Voyage autour d’une Étoile (1906) de Gaston Velle

Hoy les traemos otra de las diferentes películas francesas que surgieron a principios del siglo XX sobre viajes espaciales imposibles, siguiendo la estela de la célebre Viaje a la Luna (Le Voyage dans la Lune, 1902) de Georges Méliès y que luego continuarían otras como Segundo de Chomón en Viaje a Júpiter (Voyage sur Jupiter, 1909). En este caso se trata de la obra de un pionero olvidado – aunque en el fondo, ¿qué pioneros no lo están más allá de los tres o cuatro de siempre? – llamado Gaston Velle. Él venía del mundo de la prestidigitación, lo cual es bastante oportuno para sacar a coalición los vínculos que unían la magia y el cine en sus inicios, y empezó trabajando a las órdenes de los hermanos Lumière. Pronto Velle destacó con luz propia como uno de los cineastas más dotados del momento para realizar películas con llamativos trucajes y tuvo una exitosa carrera a caballo entre Francia e Italia hasta que decidió retirarse del cine en 1913.

Voyage autour d’une Étoile (1906) empieza con un astrónomo mirando diferentes estrellas y planetas del firmamento, los cuales, en la mejor tradición del cine primitivo, acaban adquiriendo el semblante de diferentes personas. Enamorado de unas bellas estrellas decide viajar hasta ellas de una forma sumamente original: dentro de una gigantesca pompa de jabón.

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Mary Jane’s Mishap o Don’t Fool with the Paraffin (1903) de George Albert Smith

Hoy les traemos una de las obras más remarcables de George Albert Smith, uno de los grandes pioneros del cine británico que ya apareció por aquí en numerosas ocasiones. Un aspecto que discutimos anteriormente de Smith fue la innovadora introducción de primeros planos en una época en que el lenguaje cinematográfico todavía estaba desarrollándose y el público todavía tenía que acostumbrarse a este tipo de recursos. Lo vimos en Grandma’s Reading Glass (1900) y en The Sick Kitten (1903), pero el filme de hoy va un paso más allá.

En esos anteriores cortos, Smith utilizaba como es usual un plano general y saltaba a un primer plano justificado a nivel argumental por un motivo u otro. Pero en Mary Jane’s Mishap (1903), también conocida como Don’t Fool with the Paraffin va más allá. La historia no deja de ser el clásico gag de sirvienta torpe, en este caso encarnada por su mujer Laura Bayley, una artista de vodevil. Pero lo interesante es cómo en este corto va pasando de planos generales a planos medios en diversas ocasiones para beneficiar la narrativa de la película, por ejemplo para que veamos cómo se mancha la cara. Es decir, aquí la introducción de un primer plano o plano medio concreto no es una especie de «golpe de efecto» como en filmes anteriores, que se justificaban por ser lo que veíamos a través de una lupa o mostrar de cerca al gatito tomándose la medicación. Aquí Smith va saltando a lo largo de estos cuatro minutos del plano general a otros más cercanos con total soltura. ¡Esto es ni más ni menos que una suerte de montaje que ya se acerca a la forma de narrar que desarrollaría el cine unos años después! Es la idea de que no hay que «preparar» al espectador para un plano más cercano, que rompe la concepción del plano general como forma única de narrar toda la historia sin apenas cortes de montaje. Aquí se pasa de un tipo de plano a otro con libertad, simplemente porque hace que la historia se disfrute más. Hoy día puede no parecerlo, pero para 1903 Mary Jane’s Mishap es una obra asombrosamente moderna.

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El cine de atracciones según Tom Gunning

Aunque en un principio el propósito de este blog va más encaminado a comentar películas y curiosidades antes que adentrarse en teoría sobre el cine mudo – lo cual tampoco le supondría un problema a este Doctor – he pensado que sería interesante hacer una pequeña excepción dedicando un post a un concepto tan fundamental como el de «cine de atracciones», desarrollado por el historiador americano Tom Gunning en los años 80. Creo que para los aficionados al cine mudo que no lo conozcan puede resultarles muy útil a la hora de revalorizar cortometrajes de la era primitiva, y por otro lado como yo lo he usado por aquí en ciertas ocasiones (la última vez en mi post especial dedicado a Segundo de Chomón) no estaría de más dedicarle algunas líneas. Así pues, ¡allá vamos!

