Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2018 (III)

9 de octubre – El día de Victor Sjöstrom

Hoy yo tenía clarísimo cuál era la película que más ganas tenía de ver: The Price of Betrayal (Judaspengar, 1915) de Victor Sjöstrom, uno de los momentos que más esperaba de esta edición del festival, ya que no todos los años se descubre una película considerada perdida de uno de tus directores predilectos. No obstante, es cierto que el destino es caprichoso, y a veces la películas que se recuperan no son necesariamente remarcables, de modo que fui con expectativas medianas. Bien, pues me equivoqué: Judaspengar es un grandísimo filme que a día de hoy añadiría sin dudarlo a mi lista de obras favoritas de 1915 y que confirma cómo ya en esa fecha tan temprana Sjöstrom se vislumbraba como un excelente director y especialmente avanzado para su tiempo. Dado que me gustaría hablar con más calma de este filme, me reservo escribir un post aparte sobre él tan pronto retorne a mi guarida después del festival. Simplemente añadir que el martes fue sin duda el día de Victor Sjöstrom, ya que a continuación pudimos ver en pantalla grande una de sus mayores obras maestras, La Carreta Fantasma (1921) dentro del ciclo Canon Revisited, dedicado a recuperar clásicos de la era muda.

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El Pintor de Dragones (The Dragon Painter, 1919) de William Worthington

En episodios anteriores de este blog ya les hablamos de la fascinación que había en Estados Unidos a principios del siglo XX hacia la cultura oriental, algo que queda patente en el hecho de que en el Hollywood de los años 10 se produjera una obra tan insólita como La Ira de los Dioses (1914), con un reparto compuesto casi íntegramente por japoneses. Y aunque es cierto que en la mayoría de películas los personajes orientales quedaban relegados a los tópicos rasgos de siempre, ciertamente resulta curioso que una industria como Hollywood, tan poco dada a salirse de los parámetros estándares, se atreviera a hacer películas como ésa o, años más tarde, La Buena Tierra (1937)  Desde entonces este tímido avance hacia films con historias y personajes orientales ha quedado tan atrás que cuando Clint Eastwood estrenó Cartas de Iwo Jima (2006) con un reparto exclusivamente oriental daba la sensación de que estaba haciendo algo realmente rompedor. Volviendo a la época muda, esa breve atracción hacia la cultura oriental se vio reflejada también en el surgimiento de estrellas de cine orientales como Sessue Hayakawa, Tsuru Aoki o Anna May Wong. Y ahora piensen: ¿cuántos actores orientales se les ocurre que llegaran al estatus de estrellas en Hollywood durante las décadas siguientes?

Centrándonos en el caso de Hayakawa éste llegó a tener tanto éxito en aquellos años que se animó a formar una productora propia, Haworth Pictures, en la que se realizarían sus películas y que, obviamente, le permitiría por una vez encarnar el tipo de personajes y temas que le vinieran en gana, sin imposiciones raciales. Según parece, la mayor parte de ese material está perdido, lo cual es una lástima porque sería un material historiográfico interesantísimo: películas americanas con actores y temática orientales dirigidas a un público general, es decir, que buscaban aportar una visión más auténtica de Japón. Afortunadamente alguna ha acabado sobreviviendo al paso de los años, como es el caso de El Pintor de Dragones (1919).

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Las 50 películas mudas favoritas del Dr. Caligari

Apreciado lector, este post ha quedado desfasado, puesto que el Doctor Caligari ha hecho 5 años después una nueva lista actualizada y con 100 títulos.


En los cinco años que este humilde Doctor lleva escribiendo en este rincón dedicado al cine mudo en más de una ocasión le han preguntado por sus películas mudas favoritas. Ésta obviamente no es una tarea fácil, ¡hay tantos títulos a tener en cuenta! No obstante, para conmemorar el reciente quinto aniversario del blog y el haber llegado a los mil seguidores en nuestro Facebook (en la foto de arriba pueden ver al Doctor Caligari celebrando eufórico la ocasión) su genio del mal favorito ha decidido sentarse y escribir la susodicha lista.

Como una lista de diez películas estaría formada en su mayor parte por títulos más conocidos y, por otro lado, este Doctor tampoco quiere ser deshonesto seleccionando obras más atípicas para dárselas de original, ha decidido que la mejor forma de llevar esto a cabo era ampliando la lista a 50 títulos, donde habría cabida para algunos más conocidos y otros no tanto. Y por último, para facilitar la tarea (uno ya tiene una edad para meterse en este tipo de fregados), se dejarán de lado cortometrajes. Espero que disfruten de esta selección de la que inevitablemente se han quedado fuera muchos grandes títulos:

Un Albergue en Tokio (Tokyo no yado, 1935) de Yasujiro Ozu

Algo que me maravilla del cine de Ozu y que podemos apreciar ya en algunas de sus primeras obras como ésta es su capacidad para retratar la cotidianedad, centrarse en argumentos aparentemente banales, y de ahí extraer instantes especialmente conmovedores que consiguen hacer reflexionar al espectador.

Tomemos por ejemplo una escena fundamental de Un Albergue de Tokio (1935). Un hombre pobre que no consigue dar con un empleo observa como sus dos niños juegan con la hija de una mujer que está en su misma situación. La escena está llena de ternura y Ozu alterna los planos de los niños con los padres, que observan sonrientes. Ellos inician un diálogo intrascendente: “La infancia es la mejor época de la vida”, “Puede parecer una tontería, pero a mí me gustaría ser una niña”, “A ambos nos gustaría empezar de nuevo”.

