Amigos lectores, un año más vuelve el post que todos estaban esperando: el tradicional repaso del Doctor Caligari a los mejores filmes que este año cumplen un siglo o, dicho de otra manera, las mejores 15 películas de 1920 (si quieren consultar los listados de otros años, los tienen abajo del todo). El cambio de década, como ya sabrán, marcaría la entrada a la edad de oro de la era muda. Después de que a finales de los años 10 el cine acabara de consolidarse al encontrar su lenguaje cinematográfico propio, los años 20 supusieron su eclosión definitiva. Lo que hace que el cine de esta década sea tan fascinante es ver cómo tantos grandes cineastas explorarían, cada uno a su manera, las posibilidades de una forma de arte que todavía estaba por ver cuánto daría de sí. Era aún terreno nuevo por explorar.
Así pues uno de los hechos más significativos de este 1920 sería el surgimiento del cine expresionista, al cual le seguirían otras tendencias vanguardistas que iremos viendo en próximos años. Eso conllevó entre otras cosas la entrada con fuerza de Alemania como uno de los países más potentes a nivel cinematográfico del mundo, algo que queda bastante claro en el listado que hemos elaborado. En paralelo, nuestros amigos los suecos seguían ofreciendo algunas de las películas más interesantes del momento, entre las cuales notarán que he omitido un clásico en mayúsculas en mi listado: Erotikon (1920) de Mauritz Stiller, que si bien fue una obra muy exitosa e importante (fue uno de los filmes que empezó a establecer las reglas de las comedias sofisticadas), no se encuentra entre mis favoritas.
El cambio de década supondría también una especie de recambio generacional entre los grandes cineastas de finales de los años 10 y los de principios de los años 20. Si echan un vistazo a los listados de años anteriores verán grandes nombres que se fueron repitiendo y que, poco a poco, irán desapareciendo de estas selecciones de mejores películas del año aun cuando muchos de ellos siguieron en activo. Directores imprescindibles como D.W. Griffith o Maurice Tourneur ofrecerían en el cambio de década las últimas obras realmente clásicas de su carrera y de su etapa muda respectivamente, mientras que en su lugar irían surgiendo otros nombres que resultarán más familiares al cinéfilo medio como King Vidor, Carl Theodor Dreyer y otros muchos que, aunque no aparecen en nuestra lista, ya estaban por entonces en activo (Fritz Lang, Frank Borzage, F.W. Murnau, John Ford, Tod Browning, etc.).
Otro aspecto muy interesante es cómo los grandes cómicos de la época empiezan poco a poco a dar el salto al largometraje. No es poca cosa, implica pasar a realizar filmes más largos, costosos y complejos, y eso conlleva un mayor reconocimiento: ya no son simples cómicos que realizan cortometrajes divertidos (lo cual no es poca cosa), sino cineastas en el sentido más amplio del término. 1920 fue el primer año en la carrera de Chaplin hasta entonces en que no estrenó ninguna película, una pista de hacia donde tiraría el cómico en el futuro: menos filmes pero realizados con un perfeccionismo casi enfermizo. Buster Keaton hizo un primer salto fallido al largometraje con Pasión y Boda de Pamplinas (The Saphead) dirigida por Herbert Blaché y Winchell Smith. Basada en una obra teatral protagonizada por Douglas Fairbanks, Keaton se quejaría posteriormente de que el material no se adaptaba a su humor ni tipo de personaje y, en consecuencia, fue una experiencia poco feliz que le movió a volver a los cortos y retrasó su salto definitivo al largometraje tres años más. Quien tuvo más suerte fue Roscoe «Fatty» Arbuckle con sus primeros largos Life of the Party dirigida por Joseph Henabery y, sobre todo, el western cómico The Round-Up de George Melford, que fue un gran éxito. Por desgracia su carrera llegaría a su fin el año siguiente con el famoso escándalo por el que tristemente es más recordado a día de hoy.
Y sin más preámbulos aquí les ofrecemos la selección del Doctor Caligari de las mejores películas de 1920. Espero que la disfruten:
15) El Hombre sin Piernas (The Penalty, Wallace Worsley)
Empezamos con una película protagonizada por uno de los actores más célebres de la época: el gran Lon Chaney, conocido como el hombre de las mil caras. Chaney se ganó a lo largo de los años toda una reputación por interpretar papeles de personajes abocados en situaciones extremas y que, a menudo, sufrían discapacidades físicas que el actor conseguía simular con una perfección abrumadora.