Tradicionalmente a la hora de hablar del cine de los orígenes, el conocido como cine primitivo, se ha tendido a valorarlo desde una perspectiva que se basaba demasiado en la forma que ha acabado adquiriendo a posteriori esta forma de expresión, es decir, lo que sería el cine narrativo clásico. Eso ha llevado a dos problemas en lo que respecta a valorar como se merece el cine de ese periodo: en primer lugar que se habla de las obras de esos años en base a sus carencias (por ejemplo, son películas que no tienen un montaje mínimamente avanzado o que no manejan una variedad de planos muy amplia) y, en segundo lugar, que hay una mirada inevitablemente condescendiente hacia ellas (son películas que «no saben narrar historias todavía», que por tanto «no funcionan» como filmes).

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The «Teddy» Bears (1907) de Wallace McCutcheon y Edwin S. Porter

Por si hay por ahí algún insensato que aún se piensa que Edwin S. Porter fue una especie de «one hit wonder» cuyo único filme de interés es Asalto y Robo de un Tren (The Great Train Robbery, 1903) aquí les ofrecemos una entrañabilísima obra que se le atribuye a él y otro director del estudio Edison, Wallace McCutcheon: The «Teddy» Bears (1907), una adaptación del popular cuento de «Ricitos de Oro y los tres osos».

El corto en cuestión comienza con una estampa idílica en que un pequeño oso juega inocentemente en la puerta de su casa hasta que sus padres le mandan volver adentro. El travieso jovencito se muestra reacio e intenta escabullirse, pero finalmente consiguen atraparle y a los pocos minutos vemos a los tres saliendo vestidos de forma elegante a dar un paseo. Todo parece bucólico hasta que de repente se desata el conflicto cuando una niña que parece desconocer el concepto de «propiedad privada» decide internarse en la casa. A partir de aquí supongo que ya saben lo que sucede: la simpática criatura se come con toda la tranquilidad del mundo la comida del oso pequeño y luego se duerme en su cama, pero antes de que eso suceda Porter se permite desviarse del cuento para ofrecernos una pequeña sorpresa en forma de una breve escena en stop-motion:

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150 años de Chomón: redescubriendo a Segundo de Chomón

Parece que fue ayer cuando la Filmoteca de Catalunya anunció por todo lo alto la edición de un magnífico DVD de cortos de Segundo de Chomón y un libro de Joan M. Minguet con la intención de dar a conocer al genial y poco reconocido cineasta terulense. Pero en realidad hace ya 10 años de eso, y en todo este tiempo tengo la impresión de que las cosas han cambiado y que la figura de Segundo de Chomón es poco a poco valorada como se merece. A estas alturas creo que resulta innegable que el calificativo fácil de «el Méliès español», con el que antaño intentábamos vender al cineasta a gente que lo desconocía, no solo no le hace justicia porque Chomón tiene suficiente estatus por si mismo sino que resulta inapropiado, ya que más allá de su predilección por el uso de trucajes ambos directores tuvieron carreras muy diferentes.

No obstante aún hay trabajo que hacer de cara a estudiar su obra y dar a conocer su figura, y por ello la Filmoteca ha decidido aprovechar el 150º aniversario del nacimiento de Chomón para organizar una serie de eventos bajo el título de Any Chomón. Esto incluye no solo proyecciones de películas suyas tanto en Barcelona como en otros cines del mundo, sino más eventos como una serie de charlas que tuvieron lugar el 19 y 20 de octubre en la Filmoteca de Catalunya, donde historiadores y restauradores de diversos países dieron a conocer multitud de aspectos sobre la vida y obra del cineasta. El Doctor Caligari acudió a esas sesiones y ha pensado que sería buena idea compartir aquí algunos de los datos que se compartieron allá.

Para hacer su lectura más amena en lugar de resumir cada conferencia hemos condensado toda la información en un artículo que repasa su biografía y algunos rasgos de su obra. Abajo del todo tienen la lista de todos los ponentes y el título de sus charlas que sirvieron de base para este post. Esperemos que este artículo sirva como otro granito de arena para dar a conocer un poco más a este gran pionero tanto tiempo injustamente olvidado.

