Especial Centenario Nosferatu (V) – Películas desaparecidas: Drakula Halála (1921) de Károly Lajthay, la primera versión cinematográfica de Drácula

Este artículo forma parte de un especial dedicado al centenario del estreno de Nosferatu que incluye los siguientes posts:


Probablemente la mayoría de ustedes pensaba que Nosferatu (1922) fue la primera adaptación de la célebre novela de Bram Stoker al cine, pero no es así. Existe un filme anterior llamado Drakula Halála (1921) – que se traduciría como La Muerte de Drácula – producido en Hungría que ha quedado completamente en el olvido y que ostenta el honor de ser el debut del célebre conde en la gran pantalla. La película hoy día se encuentra perdida y su repercusión fue tan anecdótica que ni siquiera este Doctor pudo llegar a verla. No obstante para cerrar este especial Nosferatu ha pensado que sería interesante investigar sobre esta curiosidad. Averigüemos pues qué nos ofrece este primer Drácula.

El proyecto nació de una de las figuras más importantes del cine húngaro de los años 10, Károly Lajthay, que había trabajado como actor, director y guionista y aquí ejerció esos dos últimos roles. A la hora de redactar el guion contó con la ayuda de otro nombre destacable, un tal Mihály Kertész, que pronto pasaría a trabajar en la más fructífera industria austríaca y finalmente daría el salto a Hollywood, donde americanizaría su nombre al de Michael Curtiz – sí, ese Michael Curtiz.


Károly Lajthay en una fotografía de la época

El proyecto de Lajthai era una coproducción entre Hungría y Austria, una práctica muy habitual en la época, ya que ambas industrias estaban todavía muy conectadas como resquicio del antiguo Imperio Austrohúngaro, si bien lo habitual es que los cineastas húngaros emigraran a Austria y no a la inversa. Esta mezcla de nacionalidades se reflejó en la película: los exteriores se filmaron en Viena, los interiores en un estudio de Budapest y en los papeles protagonistas convivieron actores de ambos países. El rol de Drácula recayó en Paul Askonas, un actor austríaco principalmente de teatro con unos pocos papeles en el cine, pero el resto eran húngaros, como la protagonista Mary interpretada por Margit Lux, con alguna excepción puntual como el experto secundario austríaco Carl Goetz en un papel menor.

Seguramente se habrán preguntado ya quién es esa tal Mary que encarna el papel principal y que no tiene equivalente en la novela de Bram Stoker. Resulta que en realidad Drakula Halála está muy lejos de ser una adaptación fiel del libro original, es más bien una historia totalmente inventada que se servía de ese célebre personaje y que, en realidad, tenía muchos más puntos en común con El Gabinete del Doctor Caligari (1920). Hoy día no se conserva el guion de rodaje, pero este Doctor pudo encontrar en un bazar de antigüedades algo que nos puede ser de utilidad para conocer el argumento de la película: su versión novelizada. En aquella época era muy frecuente editar versiones novelizadas de filmes de éxito (o, al menos, que se suponía que iban a tenerlo), y de hecho es una costumbre que se mantuvo hasta finales del siglo XX. Obviamente esta fuente no nos puede dar la información exacta sobre cómo era el argumento de la película, ya que el escritor podía tomarse ciertas libertades, pero es de suponer que a grandes rasgos seguiría la trama con cierta fidelidad. Como es el único material que se conserva hoy día que nos puede dar una idea de su contenido, les reproducimos a continuación el argumento del libro de Drakula Halála, escrito por Lajos Pánczél.

Mary es una chica humilde que trabaja duro para mantenerse por sí misma, ya que su madre está muerta y su padre, el señor Land, está internado en un sanatorio. Su plan es casarse en un futuro con su prometido George. Un día recibe una carta del sanatorio avisándole de que su padre se encuentra muy mal y viaja hasta allá para verle. Una vez ahí el director del manicomio tiene la excéntrica idea de hacerle pasear por el recinto para que vea a algunos de los internos más destacables. Entre ellos está un hombre alto, de pelo alborotado, rostro demoníaco y ataviado con una capa que le recuerda a un organista que fue profesor suyo de música en el pasado. Cuando se acerca a hablar con él, éste le dice que es el inmortal Drakula que ha vivido miles de años.

