Garras Humanas es una de las mejores – para muchos cinéfilos directamente la mejor – colaboraciones del tándem Tod Browning-Lon Chaney. Uno de los motivos es, aparte de su indudable calidad, el ser un film que reúne las características definitorias tanto del director como del actor. Al igual que otras obras de Browning, la trama se centra en el mundo del circo y tiene como protagonista a un outsider, un freak, un personaje que escapa de lo normal. Y por supuesto el personaje de Lon Chaney le permite exhibir una de esas interpretaciones que tan bien se le daban de personajes torturados abocados a una situación límite.
Ambientada en un circo de gitanos en España, el film se basa en un triángulo amoroso entre Alonzo el manco, la bella Nanon (interpretada por una jovencísima Joan Crawford) y el forzudo Malabar. Lon Chaney encarna, cómo no, a Alonzo, un hombre sin brazos que lleva a cabo un peligroso número lanzando cuchillos con los pies. Malabar y Alonzo están perdidamente enamorados de Nanon, pero ésta siente una repulsión instintiva hacia los hombres que la toquetean y por ello se siente más cómoda con el inofensivo Alonzo sin brazos. Sin embargo, la realidad es que Alonzo sí que tiene sus brazos, pero se hace pasar por manco con la ayuda de su amigo, el enano Cojo, para huir de la policía. Cuando Alonzo cree ser correspondido por Nanon se encuentra entonces con una gran paradoja: cuando ella descubra que tiene brazos dejará de amarlo.
La historia de Garras Humanas en realidad bebe directamente de otros films y no deja de ser una vuelta de tuerca a un argumento al que Chaney se había enfrentado en otras ocasiones. En El Trío Magnífico (1925), donde ya colaboraban juntos director y actor, Chaney estaba en una situación casi idéntica: un triángulo amoroso en que estaba en desventaja porque podría descubrirse (en este caso la situación no era menos extravagante: es un criminal que se oculta disfrazado de ancianita). Pero el precedente más claro es la extraordinaria He Who Gets Slapped (1924), el primer film que realizó el director sueco Victor Sjöstrom en Hollywood y cuyo éxito propulsó su carrera en Estados Unidos. Allí no sólo encontramos de nuevo a Chaney en un contexto circense sino que vuelve a sufrir en sus carnes la impotencia de amar a la bella bailarina y ver cómo no es correspondido sin que ella sospeche nada de sus sentimientos. Para rematarlo, Chaney repetiría una vez más un papel muy parecido en Ríe, Payaso, Ríe (1928).
Chaney era un actor especializado en papeles extravagantes y difíciles con un alto componente de masoquismo. El torturado Alonzo era un personaje escrito para él, con esa mezcla de patetismo y crueldad, que le lleva a adorar a Nanon y desear lo mejor para ella al mismo tiempo que engaña sin compasión a su rival Malabar, aún cuando se trata de un personaje simpático que incluso le salva de una paliza. Para el espectador de la época resultaría especialmente novedoso que el protagonista no fuera Malabar, guapo, forzudo y con sentimientos amorosos honestos; sino el criminal que se oculta de la ley y que está celoso. Es cierto que Browning siempre tomaba partido por los personajes descolocados socialmente (véase si no Freaks), pero aquí además los roles de protagonista-antagonista están difusos: Alonzo nunca se enfrenta a ningún peligro ni a ningún personaje que vaya a hacer algo malo, de hecho es él quien acaba haciéndolo. En eso este film se diferencia de los precedentes mencionados anteriormente, donde los personajes de Chaney acaban sacrificándose.
Uno de los detalles más interesantes del filme es su título original, que teóricamente tiene tan poco que ver con su contenido: «lo desconocido». ¿A qué se refiere? Probablemente eso desconocido es el miedo que tiene Nanon hacia los brazos masculinos, que no hace falta ser un psicólogo para deducir que es una metáfora sobre su miedo al sexo, que le lleva a rechazar a los hombres que no dejan de manosearla, especialmente a Malabar con sus fuertes brazos. Es por ello que solo se siente segura con Alonzo, quien al ser manco y por tanto estar «castrado» le ofrece la sensación de seguridad de que no abusará de ella.
De esta forma, Garras Humanas viene a ser la historia de un hombre dispuesto a castrarse por la mujer que ama. Si les parece que esa asociación entre los brazos y el órgano sexual masculino es algo exagerada, fíjense cómo el cómplice de Alonzo le recuerda que si se casa con ella, la noche de bodas descubrirá horrorizada que en realidad tiene brazos.