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Più Forte che Sherlock Holmes (1913) de Giovanni Pastrone

Si me permiten robarles seis minutos de su tiempo, les animo a que echen un vistazo a este simpatiquísimo corto, Più Forte che Sherlock Holmes (1913), dirigido por Giovanni Pastrone solo un año antes de su monumental y célebre Cabiria (1914) – no se extrañen, en aquella época era corriente que incluso los grandes directores fueran alternando entre películas largas y ambiciosas y cortometrajes de puro divertimento como éste.

El protagonista es un hombre que leyendo hazañas policíacas en un diario se duerme y sueña que es un policía persiguiendo a un criminal. A partir de aquí tiene lugar una loca persecución con algunos efectos especiales sorprendentes: el ladrón puede caminar sobre el agua cual Jesucristo, en cierto momento el policía es despedazado y después colgado de la pared. Lo más curioso es que el principal obstáculo que encontrará el patoso policía… ¡es un simple saco! Échenle un vistazo, no se arrepentirán.

Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2021 (IV)

¿Saben por qué el cartel de esta edición incluye una imagen del genial cómico francés Max Linder? El motivo no es solo porque se proyecte una película suya este año sino como un guiño a la primera edición del festival, que nació como unas jornadas dedicadas a rescatar películas de Max Linder. Es por tanto una forma de conmemorar una fecha tan señalada como el 40º aniversario del festival, que me temo que no ha podido ser tan sonado como nos habría gustado. Pero también hay que verlo desde el punto de vista optimista: ¿quién habría imaginado que esa modesta iniciativa que empezó como un pequeño ciclo dedicado a Max Linder duraría tantas décadas? ¿Qué futuro le podía esperar a un festival dedicado a algo tan pasado de moda como proyectar cine mudo? Definitivamente viendo en todo lo que se ha convertido y cómo ha seguido en pie tras tanto tiempo hay motivos para el optimismo.

Jueves 7 de octubre – Sobre la hipocresía y la falsa moralidad

Al inicio de una de las películas de hoy, Phil-for-Short (1919), la protagonista se defendía de la acusación de una anciana de que estaba haciendo algo indecente por bailar con túnicas de estilo griego diciendo: «Si la gente elige ver como algo malo o equivocado lo que es belleza estética, es que tienen ellos mismos un problema«. Dicho rótulo mereció un aplauso espontáneo del público, y no es para menos, porque aunque obviamente hoy día no sufrimos los niveles de censura de antaño, éste sigue siendo un tema vigente en una época en que te pueden banear de una red social por subir una foto de un cuerpo desnudo pero seguramente no suceda nada si lanzas por ahí mismo proclamas racistas. Hoy el tema en que han coincidido dos de los largometrajes de esta jornada es justamente la falsa moral de nuestra sociedad.

Primero tuvimos la ya mentada Phil-for-Short (1919), una simpatía comedia romántica de enredo de Oscar Apfel, cuyo título hace referencia al diminutivo de la protagonista, cuyo padre tuvo la poco afortunada idea de llamarla Damophilia por ser un fanático de la Antigua Grecia, de modo que ella decidió usar el diminutivo de «Phil». El problema es que, claro está, Phil es nombre de chico. Y de hecho ella no es una chica que siga las clásicas convenciones sociales: se viste con ropa masculina, practica unas extrañas danzas de inspiración griega y, en definitiva, hace lo que le da la gana. Cuando su padre muere, dos personas «metomentodo» insisten en forzarle a llevar su tipo de vida tradicional y ella decide escapar disfrazada de muchacho. Al poco tiempo conoce a un joven profesor de griego del que se enamora al instante pero lo tiene difícil, ya que éste odia a las mujeres por un desengaño amoroso del pasado.

