Las Extraordinarias Aventuras de Mr. West en el País de los Bolcheviques (Neobychainye priklyucheniya mistera Vesta v strane bolshevikov, 1924) de Lev Kuleshov

Algo olvidado hoy día fuera de las clases de historia del cine o de teoría del montaje, Lev Kuleshov merecía también una mención en este rincón silente, aunque solo sea por su su rol como padrino de esa magnífica generación de cineastas soviéticos de la era muda.

A diferencia de muchos de los directores soviéticos que se hicieron célebres en los años venideros Kuleshov fue uno de los pocos cineastas que inició su carrera en la era prerrevolucionaria (fue asistente del gran Yevgeni Bauer). Tras años de experimentar con la técnica cinematográfica, fundó en 1920 un laboratorio donde explicar sus teorías a una serie de estudiantes que incluían futuros directores de renombre. De hecho, Kuleshov fue el primer cineasta soviético en dar una gran importancia a la fase de montaje, que luego sería una pieza esencial de dicha cinematografía.

En una época en que se hacía muy difícil la producción fílmica en Rusia, Kuleshov consiguió finalmente tirar adelante con algunos de sus alumnos la película Las Extraordinarias Aventuras de Mr. West en el País de los Bolcheviques (1924), donde pondría en práctica algunos de sus conceptos clave como el célebre «efecto Kuleshov».

La película era una farsa que desplegaba dos de los principales puntos clave del cineasta: la aplicación de sus conceptos sobre el montaje y su interés por Estados Unidos. El decantarse por una comedia casi slapstick iba unido a ese segundo punto pero también a que Kuleshov sentía más interés por dirigirse al público de clase obrera, huyendo de films de temática más seria y pomposa (su siguiente película de hecho sería un triller de ciencia ficción). Al hacer que el primer proyecto de su laboratorio de cine fuera una comedia cuyo extenso título ya da una idea de su talante absurdo, estaba en cierto modo haciendo una declaración de intenciones: Kuleshov buscaba dejar atrás la tradición culta que tanto se estilaba durante la época imperialista (films que por temática y estilo parecían atraer a un público más refinado) y proponer un nuevo tipo de cine.

De hecho, el director llevaba tiempo estudiando no solo las películas sino el consumo que hacía de ellas el público ruso, y descubrió que éstos preferían las producciones americanas antes que las propias. Uno de los motivos estaba en que el cine americano destacaba por un montaje mucho más ágil y fluido que las hacía menos densas, de ahí que paradójicamente en Mr. West – no me hagan escribir el título entero de nuevo – Kuleshov se burla de los estadounienses pero al mismo tiempo rinde pleitesía a su cultura, tomando como referencia no solo a Griffith sino el slapstick más absurdo de Mack Sennett.

El protagonista es Mr. West (cuyo parecido a Harold Lloyd es otro guiño a las influencias slapstick de la película), un diplomático americano que acude a Rusia muerto de miedo por la imagen tan perniciosa que se da de los bolcheviques en la prensa americana (esto era un hecho real y de sobras conocido por Kuleshov). Para protegerse se lleva consigo a su inseparable vaquero Jeddy, pero una vez ahí lo pierde de vista y cae en manos de una banda de rufianes que le engañan para sonsacarle dinero.

Mr. West es una película abiertamente absurda que da una imagen tan grotesca de los americanos que parece querer compensar todos los agravios que éstos estaban provocando a la Rusia soviética. No solo Mr. West es un personaje tontorrón e inútil, sino que además Kuleshov nos lo muestra a su llegada a Rusia enarbolando una pequeña bandera americana (¿?). Y eso sin olvidar la idea de utilizar de guardaespaldas a un vaquero vestido como tal. La película propone por tanto luchar contra los tópicos contraponiéndolos con otros de forma cómica y absurda. Lo que le resta puntos es que obviamente el film acaba dando una imagen favorecedora de la Rusia bolchevique hasta el extremo de que al final Mr. West, impresionado al conocer la realidad, pide a su mujer por telegrama que cuelgue una imagen de Lenin en su casa.

Sin parecerme especialmente divertida, la película resulta interesante por la forma como maneja el montaje, menos llamativo que el uso que le darían posteriormente gente como Eisenstein o Vertov, pero para el tipo de cine que se hacía en Rusia en aquellos años resultaba muy inusual (recordemos que esta película es anterior a todas las grandes obras del cine soviético). También tiene un interés especial poder ver nterpretando algunos de los papeles a futuros grandes cineastas, por entonces alumnos de Kuleshov, como Boris Barnet encarnando al cowboy y Vsevolod Pudovkin bordando el papel de antagonista. También merece una mención especial la actriz Aleksandra Khokhlova, que propone un tipo de interpretación que también rompía con la tradición cinematográfica anterior, y no duda en darle a su personaje un aspecto grotesco y exagerado con fines cómicos.

Aunque por debajo de los clásicos que vendrían años después, Mr. West supone un primer paso en la historia del cine soviético de cara a proponer un nuevo tipo de películas, que luego los seguidores de Kuleshov llevaron hasta otros niveles extraordinarios.

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