En este thriller encarna a un gangster sin piernas de forma tan fidedigna que los trailers de la época incluían imágenes del actor con sus dos piernas para que el público fuera consciente del gran trabajo que se ve en la pantalla. De hecho para simular sus piernas amputadas Chaney tenía que llevarlas dobladas y atadas de forma tan dolorosa que los médicos le aconsejaron que desistiera, pero el actor insistió en hacer el esfuerzo para que su personaje pareciera lo más real posible. Sería el primero de una llamativa galería de personajes extremos que lo convertirían en uno de los actores más recordados de la era muda.
14) El Hombre de la Navaja (The Jack-Knife Man, King Vidor)
El Hombre de la Navaja fue la primera obra remarcable de ese joven cineasta llamado King Vidor que en años venideros realizaría dos de las obras clave del cine mudo americano. Vidor mencionaría posteriormente que en esta película logró explicar una historia que realmente le interesaba, y se nota por el cariño con el que está filmada.
Narra la relación entre un humilde anciano y un niño huérfano del que acaba haciéndose cargo por accidente, un argumento que por cierto tiene muchos puntos en común con la futura El Chico (1921) de Chaplin. Se trata sobre todo de un ejemplo del género conocido como «americana» en que se nos hace un retrato de la América rural y más sencilla que luego otros realizadores como Henry King explorarían más a fondo.
13) La Viuda del Parroco (Prästänkan, Carl Theodor Dreyer)
Realizada en Suecia, La Viuda del Parroco supone una sorprendente incursión del danés Carl Theodor Dreyer en el terreno de la comedia tomando como base el tipo de argumento prototípico que tantas veces se explotaría en el cine escandinavo en forma de drama: los problemas que tienen dos jóvenes de una pequeña comunidad rural para casarse debido a un obstáculo que suele tener que ver con las rígidas tradiciones. En este caso se trata de un nuevo párroco que llega a una comunidad donde es costumbre que se case con la viuda de su predecesor, lo cual es un problema ya que él tiene una joven prometida a la que prefiere mucho antes que la anciana viuda del anterior párroco.
Un Dreyer menor pero bien realizado que nos demuestra que es capaz de salir airoso en un género poco habitual en él.
12) ¿Por Qué Cambiar de Esposa? (Why Change your Wife?, Cecil B. De Mille)
Películas como la ya citada Erotikon y las comedias que realizó Cecil B. De Mille durante estos años constituirían un importante precedente de las comedias sofisticadas de guerras de sexos, que luego explotaría a conciencia el genial Ernst Lubitsch y tendrían su edad de oro en la década siguiente. Estos filmes de De Mille, hoy día más inofensivos a nuestros ojos, eran bastante atrevidos en su época, y además la forma como juega con los enredos, triángulos amorosos y confusiones de identidad los convierten en un claro precedente de algunos clásicos de la comedia que tomarían esas mismas características.
En este caso nuestro protagonista se debate entre Gloria Swanson y Bebe Daniels, ¿a quién elegirían ustedes?
11) El Hombre del Mar (L’Homme du Large, Marcel l’Herbier)
Descubierta por mí en el Festival de Pordenone de hace dos años, El Hombre del Mar refleja muy bien el maravilloso estilo visual tan libre e imaginativo que caracterizaría a cineastas con un pie puesto en la vanguardia como Marcel l’Herbier, que en los próximos años realizaría algunas de las obras más destacadas del cine francés de la época.
Aunque es una película visualmente muy atractiva, se le puede reprochar que sea demasiado exuberante, como si l’Herbier estuviera ansioso por utilizar todos los recursos que se le ocurrieran, pero como dijimos en la introducción éstos eran años de experimentación y de probar cosas nuevas, así que tampoco podemos culpar al cineasta por ese entusiasmo excesivo. Por otro lado, en obras posteriores de l’Herbier todos los recursos visuales que se ven en este relato sobre una familia de marineros se acabarían refinando y utilizando de forma perfeccionada.
10) Algol, la Tragedia del Poder (Algol, Tragödie der Macht, Hans Werckmeister)
Ya les adelanto que este año el cine alemán ha irrumpido con fuerza ocupando una tercera parte de mi lista, lo cual es muy significativo si comparamos con otros años en que solo lograron colar un par de películas o incluso ninguna. Desde el inicio de década, Alemania se asentó firmemente como uno de los grandes países a tener en cuenta.
