Hace 100 años: las mejores películas de 1919

Como nuestros lectores más veteranos ya sabrán, una de las tradiciones anuales de este rincón silente es dedicar un post a las mejores películas que se estrenaron justo hace 100 años (abajo del todo tienen los links a ediciones anteriores). Así pues, mientras las webs que siguen la actualidad cinéfila compartirán en unos meses las listas de mejores estrenos del 2019, el ilustre Doctor Caligari en cambio rescatará de sus viejos archivos el top que elaboró en el ya lejano 1919 y que compartió en el cineclub que frecuentaba por entonces las noches que no estaba de juerga en un cabaret en compañía de su inseparable Cesare.

Nos encontramos pues a solo un año del cambio de década decisivo en el que se encuentran la mayor parte de clásicos de la era muda. A causa de ello y de que la finalidad de estas listas no es tanto ser selectivas como dar a conocer títulos, en esta ocasión el Doctor Caligari ha decidido ampliar el Top10 a los 15 mejores filmes de 1919, para no dejar fuera algunas obras también dignas de mención. Pero antes de pasar a la lista, hagamos un repaso a algunos datos importantes sobre 1919 a nivel cinematográfico.

1919 supone entre otras cosas la confirmación de que el país pionero a nivel cinematográfico en Escandinavia pasa a ser Suecia por delante de Dinamarca, que a mediados de los años 10 era uno de los grandes referentes a nivel mundial. Sigue y seguirá habiendo en años venideros producciones danesas llenas de interés – por ejemplo Hacia la Luz (Kod lysey, 1919) de Holger-Madsen así como un debut muy interesante que se ha colado en nuestra lista – pero Suecia aquí se desmarca por completo, no solo en lo que se refiere a sus grandes nombres, sino incluso en películas menores como las que pueden verse en festivales como el de Pordenone o en las típicas obras en su momento consideradas grandes producciones ambiciosas que hoy día han caído en el olvido – es el caso de A Norway Lass (Synnöve Solbakken, 1919) del tercer gran nombre del cine mudo sueco, John W. Brunius.

La otra gran novedad que nos ofrece Europa en esos años es el surgimiento de una escena cinematográfica cada cada vez más prometedora en la tierra natal de este Doctor, Alemania, que en breve se convertirá en uno de los países clave del mundo a nivel fílmico. En paralelo, los productores alemanes empezaron a romper la barrera que los separaba de otros países gracias al drama histórico Madame DuBarry (1919) de Ernst Lubitsch, que consiguió ser un éxito tan apabullante como inédito en Estados Unidos abriendo la puerta al mercado alemán en años venideros. Mientras tanto, en Alemania empezaron a producirse películas muy interesantes como Nerven (1919) de Robert Reiner que supondría un clarísimo precedente de algunas de las inquietudes que caracterizarían el cine expresionista – aunque yo prefiero usar el término genérico de «cine de Weimar», que aplega diferentes géneros y sensibilidades – eso sin olvidar el prometedor debut a la dirección de un tal Fritz Lang, quien ese año realizó entre otras la primera parte de su serial Las Arañas (1919).

Y mientras tanto, ¿qué se cocía esos años en Estados Unidos? La película más taquillera del año fue, desafortunadamente, una de las grandes obras perdidas de la historia del cine, The Miracle Man (1919) de George Loane Tucker, que contaba con una interpretación espectacular de Lon Chaney, uno de los mejores actores de la era muda. En paralelo, varios de los grandes nombres de la industria cinematográfica decidieron aliarse para fundar una nueva compañía cuyo nombre ya da una idea de sus aspiraciones: la United Artists. Ellos eran Charles Chaplin, D.W Griffith, Mary Pickford y Douglas Fairbanks, y si bien la aventura empezó de forma prometedora (no en vano eran los artistas más importantes que había en Hollywood en aquel momento) al final se encontraron con varios problemas que en todo caso les relataremos en otro post.