Cuando Mary, que se pasea por el manicomio como Pedro por su casa, se dirige a otra habitación, dos pacientes disfrazados de médicos dicen querer examinarla y posteriormente operarla. La chica intenta escapar horrorizada y finalmente es salvada por el director del establecimiento. Presa de un ataque de nervios, el doctor le da un calmante y le aconseja que descanse en un cuarto.

Pero al poco rato Mary se despierta y ve a Drakula a su lado, quien le propone que huya con él a su castillo para ser inmortal. Cuando ésta se niega, Drakula decide entonces secuestrarla y llevársela consigo. En su castillo la encierra en un cuarto y le hace saber que al día siguiente se casará con ella y pasará a vivir ahí junto a sus otras mujeres, pero ésta le ahuyenta usando un crucifijo. Con la salida del sol, Drakula se va a descansar y ella permanece ahí atrapada. A la noche siguiente, obligan a Mary a vestirse de novia y la conducen a la ceremonia nupcial junto a las otras novias de Drakula, pero de nuevo se salva en el último momento gracias a su crucifijo, que repele a los vampiros, y escapa del castillo.

La joven vaga durante horas en busca de ayuda hasta caer inconsciente, pero por suerte una familia la encuentra y la recoge. En casa de dicha familia Mary recupera el conocimiento, pero al poco rato reciben la visita del conde Drakula quien, haciéndose pasar por un médico, asegura que Mary es una paciente de su manicomio que ha escapado e insiste en llevársela consigo. Por suerte al último momento aparece un médico auténtico y desmiente que Mary esté perturbada, de modo que Drakula debe marcharse con las manos vacías.

Al día siguiente Mary ya está mejor a causa de los cuidados del doctor, pero entonces aparece un cochero para llevarse al médico a causa de un terrible accidente que ha sucedido por la zona. Mientras el doctor viaja con ese misterioso cochero acaba descubriendo que éste ha sido sobornado por Drakula para conducirle a un destino inesperado, pero le convence para dar media vuelta. En paralelo Mary, que no hace más que causar problemas a la infortunada familia que seguramente ya debe haberse arrepentido de haberla rescatado, prende fuego accidentalmente a la casa y escapa a través de la nieve, donde desfallece… hasta que se despierta en la cama del manicomio y descubre que todo era un sueño.

De vuelta al manicomio, uno de los reclusos enseña a sus compañeros que ha conseguido una pistola y Drakula le pide que le dispare para probar su inmortalidad. Éste lo hace pero el paciente que se creía Drakula acaba muriendo. En medio de este caos aparece George, el prometido de Mary, y se la lleva de allá, puesto que el padre de la chica también ha fallecido. La última imagen que ven ambos es cómo unos enfermeros se llevan el cadáver de Drakula.

No está mal, ¿verdad? El argumento – que, insisto, no podemos asegurar que fuera idéntico en la película, si bien probablemente debía ser muy parecido – es en realidad una mezcla de varios motivos del Drácula de Bram Stoker y de El Gabinete del Doctor Caligari. Del célebre filme expresionista retoma la idea de mezclar ilusión con realidad, la ambientación en el manicomio y la confusión sobre quiénes son dementes y quiénes son los médicos (¡incluso Drakula se hace pasar por un eminente doctor como mi alter ego, el Doctor Caligari!). En realidad no es tan extraño, Caligari tuvo un éxito tan enorme en su época que era frecuente que otros filmes reutilizaran muchas de sus ideas.

Por otro lado, de la novela de Bram Stoker se toma no solo el personaje del vampiro, sino también el harén de vampiresas, el crucifijo como arma para defenderse de él y su preferencia a actuar de noche y no durante el día. También se repiten algunas situaciones que evocan claramente a la novela pero de forma más inconexa: la idea del protagonista huyendo del castillo del vampiro hasta caer inconsciente y ser rescatado, o el cochero que conduce a un personaje a una trampa (que en este caso no es Drácula disfrazado sino un hombre sobornado por él). Es como si los guionistas pretendieran evocar ideas sueltas de la novela original pero sin ceñirse a ésta del todo. Por otro lado, la apariencia de Drakula, a juzgar por los poquísimos fotogramas que se conservan del filme, nos permite intuir que se desvía mucho de la que describía Bram Stoker, si bien a cambio incorpora una importante pieza de vestuario que, según creo, no estaba en el libro y quedó para la posteridad: ¡la capa!