Cuando descubrí Algol hace unos años fue toda una sorpresa para mí, en primer lugar por su excéntrico argumento de ciencia ficción (que incluye un extraterrestre que proporciona a un hombre un invento para crear energía ilimitada) y en segundo lugar por su llamativa puesta en escena, que es visualmente un festín para los fanáticos del cine mudo. Con esa combinación de ciencia ficción y critica al capitalismo es inevitable verla como un precedente de Metrópolis (1927) de Fritz Lang, que obviamente resulta muy superior a ésta en todos los niveles, pero más allá del interés histórico de la cinta que nos atañe, Algol es realmente una más que notable película que merece rescatarse dentro de esa inacabable caja de sorpresas que es el cine alemán de la era muda.
9) Romeo y Julieta en la Nieve (Romeo und Julia im Schnee, Ernst Lubitsch)
Si ya de por sí el ritmo de trabajo de Ernst Lubitsch en aquella época era agotador (llegó a realizar seis películas en un mismo año), 1920 fue un año especialmente destacado de su carrera porque estrenó dos de las obras más importantes de su carrera que contribuirían a darle su merecido éxito internacional: Ana Bolena y, sobre todo, Sumurum, uno de los primeros filmes alemanes que logró abrirse un hueco en el ansiado mercado americano tras la I Guerra Mundial.
¿Por qué, se preguntarán ustedes, el excéntrico Doctor Caligari ha incluido pues en la lista una película que no corresponde a ninguna de esas dos? La respuesta es muy sencilla: porque Romeo y Julieta en la Nieve me gusta más que las dos obras anteriormente citadas, entre otras cosas porque prefiero mucho antes el Lubitsch cómico antes que el Lubitsch que hace grandes filmes históricos. Esta adaptación cómica del clásico de Shakespeare puede que sea un Lubitsch menor, pero si me permiten recurrir al tópico, un Lubitsch menor vale más que las grandes obras de muchos cineastas.
8) Las Dos Tormentas (Way Down East, D.W. Griffith
No creo que sea necesario enfatizar una vez más la enorme importancia de D.W. Griffith en el desarrollo del lenguaje cinematográfico. Simple y llanamente él fue el cineasta más influyente de la década anterior, cuyas contribuciones permitieron que en los años 20 el cine fuera una forma de arte asentada y con vida propia. Pero desafortunadamente el cambio de década no le sentaría muy bien a Griffith, quien a lo largo de los años fue cayendo en el olvido hasta acabar siendo al final de su vida un director del que ya casi nadie se acordaba.
Las Dos Tormentas fue el último gran éxito de su carrera – ¡y menudo éxito! fue una de las cinco películas más taquilleras de la era muda, superada entre otras por otra obra suya, El Nacimiento de una Nación (1915). Y no se piensen que perdió las ganas de realizar más obras ambiciosas – vean sino su filme America (1924), cuyo título ya dice mucho de la magnitud de la propuesta – sino porque de alguna manera su estilo no supo adaptarse a los nuevos tiempos. De hecho ya en su momento muchos le criticaron por adaptar en Las Dos Tormentas un melodrama por entonces considerado demasiado anticuado, pero lo cierto es que el resultado final es más que notable y que además la trama le permitió filmar una de las escenas más famosas de su carrera: la secuencia de Lillian Gish en la tormenta de nieve, cuyo difícil rodaje le dejaría secuelas de por vida a la actriz.
7) L’Hirondelle et la Mésange (André Antoine)
En su momento André Antoine no consiguió llegar a estrenar L’Hirondelle et le Mésange porque se consideraba que era una película «demasiado documental», de modo que desapareció de circulación hasta que en los años 80 se halló todo el metraje filmado y se volvió a montar tomando como referencia el guion de Antoine, de modo que su estreno realmente oficial acabó siendo… ¡en 1984!
El hecho de que el filme pareciera en ocasiones un documental comprensiblemente le resultaría molesto al distribuidor, pero a nuestros ojos es el rasgo que hace que sea una película tan especial. De hecho eso es lo que hace que esta sencilla historia sobre unos barqueros parezca tan avanzada a su tiempo en cuanto a estilo – me recuerda en tono a Gente en Domingo (1930) de Robert Siodmak y Edgar G. Ulmer – y aunque es cierto que su afán por documentar los espacios en que sucede la acción a veces la hace acercarse peligrosamente a un documental turístico sobre Gante, para mí es una maravilla dejar que la acción se detenga para simplemente disfrutar del entorno. Una pequeña joya a rescatar del olvido.
