Este post forma parte de un especial dedicado a El Gabinete del Doctor Caligari (1920) que incluye también las siguientes entradas:
El Gabinete del Doctor Caligari (1920) es, además de una de las películas más icónicas e importantes de la historia del cine, también una de las que más falsos mitos ha suscitado a su alrededor. Tantos que prácticamente han acabado eclipsando la realidad hasta el punto de que uno debe ser muy cuidadoso a la hora de dar por buenos hechos que en realidad nunca fueron ciertos, aun cuando se basan en declaraciones de algunos de sus responsables. Un ejemplo muy significativo es la leyenda de que en su momento fue un fracaso de taquilla a causa de lo radical de su propuesta, y que no fue reconocida en Alemania hasta después de haber sido estrenada y aplaudida en Francia. ¡Falso! Este Doctor recuerda perfectamente el enorme éxito de taquilla que fue desde su mismo estreno, tras el cual lógicamente la película se importó a otros países.
El propósito de este post es por tanto hablar sobre todo el proceso de creación de la película que hizo célebre a este Doctor, rescatando algunas de las falsas creencias que se suelen citar al respecto y contrastándolas con la realidad, que como supondrán un servidor conoce de primera mano al haber participado activamente en el film como protagonista.
El guión
Todo empezó con dos guionistas: Carl Mayer y Hans Janowitz. Es muy posible que conozcan al primero (uno de los guionistas más importantes en el cine alemán mudo y frecuente colaborador de F.W. Murnau) y que en cambio el segundo ni les suene (sería lógico, no tuvo una carrera muy destacada después de escribir mi biopic). Eran dos jóvenes escritores que trabaron amistad en los últimos años de la I Guerra Mundial y estaban unidos por un fuerte sentimiento antimilitarista: Janowitz habia sido voluntario pero, como muchos otros incautos, al vivir de primera mano esa traumática experiencia, quedó horrorizado y se dedicaba en su tiempo libre a escribir poemas antibélicos; Mayer por suerte pudo evitar el servicio militar por una lesión (la leyenda dice que se hizo pasar por loco, algo muy atractivo a nivel biográfico pero que no parece ser cierto). Ambos hicieron migas y no tardaron en plantearse la idea de escribir una historia para el cine.
La génesis de dicho guión vino condicionada según Janowitz por una serie de sucesos que había vivido, de los cuales el más llamativo fue una visita en 1913 a un parque de atracciones en Hamburgo, donde vio a una mujer de la que se quedó prendado. La siguió pero la perdió de vista cuando se metió por unos arbustos, de los cuales luego salió un hombre. Al día siguiente leyó en la prensa que la muchacha había sido asesinada en la feria y el hecho le chocó profundamente. Combinando esa experiencia con el clima enrarecido que se vivía en Alemania en los años de posguerra, crearon una historia extraña y sórdida que implicaba un espectáculo de variedades y misteriosos asesinatos.
Dicho guión, que recibió el título de El Gabinete del Doctor Caligari, era una historia de suspense que no tenía como antagonista a un criminal típico, sino a un médico (inspirado según parece en el neurólogo Jean-Martin Charcot) que se servía de sus conocimientos para hacer el mal a través de un sicario, Cesare, que actuaba bajo su influjo. Dicha idea era muy poderosa en la época, puesto que además jugaba con la hipnosis, que si bien ya se utilizaba por entonces como método para tratar algunas enfermedades nerviosas, para el gran público seguía siendo un concepto medianamente novedoso que se encontraba a medio camino entre la ciencia y la charlatanería.
Con este prometedora historia entre manos, los dos jóvenes guionistas acudieron al despacho del productor Erich Pommer en los estudios Decla-Bioscop con la esperanza de que se la comprara. Y aquí es donde empieza la leyenda de Caligari, porque el relato que sigue se basó durante décadas en los testimonios de Pommer y Janowitz, los cuales podríamos decir que no fueron muy exactos con la realidad (por no decir que literalmente se la inventaron).
La gestación de la película
Según dice la leyenda, Erich Pommer inicialmente era reticente a atender a esos dos jóvenes guionistas sin experiencia, pero éstos insistieron tanto que aceptó escuchar su relato. No se arrepintió de su decisión, puesto que al instante decidió comprar la historia, pero mientras Mayer y Janowitz se la vendieron como una obra que debía tener un tratamiento artístico, él lo veía simplemente como una producción macabra sobre asesinatos que podría salirle barata. Esto último de entrada es absolutamente falso, puesto que posteriormente se ha demostrado que la película fue planteada desde el inicio como una producción de prestigio y no una obra barata sobre asesinatos. De hecho el productor en realidad no acabó siendo Pommer sino Rudolf Meinert, que también trabajaba en Decla. Pero como Pommer fue luego uno de los productores más famosos de Europa y estuvo de alguna manera involucrado en la película, se ha acabado aceptando la idea de que fue una producción suya. Este Doctor, como testigo de primera mano en el proceso de creación de su biopic puede atestiguar que fue Herr Meinert quien llevó a cabo las labores de producción.