Me parece muy dudoso no obstante que la tradición de Drácula llevando capa naciera de un filme que, como ahora veremos, no tuvo casi difusión; si bien es cierto que puede haber una conexión, por el hecho de que quien popularizó que el personaje llevara capa fuera el actor de origen húngaro Bela Lugosi. ¡Todo encaja! ¡Lugosi vio la película en su Hungría natal y copió esa idea para sus representaciones teatrales y luego la célebre adaptación cinematográfica de Tod Browning! Pero, ay, cuando se estrenó Drakula Halála Lugosi ya había emigrado a Estados Unidos, donde dudo muchísimo que este filme tuviera ninguna distribución. ¿Fue una mera coincidencia? ¿Es simplemente a causa de una fijación de los húngaros por las capas? Ahí dejo la pregunta abierta.

Paul Askonas caracterizado de Drakula

Se sabe muy poco o casi nada del estreno y difusión de Drakula Halála. Durante su preparación la prensa húngara se había hecho bastante eco del filme dando la imagen de que era una producción importante, por tanto es extraño que no se haya encontrado apenas información de lo que sucedió con él. Aparentemente se estrenó en Viena en febrero de 1921 aunque no hay pruebas que lo confirmen, y a Hungría no llegó hasta 1923. ¿Por qué tardó dos años en llegar allá? Nadie lo sabe. A partir de aquí el más absoluto silencio. No he encontrado datos sobre cuál fue su suerte en taquilla ni sobre su difusión. Todo parece indicar que pasó bastante desapercibida y cayó enseguida en el olvido, cosa extraña dado el potencial de su temática. Como mínimo eso explica por qué Florence Stoker, la viuda de Bram Stoker, no intentó incautar también esta película como hizo con Nosferatu.

Así pues, esto es todo lo que nos queda a día de hoy del primer Drácula cinematográfico: los poquísimos fotogramas sueltos que he añadido en el post, el libro basado en la película y numerosos interrogantes sin resolver. Qué quieren, parte de la gracia de ser un aficionado al cine mudo son precisamente estos misterios que rodean a tantas producciones de la época.

Especial Centenario Nosferatu (IV): Conde Drácula vs Conde Orlock, el vampirismo según Murnau

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Introducción: reformulando el mito de Drácula

Como ya sabemos, Nosferatu era una adaptación de la célebre novela Drácula de Bram Stoker, pero en todo caso era una versión muy libre con varias diferencias remarcables. Algunos de estos cambios pueden atribuirse a un simple intento de diferenciarse del original para esconder que no habían comprado sus derechos, pero muchos de ellos en realidad responden a algo más interesante: a una reformulación del mito del vampiro respecto a como lo planteaba Bram Stoker. ¿En qué se diferencian el Conde Orlock del Conde Drácula y qué ha aportado el primero al mito del vampiro? Veámoslo.

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Especial Centenario Nosferatu (III): Die zwölfte Stunde (1930), la versión sonorizada de Nosferatu

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Cuando el cine sonoro irrumpió a finales de los años 20 causó tal sensación entre el gran público que se convirtió en una locura. Los espectadores iban en masa a ver cualquier película que se anunciara como sonora al margen de su calidad, y en consecuencia en esos primeros años de transición los estudios de cine buscaron mil maneras de rentabilizar esa moda: desde el curioso caso de las part-talkies, en que numerosos cineastas se vieron obligados a rodar a posteriori algunas escenas sonoras en su película originalmente muda aunque no pegaran ni con cola, a varios ejemplos de cintas que se vendieron como filmes sonoros cuando en realidad tenían solo incorporados efectos de sonido sincronizados. Cualquier artimaña que justificara anunciar dicho filme como «una obra sonora» era válida.