6) De la Mañana a la Medianoche (Von morgens bis mitternachts, Karl Heinz Martin)
El mismo año que se estrenó la obra clave del cine expresionista también se produjo la más radical del movimiento, ¡no puede negarse que estos cineastas empezaron realmente fuerte! En De la Mañana a la Medianoche Karl Heinz Martin se propuso adaptar fielmente la célebre obra teatral expresionista de Georg Kaiser con una puesta en escena que llevaba aún más lejos el tono irreal de la célebre El Gabinete del Doctor Caligari y que evidenciaba quizá demasiado sus raíces teatrales.
Los decorados, el vestuario, la interpretación de los personajes… todo está llevado al extremo, confiriéndole a la cinta un tono y una estética tan alucinatorios como únicos. Quizá se le puede reprochar a su creador que la cinta está demasiado supeditada a su origen teatral y que no adapta tan bien la estética expresionista al lenguaje cinematográfico como Caligari, pero a cambio es innegable que es una obra única en su especie que, a modo de curiosidad, en su época solo llegó a estrenarse en Japón.
5) El Hombre y la Bestia (Dr. Jekyll and Mr. Hyde, John S. Robertson)
Concebida sin duda como un vehículo para lucimiento del portentoso actor John Barrymore, esta adaptación del célebre relato de Robert Louis Stevenson no es en absoluto el típico filme estándar de Hollywood supeditado por entero a su estrella, sino que se trata de una película de calidad excelentemente realizada por el competente director John S. Robertson, del cual hemos hablado aquí en un par de ocasiones.
Con una tenebrosa ambientación londinense muy bien recreada por Robertson, El Hombre y la Bestia explota con mucha eficacia la idea del enfrentamiento interno que sufrimos todos los seres humanos entre hacer el bien o dejarnos llevar por nuestros impulsos primarios que tienden hacia el mal (una lucha interna que este genio del mal hace tiempo que resolvió decantándose muy sabiamente por la segunda opción).
4) Mästerman (Victor Sjöstrom)
Seguramente la gran obra olvidada del genial Victor Sjöstrom, no solo el mejor realizador escandinavo de la época sino uno de los mejores de la historia del cine. Es extraño que Mästerman haya pasado tan desapercibida a lo largo de los años al lado de otras películas suyas, pero supongo que se debe a que se trata de una historia de corte más modesto, que tiene como protagonista a un avaro usurero cuya solitaria vida da un giro cuando acaba admitiendo como criada a una joven.
Pese a no tener secuencias tan impresionantes como las de Terje Vigen (1917), La Carreta Fantasma (1921) o La Prueba de Fuego (Vem Dömer, 1922), Sjöstrom demuestra en Mästerman ser un maestro también en los ambientes más íntimos e incluso extraer de ahí secuencias visualmente llamativas, como la que da inicio al filme en el lúgubre desván. Y por si eso fuera poco, se reserva el papel protagonista ofreciendo una de sus mejores interpretaciones. ¿Se nota que en este rincón somos muy fans suyos?
3) El Último Mohicano (The Last of the Mohicans, Maurice Tourneur y Clarence Brown)
El último gran clásico de la etapa americana de Maurice Tourneur es este magnífico filme que propone un tema bastante controvertido para la época como es una historia de amor entre un indio y una colona blanca. El Último Mohicano es un filme hermoso pero al mismo tiempo repleto de momentos de una crueldad inusitada para la época, todo ello adornado con el innegable talento pictórico del que hacía gala Tourneur en todas sus grandes obras mudas.
A modo de curiosidad, Tourneur sufrió un accidente a medio rodaje que obligó a que su ayudante Clarence Brown finalizara el filme por él (el porcentaje de metraje que éste terminó varía según quien cuenta la historia). Sería el paso decisivo para que Brown pasara de ser la mano derecha de Tourneur a iniciar una carrera como director que en unos años le consagraría como uno de los cineastas más prestigiosos de Hollywood. Al igual que sucedía con Griffith, el cambio de década conllevó que los maestros cedieran el relevo a algunos de sus alumnos más aventajados.
