Demolición de un Muro (Démolition d’un Mur, 1896) de Louis Lumière

Examinando los primeros filmes que rodaron los hermanos Lumière con su famoso cinematógrafo es fácil deducir en la mayoría de casos el atractivo que tenían los temas escogidos para el público de la época: esas pequeñas escenas cotidianas reconocibles para los espectadores que además les permitían disfrutar de ver a personas vivas, de cara y hueso, moviéndose ante sus ojos (ya fuera jugando a las cartas, saliendo del trabajo o dando de comer a un bebé); los primeros escarceos en la ficción con El Regador Regado (L’Arroseur Arrosé, 1895); las postales cinematográficas de sitios de interés turístico o, por mucho que se haya exagerado (o directamente inventado), la emoción de ver un tren dirigiéndose a cámara.

En comparación con esos otros cortometrajes, Demolición de un Muro (Démolition d’un Mur, 1896) puede parecer un tanto insustancial: básicamente vemos a unos operarios derribando una pared ante la mirada atenta de Auguste Lumière y luego, cuando ha caído, pasan a destrozarlo con sus picos. Pero en realidad este filme nos dice mucho sobre el atractivo que tenía el cine para los primeros espectadores de entonces. La clave está en ese primer disfrute hacia el movimiento de las imágenes en su versión más elemental, el placer de ver cómo la cámara ha captado la caída del muro y, no puede olvidarse, esa fascinación que sentimos hacia las imágenes de destrucción y devastación. En este muro cayéndose tenemos el germen de centenares de películas que nos han ofrecido a lo largo de décadas aparatosas escenas de destrucción recreadas con los efectos especiales de cada época. En cierta forma el cine de catástrofes empieza aquí, en un simple muro derribado por unos obreros que nos resulta atractivo simplemente por el placer de ver cómo cae y se descompone.

De hecho, la película contenía además una curiosa pirueta que la hace aún más interesante a nivel histórico: en sus proyecciones era costumbre que el proyeccionista, al acabar el corto, la rebobinara para mostrarla yendo hacia atrás, tal y como se recrea en el vídeo que he puesto en este post. La fascinación era entonces doble: del placer por la destrucción se pasaba a ese efecto de magia que permitía reconstruir el muro y hacer ver a los espectadores, por primera vez en sus vidas, la imagen que ofrecía el mundo funcionando hacia atrás. En su sencillez y apenas 1 minuto de duración, Demolición de un Muro refleja perfectamente las cualidades que hacían del cinematógrafo de los Lumière una experiencia tan atractiva para la audiencia de la época, así como la innegable perspicacia comercial de los hermanos, que entendieron muy pronto cómo utilizar su invento para así sacarle el mayor partido posible a algo que, en primera instancia, podía parecer que no era más que una forma de conseguir «fotografías en movimiento». Ya existía por tanto desde sus inicios una primera sensibilidad hacia otra cosa que iba más allá, que sería lo que conocemos como cine.

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7 comentarios en “Demolición de un Muro (Démolition d’un Mur, 1896) de Louis Lumière

  1. Sí, señor, ¡desde luego que merece un post, este corto pionerísimo! Se olvidó de decir que seguro que esta debió ser la película favorita de los jubilados, mirones de obra, de aquel momento. Yo ya estoy planteando en dedicarme a esta actividad de aquí algo menos de una década, si todo sigue lo previto. Gracias!

  2. Ciertamente cuando el proyeccionista hace el efecto de inversión que podemos contemplar en esta cinta “editada”, la reproducción lumièrista de la realidad invade el terreno mélièsista de la magia.
    Por otra parte, ¿por qué nos fascina la destrucción física? ¿cómo somos capaces de seguir viendo hipnotizados la caída de las Torres Gemelas como si no lleváramos más de veinte años haciéndolo?
    Gracias, doctor y un saludo.

    • Es una muy buena pregunta para la que no tengo respuesta. El enorme éxito del cine de catástrofes y de las escenas de destrucción del cine de acción demuestran que tenemos una faceta oscura que disfruta de ello… el por qué ya se lo dejo a otros doctores, como mi colega el Doctor Freud.
      Un saludo.

  3. Mi querido Doctor,
    no sé si es la primera vez que tiene usted ese extraño privilegio, pero sepa que este apunte suyo se ha convertido en la tarea para el finde de mis 40 alumnos de 1º de Bachillerato. Tendrán que leerlo tranquilamente y distinguir dónde adopta usted un enfoque objetivista y subjetivista desde el punto de vista estético…
    ¿No le da regustito, chafar media hora de un finde soleado de primavera a 40 adolescentes en plena hormonación? La crueldad se ejerce de muchas maneras.

    Todos los años cuando empiezo el tema de Estética les pongo algún filme primitivo entre otras cosas (normalmente «El regador regado») pero ha dado la casualidad de que publica usted esto justo el día que tenía que preparar la clase, así que miel sobre hojuelas.

    Propedéuticos abrazos

    • Jajaja, es usted también a su manera un genio del mal, amigo Manuel.
      Me consta que otros profesores han usado algunos de los artículos de este rincón con fines pedagógicos porque a veces me encuentro gente que llega a través de links de intranets de uso educativo. Espero pues que sus alumnos no se aburran demasiado con mi reflexión.

      Y muy curioso lo de empezar la lección de Estética con un Lumière, ahora tengo curiosidad por infiltrarme en una de sus clases y ver cómo lo introduce y junto a qué otras cosas.
      (Una pequeña curiosidad adicional: la única película que nos puso mi profesor de filosofía en Bachillerato fue… Pulp Fiction. Nunca entendí el por qué, pero se lo agradecí muchísimo porque me descubrió una forma de cine que por entonces desconocía por completo).

      Un saludo.

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