A finales de los años 10, Mack Sennett y su estudio Keystone eran sinónimos de comedia. Sus películas eran inmensamente populares, más incluso que otras de géneros más prestigiosos, y por ello consiguieron penetrar en el imaginario popular de la época. El público de entonces entendía que una comedia Keystone era sinónimo de varios elementos que se repetían constantemente, como alocadas persecuciones al último momento, chicas en bañador y, en el caso que nos ocupa, los policías de la Keystone.
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El origen de un gag: la danza de los panecillos de La Quimera del Oro (1925)
Si hay un gag a destacar de toda la carrera de Chaplin por el que ha sido especialmente recordado es la danza de los panecillos de La Quimera del Oro (1925). Me imagino que todos lo conocerán, pero nunca está de más volver a verlo:
El Rey de la Comedia de Mack Sennett
Definitivamente una autobiografía de Mack Sennett es un libro que tiene ganado mucho de antemano, ya que se trata de una de esas personas que tenía tanto que contar y que había hecho tantas cosas interesantes que una autobiografía suya difícilmente podría fallar.
Aunque no fue el creador de la comedia fílmica como se ha dicho a menudo, sí que fue el gran propulsor del género creando en 1912 su famoso estudio Keystone, del cual surgieron cientos de comedias que tuvieron un éxito arrollador y que convirtieron el slapstick en uno de los géneros más exitosos del cine mudo. Teniendo en cuenta los talentos que descubrió (Mabel Normand, Chaplin, Roscoe Arbuckle, Harry Langdon, Gloria Swanson) y lo importantísima que fue su aportación a la comedia, su autobiografía promete ser un jugoso caramelo para cualquier cinéfilo.
Buster Keaton y la evolución de un gag
El gag más famoso e icónico de la carrera de Buster Keaton es muy probablemente el del muro que le cae encima en El héroe del río (1928) dejándolo ileso al estar situado milagrosamente donde estaba la ventana.
Como todos los gags físicos de Buster Keaton, el famoso gag del muro no tenía nada de trucaje, y él mismo lo deja bien claro al filmar el momento sin un solo corte. Realmente, Keaton se jugó la vida por ese plano, y de hecho era experto en hacer acrobacias y jugarse el pellejo por un buen gag (recuérdese si no al actor nadando en los rápidos de La Ley de la Hospitalidad, sumergido a unas temperaturas bajísimas en un lago real para El Navegante o haciendo acrobacias en una moto sin conductor en El Moderno Sherlock Holmes), pero seguramente nunca llegó tan lejos como en éste, en que un error de cálculo de unos centímetros le podría haber costado la vida.