En algunos casos se llegó incluso al extremo de hacer algo tan de mal gusto como sonorizar películas mudas. Eso fue lo que se hizo con un clásico como Nosferatu (1922), que se reestrenó en 1930 en una versión sonorizada con el título de Die zwölfte Stunde (La Duodécima Hora, es decir, la medianoche). ¿Cómo y de dónde surgió esta rareza?

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Especial centenario Nosferatu (II): Murnau y lo subliminal como forma de filmar el mal

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Por muy tópico que suene, realmente hay películas de las que descubrimos detalles nuevos a cada visionado, que tienen tanta riqueza y pequeños matices ocultos que uno nunca deja de sorprenderse de lo que dan de sí. Sin ir más lejos en mi último revisionado de Nosferatu (1922), que además pude disfrutar en pantalla grande, hubo un plano que hasta entonces me había pasado inadvertido y que me pareció tan llamativo que me ha animado a abrir este post, donde comentaré la forma como F.W. Murnau maneja el clima tan horrorífico de la película a partir de lo subliminal y lo sugerente.

El plano en cuestión tiene lugar en el tramo final de la cinta entre dos escenas. En la primera vemos como la gente del pueblo persigue a Knock, a quien creen responsable de la epidemia de peste. La siguiente es la aterradora escena en que el Conde Orlock observa el hogar de Hutter y Ellen desde la ventana de su casa, situada enfrente. En este nuevo revisionado descubrí para mi asombro que entre el plano de la gente yendo tras Knock y el plano medio de Nosferatu en la ventana hay insertado uno del mar. Dicho plano no tiene ningún contexto que lo justifique. ¿Es para dar a entender el momento del día en que nos encontramos? En tal caso, ¿por qué situarlo en mitad del mar cuando la acción ya hace tiempo que sucede en tierra? Debe haber un motivo para incluir un plano que no tiene ninguna relación entre esas dos escenas. En ningún caso puede ser un error, se ha añadido ahí con una intención concreta, ¿cuál?

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Especial Centenario Nosferatu (I): Nosferatu (Nosferatu – Eine Symphonie des Grauens, 1922) de F.W. Murnau

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Hoy se cumplen exactamente 100 años del estreno oficial de una de las grandes obras maestras de la historia del cine: Nosferatu (1922) de F.W. Murnau, que tuvo lugar en Berlín en un evento especial al que este Doctor pudo asistir. Como un acontecimiento así merece celebrarse, durante este mes de marzo haremos un especial temático de varios posts dedicados a esta extraordinaria película. Comenzaremos por la ardua tarea de dedicarle una reseña a una obra a la que cualquier análisis o descripción no le puede hacer justicia. Pero de todos modos, intentémoslo y empecemos esta celebración Nosferatu.

Por extraño que parezca lo que voy a decir, creo que es un error afrontar hoy día Nosferatu (1922) como una película de terror o vampiros. O mejor dicho, afrontarla sólo como una película de terror o de vampiros. Aunque por descontado se trata de una de las primeras grandes obras maestras del cine de terror y el personaje principal es un vampiro creo que Nosferatu es mucho más que eso. No pretendo por ello minusvalorar el género de terror, como si fuera una categoría demasiado pequeña para una obra maestra como ésta, mi punto de vista es más bien que en ella hay muchas ideas y detalles de puesta en escena que resulta obvio que van más allá de pretender generar terror al espectador.

Nosferatu me sigue pareciendo hoy día una de las obras con un clima más inquietante y perturbador que he visto, pero al mismo tiempo creo que contiene algunas de las estampas más bellas de la historia del cine. No hay ninguna contradicción en ello. En Nosferatu F.W. Murnau llevó al máximo su influencia por la pintura romántica y la concepción que tenía ésta de la naturaleza, vista como algo cautivador pero también misterioso, que nos deslumbra por su belleza pero que también nos atemoriza por las extrañas fuerzas que puede generar. Eso es lo que evoca Murnau en Nosferatu y que creo que va más allá de su adscripción a un género o temática concretos.