No obstante el principal punto de divergencia al respecto está en quién tuvo la idea que hizo de El Gabinete del Doctor Caligari una película tan especial: sus decorados expresionistas. Aquí tenemos versiones para todos los gustos. Janowitz asegura que eso estaba indicado ya en el guión y propusieron que el pintor Alfred Kubin diseñara los decorados. Éste no aceptó la oferta por falta de tiempo, pero como en alguna parte estaba escrito «Kubin» en referencia al estilo visual, los diseñadores artísticos del estudio entendieron erróneamente que los decorados debían ser cubistas. Fuera como fuera, Janowitz y Mayer estaban satisfechos con el resultado pero, según el primero, tardaron mucho en encontrar un director dispuesto a filmar algo así por ser un planteamiento totalmente nuevo para el cine. La versión de Pommer es más anecdótica: según él los diseñadores propusieron pintar las luces y sombras en los decorados a causa de las restricciones que había en el uso de electricidad. No era más que una forma de ahorrar el gasto de luz en los años de la posguerra dándole además una forma artística aprovechando que el expresionismo estaba de moda.
Mucho me temo que este Doctor debe aportar algo de luz sobre el asunto. De entrada, el guión de Mayer y Janowitz no hace absolutamente ninguna mención sobre el tipo de decorados o de estética de la película. ¡De hecho leyéndolo podría corresponder a un relato criminal sin más! Y por descontado la anécdota de Herr Pommer resulta divertida pero es absolutamente falsa, sobre todo teniendo en cuenta que Caligari nunca fue un proyecto de bajo presupuesto (¡alguien como un servidor se merece una producción por todo lo grande, no algo modesto!).
Pasemos a escuchar la versión de una tercera persona implicada menos conocida pero igualmente decisiva en el desarrollo de la película: el diseñador de producción Hermann Warm. Éste asegura que recibió el guión de manos del productor Rudolf Meinert (lo cual ya es un indicio de ser un testimonio fiable, puesto que no menciona a Pommer) y del director Robert Wiene (desmintiendo la hipótesis de Janowitz de que les costó encontrar a alguien dispuesto a rodar con esos decorados, porque Wiene ya estaba implicado antes de que se decidiera la estética del film). Warm habló con los diseñadores Walter Reimann y Walter Röhring para hacer una propuesta y entonces Reimann, que solía pintar cuadros expresionistas, propuso recrear una ambientación puramente expresionista. A Warm le gustó la idea porque un diseño así capturaba muy bien el estilo del guión, así que hicieron unos bocetos y se los pasaron a Meinert y Wiene (en este post pueden ver algunos de ellos). Según Warm, Wiene aceptó entusiasmado al instante. Al productor, más cauto, le llevó un día tomar una decisión pero acabó transigiendo. En dos semanas realizarían todos esos célebres decorados que pasaron a la historia.
Una prueba más de que Caligari no iba a ser un film de bajo presupuesto o de que no se temía que esa estética echara atrás al público es que ya desde su producción se recurrió a la prensa para que hablara de esta innovadora película que se estaba gestando. Una muestra de ello es este fragmento de un artículo publicado en enero de 1920 en un viejo ejemplar que este Doctor conserva de la revista Film-Kurier, escrito por un periodista que pudo asistir al rodaje:
«Es toda una hazaña que Decla haya seguido la inspiración de Robert Wiene y que, sin importar su éxito o fracaso, le haya dado vía libre en esta aventura artística encaminada a desarrollar el expresionismo en el cine. Podríamos especular sobre los resultados económicos que dará, pero algo es seguro: hay una gran visión artística detrás (…).
La nueva película de Decla, El Gabinete del Doctor Caligari, de Hans Janowitz y Carl Mayer, ha permitido al director Robert Wiene una oportunidad para llevar a cabo este plan. El extraño y macabro cuento de locura, la historia del peculiar Dr. Caligari es particularmente apropiada para su visión. Los pintores Warm, Reimann y Röhring han demostrado ser colaboradores productivos y muy talentosos, y las escenas que he podido ver inspiran grandes esperanzas hacia el producto final.
Antes de ver este mundo por nosotros mismos eramos escépticos. No podíamos imaginarnos las líneas inclinadas, triángulos y rectángulos de los cuadros modernos como formas tridimensionales en el espacio; esperábamos una apabullante sensación de implausibilidad, especialmente cuando se alineara con la realidad de la fotografía.
Pero la impresión ha despejado cualquier duda. Lo primero que vi fue un tejado escarpado que sobresalía. De fondo una ventana con barrotes apelotonados desordenadamente, y en la distancia la silueta de un tejado de chimeneas inclinadas. En el ático había una cama sencillo con dos sillas de respaldos infinitamente altos. Las paredes estaban cubiertas de pintura que caía sobre la cama. Los detalles son extraños, pero nunca he tenido una sensación tan profunda e inmediata de desolación opresiva y de torturadora soledad de un decorado como la que sentí aquí.
