Actores infantiles en la era muda: Baby Peggy, Jackie Coogan y la «ley Coogan»

Uno de los fenómenos que más popularidad tuvieron en la era muda y que hoy día ha quedado algo en el olvido son las películas de niños. Había una absoluta locura hacia este tipo de films en que a veces los protagonistas a veces no tenían ni cinco años de edad y no obstante podían convertirse en absolutas estrellas. Y si ya es complicado para un adulto tener que lidiar con todo lo que conlleva la fama, como supondrán más aún debía serlo para estos niños que a menudo estaban totalmente desprotegidos ante la ley. Hay muchas historias con finales más bien tristes de estrellas infantiles que pasaron en cuestión de años de la más absoluta popularidad al total olvido y a tener que vivir en condiciones económicas más bien precarias. En este post les daremos a conocer algunas de ellas.

Empezaré por la actriz que me dio la idea inicial: Baby Peggy, quien a día de hoy ostenta el récord de ser una de las poquísimas intérpretes de la era muda que aún sigue con vida a sus 99 años. Su entrada en el cine fue a través de su padre, que trabajaba como extra en películas de vaqueros. En una visita que hizo en el estudio llamó la atención de un director que propuso contratarla en una serie de cortometrajes protagonizados junto a un perro, Brownie. Las películas funcionaron tan bien que cuando su compañero canino falleció decidieron continuar utilizándola solo a ella. Por entonces tenía únicamente año y medio de edad. Le siguieron más de 150 cortos y largometrajes que la convirtieron en una de las estrellas más grandes de la época, con todo tipo de merchandising asociado a ella, como muñecas Baby Peggy, y más de un millón de cartas al año de fans de todo el mundo. En su mejor momento esta niña de apenas 6 años tenía un contrato de un millón y medio de dólares al año situándola entre los intérpretes mejor pagados de Hollywood. Por desgracia a mediados de década su padre tuvo una discusión con el estudio y a partir de ahí la carrera de Baby Peggy se vino abajo. No tenía más de 7 años.

En esos breves años de estrellato, Baby Peggy estuvo trabajando duro en condiciones que hoy día nos podrían parecer escandalosas, pero que en el Hollywood de los años 20, todavía en fase de establecerse, eran vistas como algo corriente (después de todo en aquellos tiempos no era tan raro que un extra muriera durante un rodaje). El incidente más famoso tuvo lugar durante el rodaje de The Darling of New York (1923), que incluía una escena en que Baby Peggy escapaba de una habitación en llamas. Ella, comprensiblemente asustada, se mostraba reacia a pasar cerca del fuego hacia la salida, pero su padre y el director le insistieron hasta que consiguieron el plano.

Como era de suponer, tras el éxito de Baby Peggy había un lado oscuro. Lo que hacía de Baby Peggy una actriz infantil tan eficaz era su absoluta obediencia sumisa a su padre, quien la tenía dominada por completo. Tal y como ella misma relató tiempo después, si su padre le decía que llorara, ella lo hacía al instante; si le pedía que riera, lo hacía también ipso facto. Era en ese aspecto una niña asombrosamente fácil de dirigir. Pero lo que acabó siendo el gran problema de Baby Peggy y de muchos otros actores infantiles fue el tener unos padres que no supieron administrar una inmensa fortuna que les llegó de golpe. Los padres de Baby Peggy se gastaron el enorme caudal de dinero que les venía de su hija en todo tipo de lujos y no invirtieron prácticamente nada en la educación o el futuro de Peggy y su hermana. Cuando la carrera de Peggy llegó a su fin y su asesor financiero les robó el dinero que les quedaba, la familia tuvo que volver a un tipo de vida más humilde e intentaron exprimir un poco más el potencial de Baby Peggy en el mundo del vodevil sin mucho éxito. Su carrera en realidad había llegado a su fin, ni siquiera en un posterior intento durante la era sonora consiguió volver a despegar. En las décadas siguientes se cambió el nombre a Diana Serra Cary y ha escrito varios libros sobre el tema, como una autobiografía y otro llamado Hollywood’s Children, en que entrevistó a otros actores infantiles de la época como ella.