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Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2017 (II)

29 de septiembre

Este año el Dr. Caligari decidió asistir a la proyección gratuita que sirve como prólogo al festival y que tiene lugar en el Teatro Zancanaro de Sacile, un pueblo (muy bonito por cierto) a solo unos kilómetros de Pordenone. En este caso se trataba ni más ni menos que de una de las obras cumbre del cine silente, El Viento (1928) de Victor Sjöstrom, con una orquesta en vivo interpretando una excelente banda sonora compuesta para la ocasión por Günter A. Buchwald. Para sorpresa de los organizadores, el teatro estaba tan lleno que tuvieron que abrir los palcos superiores (de hecho había gente haciendo cola una hora antes… ¡Sjöstrom arrasando en Sacile!).

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To Sleep So As To Dream (Yumemiru yōni nemuritai, 1986) de Kaizo Hayashi

Filmar un homenaje al cine mudo recreando ese mismo lenguaje es un ejercicio que puede entrañar unos pequeños riesgos. La película puede acabar convirtiéndose en una obra entrañable que contaría con la simpatía de todos los que compartimos esa pasión, pero que quizá no tendría vida propia más allá que como bonito homenaje. Lo interesante (y lo más difícil) es hacer un film que homenajee a esa época y no busque ser una simple copia de un lenguaje que ya no se utiliza, sino que de alguna manera le dé vida propia. Y eso es lo que consigue maravillosamente To Sleep So As To Dream (1986).

En su debut como realizador, Kaizo Hayashi decidió homenajear al cine mudo japonés con una película misteriosa, que lejos de permitir al espectador recrearse cómodamente en su maravillosa estética, le conduce hacia una trama confusa y en ocasiones abiertamente cómica. Los protagonistas son dos detectives a quienes les llega el encargo de localizar a una mujer secuestrada por un tal M. Pathé (¿han captado ya uno de los guiños más obvios de la trama?), el cual reclama un rescate de un millón de yens. Siguiendo las pocas pistas a su alcance se verán envueltos en un confuso entramado de callejones sin salida.

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Souls on the Road (Rojo no Reikon, 1921) de Minoru Murata

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Como ya hemos comentado en alguna ocasión, la mayor parte de las obras de los inicios del cine japonés están desaparecidas, indudablemente una de las mayores desgracias de la historia de este medio dado lo apasionante que son los primeros pasos fílmicos de ese país. Es por eso que la gran mayoría de películas mudas que podemos ver de esta cultura pertenecen a finales de los años 20 y primera mitad de los 30, con solo unas pocas muestras (además difíciles de conseguir a día de hoy) del cine anterior.

Una de las pocas obras anteriores a este periodo que ha sobrevivido a nuestros días y que, afortunadamente, puede verse con cierta facilidad es Souls on the Road (1921) de Minoru Murata. Y no se trata de una película cualquiera: está considerada la primera gran obra de la historia del cine japonés. No podemos constatar la enorme influencia que se dice que tuvo en films posteriores al no haber más obras de la época con las que comparar, pero los historiadores coinciden en subrayar su decisiva contribución a la evolución de la cinematografía nipona.

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10 cortometrajes primitivos de animación japonesa

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En uno de mis numerosos viajes por oriente, encontré en un pequeño bazar de rarezas de segunda mano una interesante colección de DVDs llamada “Japanese Anime Classic Collection”, dedicada a los inicios de la animación en Japón. Ciertamente no podía dejar escapar algo así, de modo que me hice con él después de un largo rato regateando con su vendedor, un astuto anciano que al notar mi interés intentó vendérmelo a un precio abusivo (luego descubrí que el DVD también estaba en Amazonn…).

Este pack de cuatro DVDs ofrece varios cortos de animación japoneses de la década de los 20 hasta los 40, pero poniendo mucho énfasis en una época que nos interesa especialmente en este rincón: los años 20 y 30, es decir, la era muda e inicios del sonoro. Les ofrezco pues una selección de diez de esos cortometrajes con referencias a otros que se pueden encontrar en ese mismo pack. Muchos de los links de Youtube que comparto no tienen subtítulos, pero no se desanimen, la mayoría se pueden disfrutar igualmente habiendo leído previamente el argumento.

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Le Giornate del Cinema Muto de Pordenone 2016 (IV)

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Cuando el Festival de Pordenone llega a su fin es bastante habitual que el asistente sufra una especie de jet lag. Tras tantos días dedicando la mayor parte de horas a estar encerrado en un teatro viendo películas mudas llega un punto en que uno se olvida de la realidad a la que luego deberá inevitablemente enfrentarse. El efecto desaparece aproximadamente cuando uno dejar de escuchar música de piano en su cabeza y se vuelve a acostumbrar a ver películas que, oh sorpresa, ¡tienen sonido! Aunque da algo de pena ver cómo el festival llega a su fin, después de todo supongo que tampoco es saludable estarse más de una semana en estas condiciones.

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He Nacido, Pero… (Umarete wa Mita Keredo, 1932) de Yasujiro Ozu

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Ozu fue uno de esos cineastas que a lo largo de su carrera no tuvo ningún reparo en hacer remakes de sus propias películas, como por ejemplo Historia de una Hierba Errante (1934), que filmó al final de su etapa muda y la retomó 25 años después en La Hierba Errante (1959); o Primavera Tardía (1949), cuyo argumento es muy similar al de su última obra, El Sabor del Sake (1962). Lo mismo sucede con una de sus películas más populares, la comedia Buenos Días (1959), que cuenta con un clarísimo precedente en la era muda, He Nacido, Pero… (1932). Es cierto que en este caso los argumentos son distintos, pero existen demasiados puntos en común entre las dos como para no hacer la inevitable comparación.

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