y mental, aquí se extiende a todos los escenarios, haciendo del universo de Raskolnikow un espacio grotesco, irreal e inestable.
La diferencia respecto al uso que hace de la estética expresionista en su obra más célebre estriba en que aquí Wiene no distorsiona tanto el espacio, llegando a una especie de punto intermedio entre la estética casi alucinatoria de Caligari y un estilo con más profundidad. Después de todo, aquí no se está reflejando la visión de un loco sino una historia real.
En lo que respecta a la adaptación de la novela, Wiene es muy fiel al libro salvo en un detalle esencial: originariamente Raskolnikov era un nihilista que se resistía a creer que el crimen que había cometido fuera una mala acción; mientras que en la película la figura de Sonia consigue exitosamente lo que no lograba la Sonia del libro, conducir a Raskolnikov hacia el cristianismo, como atestigua ese impresionante primer plano que cierra la película. De hecho, poco después Robert Wiene realizaría una adaptación de la pasión de Cristo, I.N.R.I. (1923), en que el papel de Jesucristo lo interpretaba el mismo protagonista de este film, Gregori Chmara – quien por cierto, aquí hace una buena interpretación pero me parece demasiado mayor para encarnar a un estudiante.
También a diferencia del libro, el film se centra mucho más en la figura de Raskolnikov e incluso incide más en el peligro que corre el personaje, con la inserción de ciertos planos del inspector de policía en su despacho (que parece más bien una telaraña hacia la que el protagonista acabará cayendo). Al ir añadiendo estos breves planos mientras en paralelo sigue avanzando la trama principal se nos está recordando constantemente el peligro que se cierne sobre el protagonista: el inspector sigue cavilando sobre el caso y buscando la forma de dar con él, en cambio en la novela no se nos revela tanto y las sospechas justificadas de Raskolnikov se mezclan con puros arrebatos de paranoia.
Pese a lo atractivo de la propuesta, esta versión de Crimen y Castigo no ha corrido mucha suerte: de las más de dos horas y media originales, la mayoría de copias que quedan apenas duran hora y cuarto. La más completa que ha podido hallar este Doctor entre sus archivos dura algo menos de dos horas y aun así se nota la ausencia de ciertas escenas y detalles de la trama que pueden confundir a los espectadores que – imperdonablemente – aún no hayan leído el libro. Sería una gran noticia que alguna de esas amables filmotecas se animara a restaurar esta versión y a lanzarla al mercado para dar a conocer una de las mejores versiones cinematográficas de la obra más célebre de Dostoievski. ¿No creen?