2) El Golem (Der Golem, wie er in die Welt kam, Paul Wegener y Carl Boese)
Cuando Paul Wegener protagonizó una primera versión de El Golem en 1915 no quedó muy satisfecho con el resultado. Años después decidió resarcirse retomando la historia pero tal y como él la quería haber explicado desde el principio: ambientándola en la era medieval y explicando cómo surgió el mito del golem. El resultado fue este clásico en mayúsculas con elementos que fueron de una gran influencia para el futuro cine fantástico y de terror pero que además se sumerge con mucha fidelidad en la cultura judía de la época.
Wegener, en su doble papel de actor y director, está inolvidable como golem y nos ofrece como realizador algunas secuencias que aún hoy día resultan fascinantes como la del conjuro o la sesión de magia en la corte real. Imprescindible.
1) El Gabinete del Doctor Caligari (Das Kabinett des Dr. Caligari, Robert Wiene)
En fin, qué les vamos a decir a estas alturas de mi biopic cuyo centenario celebramos hace tan solo unas semanas. El Gabinete del Doctor Caligari no es solo una de las películas más importantes de la era muda sino de la historia del cine. Una obra absolutamente rompedora que no solo abrió el camino hacia el cine expresionista, sino hacia una forma de narrar historias que se apartaba por completo de la realidad y que dejaba vía libre a todo tipo de recursos expresivos tomados prestados de las vanguardias.
No solo es un clásico del género de terror y una de las primeras obras en jugar tan drásticamente con el concepto de giro final, sino un filme que proponía al espectador de la época una forma distinta de entender el cine adentrándose en el interior de los personajes y haciendo realmente visibles sus temores y pesadillas en el sentido más amplio del término. Una obra revolucionaria que creo que cien años después sigue resultando fascinante, única e inquietante.
Acabo de repasar Erotikon, después de mucho tiempo. Quería llevar la contraria, defenderla. Adoro Stiller, la película está bien en muchos sentidos y es obviamente importante por muchos otros, pero… me ha pasado igual que al Doctor. La he visto en un formato de una gran calidad (con una música muy trabajada pero con un exceso de «mickeymousing», que ya sé estas cosas que no son culpa del original, no me afectan para nada, porque ya sé que estas pobres películas están expuestas a todos los peligors) pero me ha dejador frío. No me ha llegado ningún personaje, en ningún sentido. No he empatizado con ninguno y no he admirado la maldad o incluso frialdad de ninguno hasta el punto que me importe lo que les pase (cosa que sí me pasa incluso con los monigotes más raros del Lubitsch más antiguo, con las comedias del DeMille más moralista… ¡o con el propio Stiller!). Y eso que me fascinaba el tono irónico, el constante doble sentido, la elegante estética, el viaje en el espacio y el tiempo a unos usos y costumbres extraterrestres, el espléndido nivel de los intérpretes y la soberbia puesta en escena actoral. Pero no. Stiller casi siempre ha dado en el clavo de mi corazón con los personajes más alejados de mi posibles, pero no con los de Erotikon. La he seguido bien, no me he aburrido, ya digo que entiendo el minicastigo, y la elegancia de incluir una fotografía y un comentario exprofeso. Sabe mal, mira que la he visto a favor, con ganas de defenderla. A los primeros 15 minutos sí, me frotaba las manos, pero al final ya no. ¿Que decir de las otras? Muy buena selección, como siempre. Y la alegría que alguna me falta por ver 🙂
Nada, Florenci, ¡que ni siquiera a la hora de criticar un clásico absoluto conseguimos discrepar! Todo lo que dices se corresponde con mis sensaciones. Es irreprochable desde el punto de vista técnico y artístico, y el inicio despierta muy buenas sensaciones… pero llega un punto en que no sé si es que se desinfla o que simplemente la cosa no va a más.
Como dices, De Mille o Lubitsch sabían sacar más jugo a este tipo de películas, a Stiller lo veo demasiado contenido y elegante pero sin el toque de humor que sabía sacar Lubitsch. Tampoco creo que ayude su excesiva duración (reduciendo la película a algo menos de hora y media entraría mejor). Lo dicho, un clásico ineludible pero de esos que creo que no han envejecido tan bien como otros de su mismo cineasta.
¡Que disfrutes las que te falten por ver!