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Los efectos visuales alucinógenos de Amoki (1927) de Kote Mardjanishvili

Como aficionado al cine mudo que lleva siguiendo esta forma de arte desde mis años mozos en la República de Weimar, lo que me encanta de la era internet es que nos ha permitido llegar no solo a películas mudas que durante mucho tiempo han sido muy difíciles o casi imposibles de conseguir, sino también a centenares de obras que ni sabíamos que existían y que están ahora a un clic de nosotros. Películas que en los años 20 del siglo pasado este inquieto cinéfilo no hubiera descubierto, ¡y eso que procuraba estar siempre atento a todo lo que estrenaba! De modo que si uno se mueve por estos inabarcables mares internautas puede acabar disfrutando un día del visionado de Amok (Amoki, 1927) del prestigioso director teatral Kote Mardjanishvili, la versión filmada en Georgia que todos estábamos esperando del célebre relato de Stefan Zweig.

¿Que la película no tiene subtítulos y ustedes no saben leer en georgiano? Bah, eso en el cine mudo no es ningún problema. Basta con conocer el relato original para seguir la trama aunque no se entiendan los rótulos, (y si no lo han leído, háganlo, es muy bueno). Comprobarán que eso nos sirve de sobras para disfrutar de todas sus virtudes cinematográficas.

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Especial Films Albatros (IV): los 100 rostros de Ivan Mosjoukine/Ivan Mozzhukhin

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«No hay nada más doloroso y desagradable que verte a ti mismo en la pantalla. La más mínima falsedad espiritual, aunque sea camuflada por la técnica, se percibe de inmediato, y eso me atormenta durante mucho tiempo».

NOTA: en este post he empleado la versión afrancesada del nombre de nuestro protagonista en lugar de su nombre original en ruso, Ivan Mozzhukhin. El motivo es simplemente que es el nombre por el que más se le suele conocer.

Tres instantáneas de la vida de Ivan Mosjoukine

Como primera toma de contacto con la compleja biografía de un actor tan prolífico y apasionante como Ivan Mosjoukine quedémonos de entrada con tres instantáneas tomadas en diferentes momentos de su carrera y un fragmento de vídeo. La primera instantánea sería en 1920, cuando desembarca en Francia huyendo de la revolución soviética con el estatus de ser la principal estrella del cine ruso. ¿Lograría hacerse un nombre en ese país o quedaría relegado a papeles secundarios como le sucedería a docenas de actores que no consiguieron mantener su caché tras verse obligados a emigrar a otra industria donde no eran tan conocidos? La segunda imagen es otro desembarco, en este caso en Estados Unidos, adonde Mosjoukine ha viajado en 1927 tras hacerse un nombre en toda Europa con la esperanza de convertirse en una de las grandes estrellas masculinas de Hollywood. Lo tiene todo a su favor: talento, físico, fama, experiencia y versatilidad. Una última instantánea, ésta perteneciente a 1939: un Mosjoukine enfermo de tuberculosis en un hospital parisino arruinado y totalmente olvidado por el público. La muerte a los 49 años del que 12 años antes era uno de los actores más famosos de Europa pasó totalmente desapercibida.

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Especial Films Albatros (II): La historia de Albatros

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¿Cuál fue el origen de este estudio francés integrado mayormente por rusos? Primero un poco de inevitable contexto histórico. La historia de Albatros se inicia en Rusia con la llegada de la Revolución de Febrero de 1917. El país, por entonces sumido en la I Guerra Mundial, se encontraba en una situación crítica a causa de las numerosas derrotas sufridas en el frente y las condiciones cada vez más duras a las que se vio abocada la población civil, que desembocarían en una revuelta popular que destronaría al zar. En los conflictivos meses posteriores a la revolución, el cine seguiría activo pero atreviéndose a tratar temas antes prohibidos y, por supuesto, más enfocados a la ideología de izquierdas. Como forma de proteger a un sector tan debilitado en estas penosas circunstancias todas las productoras se unieron para evitar competir entre ellas y estar preparadas para una más que posible nacionalización de la industria, pero en 1918 la crisis se hizo insalvable ante la falta de recursos y el boicot del mercado extranjero. La solución pasó por una emigración de la mayor parte de los trabajadores de la industria al sur del país, que por entonces aún no estaba en manos de los bolcheviques, primero a Odesa y luego a Yalta. Finalmente en 1919 Lenin propuso nacionalizar la industria cinematográfica. Fue entonces cuando cobró una gran importancia uno de los principales personajes de nuestra historia: Joseph N. Ermolieff.

