Películas desaparecidas: La Civilisation à travers les Âges (1908) de Georges Méliès

   Cuando hemos hablado en este rincón silente de filmes perdidos, habrán notado que casi nunca hemos tratado películas de los orígenes del cine. La realidad es que en esos primeros años hay tantas obras perdidas que uno no sabe ni por dónde empezar, pero hoy nos centraremos en una concreta que nos sirve para constatar que incluso en la llamada era primitiva hay potenciales joyas que no podemos más que lamentar que se hayan perdido seguramente para siempre.

En 1908 Georges Méliès se encontraba en un momento muy delicado de su carrera. El cine en aquellos años estaba cambiando a una velocidad de vértigo, y el que tan solo unos años atrás era uno de los cineastas más importantes del mundo, en ese momento corría el peligro de quedarse atrás respecto al camino que estaba emprendiendo el medio. No es que sus películas hubieran dejado de ser interesantes, sino que la tendencia general iba hacia otros caminos diferentes de sus filmes de trucajes y fantasmagorías. Sin irse muy lejos, ese mismo año su compatriota Albert Capellani estrenaba una adaptación de La Bella y la Bestia y su primera versión de L’Arlesienne (1908), mientras que en Estados Unidos debutaba un tal D.W. Griffith que enseguida supo aprovechar las posibilidades narrativas del medio. Pero el filme que Méliès tuvo en mente en ese momento era uno italiano: Los Últimos Días de Pompeya (Gli ultimi Giorni di Pompeii, 1908) de Arturo Ambrosio y Luigi Maggi.

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Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2024 (III)

Autor: Valerio Greco

8 de octubre – El Tío Sam visto por Colombia

Algo que me gusta de Pordenone es su absoluta heterogeneidad, el hecho de ser un festival que, dentro de lo que es el cine mudo, pueda incluir cualquier cosa. Tan pronto estamos viendo un filme de Uzbekistán que denuncia la situación de la mujer allá como nos encontramos bajo el mar viendo un documental submarino. Primero tuvimos dos aperitivos: Dans le Sous-Marin (1908), un corto en que varios hombres quedan atrapados en un submarino y mientras mueren recuerdan imágenes de sus hogares, para luego desembocar en un tableau vivant con varias mujeres haciendo aparecer bebés (¿?) y enarbolando un mensaje de paz, y Le Voyage Fantastique de Marius (1912), un corto animado en que un hombrecillo convierte su coche en un submarino. Luego vimos el documental Wonders of the Sea (1922) de J. Ernest Williamson, que tenía como principal aliciente mostrar imágenes del fondo del mar en una época en que no eran tan fáciles de filmar como hoy día.

Es un filme curioso, con varias tomas que captan la belleza de una nadadora sumergiéndose al fondo del mar (incluyendo algunos planos en slow motion para plasmar mejor sus movimientos), un pintor que se dedica a pintar el fondo del mar desde una cámara sumergida bajo el barco en compañía de un niño que sospecho que está de adorno y, finalmente, dos submarinistas paseándose por el fondo marino, cazando una pobre morena y enfrentándose a un temible pulpo que es descaradamente de mentira. En esta cruenta lucha entre el hombre y el pulpo de mentira, les tranquilizará saber que una vez más ganó el ser humano. Pero bromas aparte, es interesante constatar cómo Williamson cree conveniente añadir esta pequeña ficción inventada para dar un poco más de sustancia a un documental que, por si solo, yo creo que ya habría funcionado perfectamente.

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Le Frotteur (1907) de Louis Feuillade… o Alice Guy

Aunque asociamos un nombre como el de Louis Feuillade a sus célebres seriales o incluso a películas tan ambiciosas como el drama bélico Vendémiaire (1918), lo cierto es que en sus inicios hacía, como el resto de directores de la época, un poco de todo. Hay algo bastante refrescante en investigar los inicios de cineastas como él o el gran Albert Capellani, y descubrir cómo sus primeros títulos a menudo son cortometrajes cómicos, a veces bastante tontos. Pero no los menospreciemos, ése es el camino que les llevaría a películas que les darían un gran prestigio.

Le Frotteur (1907) es un ejemplo perfecto de este tipo de obras primerizas que parten de una premisa muy sencilla que desemboca en el caos: un hombre de la limpieza absolutamente caótico que se esmera tanto en fregar el suelo que hace retumbar el edificio. Más tarde, cuando todos suben a recriminarle el escándalo que está armando, se resbalarán en el suelo recién encerado y, como no podía ser menos, el gran final incluye techos derrumbándose y un policía intentando poner orden. No es una joya oculta pero resulta divertido, sobre todo los planos del limpiador esmerándose tantísimo en frotar el suelo.