(…)
Una visita a un estudio nunca ha sido tan interesante e inspiradora como ésta. Estamos muy excitados por ver el resultado de esta película: porque es un nuevo camino, una progresión para el cine, un viaje pionero hacia aguas desconocidas y, como tal, un auténtico logro«.
El estreno
Cuando la película estuvo lista para el estreno tuvo lugar una campaña de publicidad muy audaz y fuera de lo común. Por todo Berlín empezaron a aparecer unos pósters de apariencia muy inquietante que simplemente decían «Du musst Caligari werden» («Debes convertirte en Caligari«), que como hoy día sabemos, es la frase que se le mete en la cabeza al personaje de Werner Krauss cuando se vuelve loco. Este tipo de estratagemas ya se habían usado antes (recuerden si no el caso de Les Vampires (1915) de Louis Feuillade) pero los productores consiguieron su propósito: atraer la atención del público, que no sabían a qué hacían referencia los carteles ni quién era el tal Caligari. Recordemos que además eran años muy convulsos a nivel político y social, de modo que un cartel de dichas características podía referirse literalmente a cualquier cosa.
Así pues, no es de extrañar que cuando la película se estrenó el 26 de febrero de 1920 constituyera un absoluto éxito de taquilla, siendo además el film que se considera que inicia la edad de oro del cine alemán de la República de Weimar y una de las primeras obras que proponía abiertamente una estética que se diferenciara claramente de la realidad. No obstante, nuestro amigo Pommer persistió en dar una visión diferente de la realidad. Según él, la película fue un rotundo fracaso, a raíz del cual tuvieron que lanzar la campaña de «Du musst Caligari werden» para atraer a la gente al cine, pero eso es totalmente falso. Aun así esa visión ha calado hondo hasta nuestros días, fomentando la creencia de que Caligari fue una obra que no funcionó en su estreno y que no se redescubrió en Alemania hasta después de que llegara a Francia, donde fue aplaudida desde el principio.
Una pregunta que seguramente se hará el lector a estas alturas es por qué Janowitz y Pommer dieron una versión tan inexacta de los hechos y nadie la desmintió. La explicación es que estos relatos se construyeron muchas décadas después de la producción de la película, cuando varios de sus principales responsables habían fallecido (Mayer y el director Robert Wiene). Aprovechando la fascinación que seguía generando la película, cada uno de los dos maquinó una versión interesada de la realidad de cara a transmitir una idea muy concreta. Erich Pommer pretendía hacernos creer que Caligari fue una producción barata que acabó saliendo así casi por accidente y que ni siquiera fue entendida por el público alemán en su momento. Janowitz en cambio se sustenta en la historia del creador genial (él y Mayer) sobre el cual recae todo el mérito del resultado final y que luego fue traicionado por otro que no entendió su idea (Robert Wiene), y que en consecuencia hizo cambios que traicionaron su espíritu. Esto es algo que veremos en el siguiente post.
Pero volviendo al mito de Caligari como fracaso cinematográfico, éste se sustenta en creer que el gran público difícilmente podría estar preparado para asimilar una obra con un estilo tan singular y artístico como ésta, pero realmente no era así. En aquellos años, las diferencias entre cine comercial y cine de vanguardia no eran tan radicales como lo sería tiempo después, de modo que un experimento artístico como éste podía venderse perfectamente como una película comercial. Y por otro lado, en 1920 el arte expresionista ya había sido más que asimilado por el gran público y era casi un estilo artístico de moda. Para entonces ya se habían estrenado numerosas obras teatrales que sirvieron como referente artístico a Caligari, y que mencionaremos en otro post de esta serie, de modo que el público estaba realmente preparado para algo así. Por tanto, pese a lo audaz y rompedora que era la propuesta, no resultaba en absoluto un salto al vacío.
Lo que sí es cierto es que el film fue un gran éxito de taquilla en el extranjero. En Francia creó auténtica devoción y cuando llegó a Estados Unidos en 1921 se convirtió en la película que consiguió hacer un hueco al cine alemán en el difícil mercado americano junto a Madame DuBarry (1919) de Ernst Lubitsch. Pero mientras las obras de Lubitsch llamaban la atención por su sentido del espectáculo, Caligari hizo que los espectadores y críticos americanos empezaran a asociar el cine germano con obras más cuidadas artísticamente que las que se hacían en Hollywood, un tópico como cualquier otro, pero que siguió yendo a más cuando en los años venideros llegaron las obras de Fritz Lang y F.W. Murnau y que trataremos más a fondo en el último post de esta serie.
Artículos que atestiguan el enorme éxito de Caligari en Estados Unidos.