Es por eso que cuando Alonzo tiene la idea de amputarse los brazos por ella simbólicamente se está castrando a sí mismo condenándose para siempre a ser un inválido o, mejor dicho, un hombre a medias. De hecho los brazos representan no solo su sexualidad sino las pulsiones que tiene reprimidas durante la mayor parte del día, cuando está literalmente atado: una vez se libera estrangula al director del circo que antes le maltrató sin poder defenderse, y por otro lado su gran deseo es poder usar sus brazos para abrazar y poseer a Nanon.
Garras Humanas exhibe el gusto de Browning por el mundo del circo y su fascinación por lo extraño. No es solo el hecho de que Alonzo finja ser manco sino que además su rasgo distintivo sea que tiene dos pulgares en una mano. Aún cuando cualquier guionista podría haber ideado otro rasgo reconocible más plausible (por ejemplo cicatrices o marcas de nacimiento con determinada forma), en el mundo de Browning hay siempre preferencia por lo grotesco, las deformidades, los enanos o los seres humanos con capacidades inusuales. De hecho inicialmente Browning y el guionista tenían pensada alguna deformidad aún más espantosa como una especie de mano-garra, pero la acabaron desechando.
Como no podía ser menos, Lon Chaney ofrece otro de sus clásicos tour de force y una de sus mejores interpretaciones que llevan al personaje al límite. La escena más extrema en ese sentido es aquella en que descubre que Nanon y Malabar están prometidos y le entra una risa histérica de desesperación que ellos entienden como una risa de alegría que él a su vez debe disimular como tal. El cine de Browning siempre se ha situado en la fina línea entre lo extremo y casi lo ridículo, y esta escena, el momento más intenso de la película, es una prueba de ello. Chaney demuestra aquí lo prodigioso que era como intérprete al conseguir canalizar en su semblante toda una serie de expresiones simultáneas, logrando que esta escena resulte al mismo tiempo trágico y patética, casi rozando lo cómico. Incluso las frases con las que Browning remata esa revelación, incidiendo aún más en el dolor del personaje, tienen una ironía casi propia de una comedia. Solo un actor como Chaney podría salir airoso de un instante tan sumamente cruel, en que se entremezclan el dolor, la desesperación y el patetismo de su situación.
Por otro lado, aunque el actor se entrenó para las escenas en que utiliza los pies, en las tareas más complicadas como fumar un cigarro o tocar la guitarra necesitó de un doble – un hombre manco de verdad llamado Paul Dismute, que doblaba sus pies oculto siempre bajo el atrezzo o los ropajes de Chaney.
En Garras Humanas, Chaney y Browning, ya conocidos en esa época por su preferencia por historias sórdidas, llegaron al límite en opinión de muchos críticos. La historia en sí de hecho es tan increíble que algunos estudiosos han resaltado que parece casi onírica, como una especie de pesadilla extravagante. Browning, consciente de ello, la sitúa en la lejana España confiando que ese distanciamiento ayude al público americano a poder creerse el film al tener lugar en un contexto más exótico.
Pero no nos quedemos solo en lo más sórdido del argumento y fijémonos en cómo contiene uno de los mejores trabajos de Browning tras las cámaras, con detalles como el uso sutil de patrones en algunos planos que le dan un acabado casi pictórico (pueden comprobarlo en la tercera captura del post). Así mismo, me gusta cómo el guion utiliza inteligentemente una de las grandes ventajas del cine sonoro: el poder escoger qué diálogos conocemos y cuáles no, el seleccionar cuáles se reproducen en rótulos y cuáles dejar que se sobreentiendan. Por ello cuando Alonzo decide amputarse los brazos, nunca se verbaliza explícitamente en un rótulo. Es algo demasiado horroroso y extremo como para ponerlo en un rótulo, es aquello tan terrible que Browning prefiere que lo sobreentendamos en lugar de hacerlo explícito.
Durante mucho tiempo se creyó que el film se había perdido hasta que fue encontrado sorprendentemente en una filmoteca francesa. Como anécdota, el film estaba archivado junto a varias películas desconocidas a causa de que el título que tenía el rollo de film («L’inconnu», la traducción francesa del título original) llevó a algún documentalista a equivocarse pensando que era otra obra desconocida por clasificar.