¿Quién era ese tal Ermolieff? Pues ni más ni menos que uno de los principales productores de cine en la Rusia imperial, habiendo trabajado en algunas de las películas más importantes de Yakov Protazanov de esos años como La Reina de Picas (1916) o El Padre Sergius (1917). Ermolieff estaba empleado para la filial de Pathé en Moscú y naturalmente tenía contactos en Francia, de modo que cuando la situación en Rusia se complicó de veras llegó a un acuerdo para establecerse en el país galo junto a varias de las figuras de la industria cinematográfica de su patria. Así pues, en enero de 1920 partiría el barco que llevaría a Francia a nombres tan destacados como los directores Aleksandr Volkoff y Yakov Protazanov, o los actores Ivan Mosjoukin y Natalya Lisenko entre muchos otros. Empezaba pues la aventura de los futuros estudios Albatros.

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Especial Films Albatros (I): De pie pese a la tormenta

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En otoño de 1920 el último punto de resistencia que quedaba del Ejército Blanco ruso en Crimea fue conquistado por los guerrilleros bolcheviques. En los años convulsos de la Revolución Soviética habían sido muchos los que se habían refugiado en esa zona del sur del país confiando que la revuelta no llegaría hasta ahí, pero cuando el General Wrangel fue derrotado miles de rusos emigraron a otras zonas europeas huyendo de las posibles consecuencias del bolchevismo. Entre este amplio número de emigrantes se encontraban algunos de los nombres más destacados de la cinematografía rusa antes de la revolución, desde actores y directores de prestigio hasta personal técnico. La mayor parte de ellos escaparían a Francia, donde lograrían asentarse en un nuevo estudio bautizado Ermolieff-Cinéma, fundado por otro emigrado ruso como ellos.

Unos pocos años después, en 1922 se produciría un nuevo suceso importantísimo: el jefe del estudio decidió dejar la compañía para probar nuevas aventuras y éste cambió su nombre por el de Films Albatros, teniendo como significativo lema «De pie después de la tormenta». Esto no fue un mero cambio de nombre, con el nacimiento oficial de Albatros hubo también una transformación radical en la manera de hacer películas. Aquí comenzaría la legendaria carrera de uno de los estudios de cine más singulares de toda la era muda.

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El cine de atracciones según Tom Gunning

Aunque en un principio el propósito de este blog va más encaminado a comentar películas y curiosidades antes que adentrarse en teoría sobre el cine mudo – lo cual tampoco le supondría un problema a este Doctor – he pensado que sería interesante hacer una pequeña excepción dedicando un post a un concepto tan fundamental como el de «cine de atracciones», desarrollado por el historiador americano Tom Gunning en los años 80. Creo que para los aficionados al cine mudo que no lo conozcan puede resultarles muy útil a la hora de revalorizar cortometrajes de la era primitiva, y por otro lado como yo lo he usado por aquí en ciertas ocasiones (la última vez en mi post especial dedicado a Segundo de Chomón) no estaría de más dedicarle algunas líneas. Así pues, ¡allá vamos!

Tradicionalmente a la hora de hablar del cine de los orígenes, el conocido como cine primitivo, se ha tendido a valorarlo desde una perspectiva que se basaba demasiado en la forma que ha acabado adquiriendo a posteriori esta forma de expresión, es decir, lo que sería el cine narrativo clásico. Eso ha llevado a dos problemas en lo que respecta a valorar como se merece el cine de ese periodo: en primer lugar que se habla de las obras de esos años en base a sus carencias (por ejemplo, son películas que no tienen un montaje mínimamente avanzado o que no manejan una variedad de planos muy amplia) y, en segundo lugar, que hay una mirada inevitablemente condescendiente hacia ellas (son películas que «no saben narrar historias todavía», que por tanto «no funcionan» como filmes).

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