Hay docenas de historias como ésta en la era muda. Por ejemplo está el caso de Baby Marie Osborne, otra de las grandes actrices infantiles de la época con una carrera que empezó en 1914 con 3 años y se dio por terminada en 1919… ¡a los ocho! En sus mejores momentos ganaba 1.000 dólares a la semana, pero buena parte de ese dinero se perdió por culpa de unos padres derrochadores que cuando se divorciaron se disputaron entre ellos la fortuna de su hija. En los años 30 esta niña prodigio se tenía que ganar la vida humildemente como dependienta en una tienda, aunque más adelante tuvo la suerte de recibir una cuantiosa herencia y encontrar otros trabajos en la industria del cine como supervisora de vestuario.

Otra de las últimas supervivientes de la era muda fue Jean Darling (fallecida hace solo dos años con 93 años de edad), una de las principales intérpretes de la serie de cortos del productor Hal Roach conocida como Our Gang en que los protagonistas eran un grupo de niños. Darling comentaba cómo los niños de Our Gang se acababan convirtiendo en pequeños monstruos consentidos y cómo, cuando llegaban a la edad adulta, veían cómo sus carreras se iban al traste y todo el dinero se esfumaba, conduciéndoles a muchos al alcohol o las drogas. Ella era una de las caras más conocidas de Our Gang, pero por suerte al llegar a la adolescencia se hartó y empezó a ir al instituto. Más adelante estudió canto y consiguió tener una carrera estable en Broadway y televisión para luego dedicarse a escribir. Es de los pocos casos en que su desenlace no fue trágico.

De todos modos el ejemplo más paradigmático es el del actor Jackie Coogan, que llegó a la fama en 1921 gracias a su inolvidable actuación en El Chico (1921) de Chaplin. Por entonces tenía siete años. Rápidamente se convirtió en el actor infantil más famoso del mundo junto a Baby Peggy llegando a labrarse una fortuna de entre tres y cuatro millones de dólares. No obstante, cuando llegó a la mayoría de edad le esperaron años muy duros: su padre murió en un accidente de coche del cual él fue el único superviviente y cuando llegó a la mayoría de edad descubrió que su madre y su padrastro se habían gastado casi toda su fortuna. La madre ni siquiera tuvo remordimientos al respecto y afirmó que como legalmente el dinero que ganara Jackie siendo menor de edad le pertenecía a ella, podía gastarlo como quisiera en ropa, joyas y coches. De hecho ella se intentó encubrir afirmando que después de todo nunca le había prometido a su hijo que le guardaría nada para él. Desde luego estaban muy lejos de ser los padres del año.

En consecuencia, Coogan tuvo que llevar a juicio a su propia madre, algo que ya habían hecho anteriormente otras estrellas infantiles en situaciones muy parecidas como Mary Miles Minter o Virginia Lee Corbin. Finalmente recibió una suma insignificante y vivió algunos años de penurias, viéndose obligado a pedir ayuda a Charles Chaplin. Pero a cambio, la inmensa popularidad de Coogan hizo que esta batalla legal tuviera más repercusión y motivó la creación de lo que se conoce como la «ley Coogan», que obligaba a los padres de actores infantiles a guardar un 15% de los ingresos y regulaba la normativa de trabajo de los intérpretes menores de edad. Dicha ley fue puliéndose y mejorándose con el tiempo, pero de todos modos el caso Coogan sirvió para proteger un poco a futuros actores infantiles que no se vieron tan desvalidos como las estrellas infantiles de la era muda; las cuales no solo no tuvieron una infancia propiamente dicha, sino que además se encontraron sin el dinero que les correspondía tras tantos años de trabajo.

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