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Loïe Fuller, Annabelle Moore y las danzas serpentinas

Una de las muchas cosas que me encantan del cine de los orígenes es su capacidad por darnos a conocer detalles, costumbres, modas y personalidades de esa época que hoy día la mayoría desconocemos. Por ejemplo, un tipo de cortos que siempre me han llamado la atención y que son muy típicos de los primeros años del cine son las «danzas serpentinas», que además eran especialmente apropiadas para los sistemas de coloreado de la época. Vean un ejemplo filmado por Alice Guy aunque en este caso sin color:

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Recordando otras pandemias del pasado: cómo la gripe española de 1918 afectó a Hollywood

Nuestros lectores más veteranos que pertenezcan a la generación del Doctor Caligari sin duda tendrán la sensación de que la pandemia que estamos viviendo últimamente les resulta familiar. Y es que aquellos de nosotros que ya estábamos activos en la era muda aún recordamos la que fue una de las pandemias más devastadoras de la era contemporánea: la gripe española, que entre 1918 y 1920 llegó a infectar a 500 millones de personas (una cuarta parte de la población mundial) y que mató entre 17 y 50 millones de personas, cobrándose más víctimas que la I Guerra Mundial. No es la intención de este Doctor despertar dolorosos recuerdos entre aquellos de nuestros lectores más ancianos, pero sí que le ha parecido interesante dedicar un post para relatar cómo afectó al mundo de Hollywood, ya que quizá encuentren algunos interesantes paralelismos a la situación actual aunque (por suerte) la pandemia que estamos sufriendo hoy día no sea tan devastadora.

De entrada quizá convendría contextualizar un poco. Pese a su nombre, la gripe española no tuvo su origen en España. En realidad se la bautizó así por un motivo de lo más curioso: cuando empezó a causar muertes de forma masiva muchos países se hallaban enfrascados en la I Guerra Mundial y, para no bajar más aún la moral de una población de por sí hundida tras tantos años de muertes y atrocidades en las trincheras, se escondió al gran público los efectos devastadores que estaba teniendo esa enfermedad. España no tenía motivos para esconder dicha noticia, ya que era un país neutral en dicha contienda, y por tanto la prensa del país se hizo especial eco de lo que estaba sucediendo, sobre todo cuando el rey Alfonso XIII contrajo también la enfermedad. Eso dio la impresión en el exterior de que la enfermedad había empezado a cobrar fuerza sobre todo en dicho país, lo cual provocó que se la bautizara popularmente con ese nombre.

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Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2019 (III)


Imagen: Valerio Greco

Entrando en el ecuador del festival uno empieza a notar ya cierto agotamiento acumulado y los primeros síntomas de que el cuerpo está implorando a gritos salir de esa sala oscura. Es en este punto del festival cuando más lamento que casi ninguna de las proyecciones que tengo previsto saltarme sean a primera o última hora del día, que son los horarios que a uno le permitirían dormir unas horas más. Pero qué le haremos, este feliz estrés consistente en que uno tiene demasiadas cosas por ver en una semana es una de las características de festivales como Pordenone, donde además si uno se salta ciertas sesiones no tiene la seguridad de que pueda cazar esa película en otra ocasión.

8 de octubre – Travestismo a gogó

Les voy a hacer una pequeña confesión: aunque me gustan las películas de William S. Hart, no estaba seguro de ser tan fan del célebre cowboy como para disfrutar de un programa entero dedicado a él. Pero de momento la cosa está yendo bien en gran parte por dos motivos: porque aunque hay cierto tipo de argumentos o situaciones que suelen repetirse sus películas están siendo medianamente variadas, y porque el ciclo se centra sobre todo en su primera época, que son cortos y mediometrajes que se digieren mejor y permiten observar cómo va dando forma a su estilo. El mejor de esta tanda fue The Sheriff’s Streak of Yellow (1915), en que Hart es un sheriff admirado por todo el pueblo hasta que un día deja escapar expresamente a un criminal, ya que le debía un favor del pasado. Eso provoca que le obliguen a resignar de su puesto, pero al final vuelven a aceptarle cuando impide un robo al banco cometido por la banda de ese mismo forajido. Sin una mujer que le redima aquí tenemos al Hart más duro y viril en esta historia que trata sobre lo cambiante que es la actitud de la gente hacia nuestro héroe (un detalle sutil pero interesante: cuando todos acuden a ver qué ha sucedido en el banco una vez Hart ha matado a toda la banda, éste inicialmente se muestra algo desconfiado hacia los lugareños seguramente por temor a que piensen que él tuvo algo que ver con el robo, pero por suerte no es así).