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Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2021 (II)

Aunque es cierto que se le pueden poner pegas a esta edición del festival algo descafeinada, que por culpa del Covid no ha sido el gran retorno al formato presencial que esperábamos el año pasado, tampoco vamos a negar que a la práctica el simple hecho de estar aquí disfrutando de estas películas y del ambiente de Pordenone (aunque se echen en falta bastantes rostros conocidos) ha sido una de las cosas más ilusionantes de este año para los que somos habituales. Incluso las pequeñas incomodidades del Teatro Verdi que ya había olvidado (esos famosos asientos que se diseñaron sin tener en cuenta a la gente que mide más de metro ochenta) se me hicieron simpáticas por traerme viejos recuerdos. Pordenone ha vuelto, y esto es lo que nos ha ofrecido en sus primeras jornadas.

Viernes 1 de octubre – La última tentación de Maciste

Después de haberme perdido en los últimos años la clásica sesión pre-inaugural que tiene lugar justo antes del inicio oficial del festival en Sacile (un pueblo a unos 20 kilómetros de Pordenone), esta edición no quise dejarla escapar y fue una elección acertadísima. La película que se nos ofreció en el Teatro Zancanaro fue Maciste all’Inferno (1926) de Guido Brignone, que yo acudí a ver esperando un divertido entretenimiento para abrir boca y acabó siendo para mi asombro un filme más que notable. Pero vayamos por partes.

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Le Pain des Petits Oiseaux (1911) de Albert Capellani

Hoy rescatamos un cortometraje de Albert Capellani, uno de los pioneros más importantes de las primeras décadas del cine. El protagonista de es un anciano músico de buen corazón que suele dar de comer a las palomas en el parque hasta que un día se topa con una jovencita muerta de hambre a la que decide acoger en su casa. Ahí la chica se recupera y en unos días se revela su talento para la danza. Rápidamente se convierte en una estrella del baile, pero el anciano se muere de pena al sentirse abandonado. ¿Se acordará la exitosa bailarina, ahora rodeada de admiradores, de su antiguo benefactor?

Le Pain des Petit Oiseaux (1911) no es una de las películas más destacables de Capellani pero tiene suficientes detalles remarcables que merecen que le dediquemos una entrada. En primer lugar el entrañable personaje del anciano, que en la escena inicial se nos revela como un excéntrico que se pasea por diversas mesas del restaurante donde ha comido para recoger los mendrugos de pan que sobran y así dárselos a los pájaros. Relacionado con eso, fíjense en este curioso y extrañísimo contraplano de la escena en que alimenta a las palomas. Resulta chocante en un filme que, como todas las obras de la época, se basa en la frontalidad y no suele ofrecer planos diferentes de una misma escena. El motivo seguramente esté en esa famosa frase de Hitchcock sobre lo difícil que era rodar con niños, animales y Charles Laughton. Si se fijan, en el primer plano no se ven los pájaros a los que da de comer, pero en el contraplano sí aparecen. Quizá resultaba difícil conseguir que las aves salieran en el primer plano dentro del encuadre (recordemos que la cámara por entonces apenas se movía).

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The Black Hand (1906) de Wallace McCutcheon

Tradicionalmente siempre se ha dicho que la primera película de gangsters que se ha realizado fue Los Mosqueteros de Pig Alley (1912) de D.W. Griffith, pero si algo nos ha demostrado la historia del cine es que debemos ser precavidos con sentencias así porque casi siempre hay un precedente anterior creado por algún oscuro pionero olvidado hoy día. Y sin ir más lejos existe una película que se adelanta a la de Griffith unos cuantos años y que, sin ir más lejos, fue realizada en el mismo estudio (la Biograph) y fotografiada por el que en unos años sería su cámara estrella, Billy Bitzer: The Black Hand (1906) de Wallace McCutcheon, que si bien no me atrevería a citar como el primer filme de temática mafiosa, sí que parece ser el más antiguo que se conserva.

La historia está basada en hechos reales de la época que la hacían mucho más atractiva para el público. En aquellos años eran muy frecuentes los chantajes perpetrados por gangsters italoamericanos, que solían chantajear a comerciantes locales también de origen italiano. A raíz de que una de esas bandas criminales se bautizara a sí misma como «La Mano Nera», la prensa popularizó la expresión «la mano negra» para referirse a estas organizaciones, si bien es difícil de dilucidar hasta qué punto había ya por entonces un poderoso entramado mafioso detrás o si simplemente era el apodo que solían utilizar diferentes extorsionadores.

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