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Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2019 (II)

Ah, no hay nada como los primeros días de Pordenone. Todo el mundo está todavía fresco y despejado. Las sesiones de las 9 de la mañana nunca están tan llenas como en estos días y uno aún mantiene el optimismo de ver todas las películas que se había propuesto. En el fondo la experiencia de un festival viene a ser encontrar un equilibrio entre verlo todo y darse las horas adecuadas de reposo. Y nunca parece tan factible y realista el plan semanal que se hace uno como en los primeros días.

5 de octubre – Once hombres y una mujer sin piedad + el anuncio más largo del mundo

Los protagonistas de la primera jornada de Pordenone han sido dos franceses… con permiso, claro está, del señor Charles Chaplin, cuya obra maestra El Chico (The Kid, 1921) ha sido escogida como plato fuerte de la sesión de inauguración del festival acompañada por la Orquesta de San Marco de Pordenone. Pero si me disculpan, dejaremos por una vez a Chaplin de lado (habrá numerosas ocasiones para hablar de El Chico) y pasemos a las otras sesiones del día.

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La Verdad sobre el Hombre Mono (La Vérité sur l’Homme-Singe, 1906) de Alice Guy

Lo que sucede es lo siguiente: un conserje se bebe una botella de crecepelo pensándose que es alcohol y al día siguiente se despierta con el cuerpo cubierto de pelo. ¡Horror! ¿Qué hacer en una situación así? Pues obviamente montar un número de vodevil con su mujer haciéndote pasar por un hombre mono.

Esta es la absurda y divertida premisa de La Vérité sur l’Homme-Singe (1906) de la cineasta Alice Guy, un corto que quizá no acaba de aprovechar del todo el prometedor argumento – que Marco Ferreri exploraría más a fondo medio siglo después en Se Acabó el Negocio (1964) – en parte porque el actor no tiene las virtudes físicas de por ejemplo un Buster Keaton para explotar las posibilidades cómicas de un hombre encarnando a un simio:

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Mujeres directoras en la era muda

En los últimos años hemos estado asistiendo a una más que necesaria reivindicación del papel de la mujer en el cine, especialmente de aquellas cineastas que consiguieron abrirse paso en una industria que históricamente ha estado dominada por hombres en algunos de sus roles más importantes (el de director y productor). Este pequeño rincón dedicado al cine mudo no quiere ser menos, y por ello el Doctor Caligari ha decidido escribir un artículo recordando a algunas de las directoras más remarcables de estos primeros años.

De entrada un dato que puede parecer chocante: en la era muda había más mujeres trabajando en la industria del cine que en cualquier otra época posterior. ¿Cómo puede ser que hubiera tantas directoras en los años 10 y 20 pero que en los años 30 y 40 cueste encontrar ni que sea ejemplos sueltos de realizadoras femeninas? El motivo es más que probablemente el hecho de que en las primeras décadas del cine imperaba una especie de caos que facilitaba esta situación. Y no solo en lo que respecta a las mujeres que pasaron a la dirección, si indagan un poco descubrirán que en la era muda resultaba de lo más normal que muchos actores dirigieran también algún que otro film (teniendo a veces como consecuencia que el actor en cuestión decidiera quedarse en su rol de director, como es el caso de Frank Borzage, Ernst Lubitsch o Tod Browning entre muchos otros), algo que en las décadas siguientes se volvió mucho más raro. En definitiva, en los años 10 y 20 no era demasiado difícil para un profesional del cine tener la ocasión de dirigir algún que otro film y, si la cosa funcionaba, especializarse en ese rol. Cuando en los años 30 se estandarizó el sistema (sobre todo en Hollywood con el sistema de estudios) los roles se volvieron más inamovibles y la lógica de la industria alejó a las mujeres de un puesto de poder tan importante como el de directora.

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Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2017 (II)

29 de septiembre

Este año el Dr. Caligari decidió asistir a la proyección gratuita que sirve como prólogo al festival y que tiene lugar en el Teatro Zancanaro de Sacile, un pueblo (muy bonito por cierto) a solo unos kilómetros de Pordenone. En este caso se trataba ni más ni menos que de una de las obras cumbre del cine silente, El Viento (1928) de Victor Sjöstrom, con una orquesta en vivo interpretando una excelente banda sonora compuesta para la ocasión por Günter A. Buchwald. Para sorpresa de los organizadores, el teatro estaba tan lleno que tuvieron que abrir los palcos superiores (de hecho había gente haciendo cola una hora antes… ¡Sjöstrom arrasando en Sacile!).

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