Dos películas más que deben citarse por su importancia histórica a la hora de retratar a colectivos discriminados: The Homesteader (1919) de Oscar Micheaux, primer largometraje compuesto por un reparto íntegramente afroamericano y que además iba dirigido precisamente a este público – pueden leer aquí más sobre los orígenes del cine afroamericano y aquí sobre esa figura tan interesante que es Oscar Micheaux – y Anders als die Andern (1919) de Richard Oswald, primer filme del que tengo noticia que trate de forma seria y directa el tema de la homosexualidad (arriba pueden ver una captura). Y como broche final antes de pasar a la lista, no podemos dejar de citar que ese año se estrenó también The Sentimental Bloke (1919), considerada la gran obra muda del cine australiano.

Vamos pues con la selección del Doctor Caligari de las 15 mejores películas de 1919:

15) Historias Tenebrosas (Unheimliche Geschichten, Richard Oswald)

El alemán Richard Oswald ya nos había demostrado en nuestra lista de hace unos años su afición por las películas compuestas por varias historias de temática fantástica o de terror. En el caso que nos ocupa Historias Tenebrosas adapta varios relatos de autores como Edgar Allan Poe o Robert Louis Stevenson, pero resulta más desigual que su versión de Los Cuentos de Hoffmann (1916) a la que aludía en mi lista del 1916. A cambio cabe resaltar la puesta en escena, que consigue exitosamente darle a la cinta un tono inquietante y lúgubre, así como el excelente trabajo de sus dos protagonistas, Conrad Veidt y Reinhold Schünzel, que se van turnando en los papeles protagonistas. Muy interesante.

14) El Presidente (Præsidenten, Carl Theodor Dreyer)

1919 fue el año de debut de varios realizadores que tendrían en el futuro carreras brillantes. Ya hemos mencionado a Fritz Lang, y ahora añadiremos al gran Carl Theodor Dreyer. Cuando uno se encuentra en listas de este tipo con obras tempranas de estos grandes cineastas existe la tentación de pensar que se han incluido más por la fuerza de su nombre que por la calidad de la película seleccionada. Pero, créanme, no es el caso. Aunque un servidor visionó El Presidente con expectativas moderadas y sin saber muy bien qué esperar, al finalizar la película tuve que rendirme a la evidencia de que, por muy tópico que sea decirlo, realmente era una obra debutante en que se notaba que su creador tenía talento.

Se trata de un melodrama sobre un aristócrata que tiene un hijo ilegítimo con una criada con la que, obviamente, no piensa casarse. Es decir, la típica historia sobre conflictos de clase con el tono denso tan típico de la cinematografía escandinava. Pero aquí la clave está en la puesta en escena. El trabajo que hace Dreyer tras las cámaras es magnífico, solo por la forma como ilumina los interiores en escenas nocturnas y cómo aprovecha los exteriores en algunos planos tan bellos como el del lago resulta una obra que entra sola por los ojos.

13) El Pintor de Dragones (The Dragon Painter, William Worthington)

El Pintor de Dragones es una interesantísima rareza que refleja la fascinación que había en América durante aquellos años hacia la cultura oriental (en esta misma lista verán otro ejemplo). Se trata de una película realizada por una productora que el exitoso actor de origen japonés Sessue Hayakawa había creado para dar forma a filmes de temática oriental en el mismísimo seno de Hollywood. ¿Se imaginan algo así a día de hoy?

Este filme, uno de los poquísimos que se conservan de dicha productora, es una parábola sobre el proceso creativo en el arte que destaca entre otras cosas por la magnífica interpretación de Sessue Hayakawa encarnando a un artista enloquecido y por su cuidada puesta en escena. Merece bastante la pena.

12) No Cambies de Esposo (Don’t Change your Husband, Cecil B. De Mille)

Una de las condiciones que me suelo imponer a la hora de elaborar estas listas es intentar no repetir director, algo que suele darse en estos años en que muchos cineastas podían perfectamente realizar no digamos ya dos películas al año, sino incluso cuatro o cinco (cuando lleguemos a Lubitsch podrán ver que no exagero). En lo que respecta a De Mille estuve dudando entre incluir su comedia No Cambies de Esposo o Macho y Hembra (célebre por cierta escena de riesgo entre Gloria Swanson y unos leones). Ambas tienen en común el tratar con un tono ligero las relaciones entre hombres y mujeres, además de incluir algunas escenas fantasiosas u oníricas algo metidas con calzador que le permitían al director recrearse en el tipo de ambientaciones ostentosas en que se especializaría años después.

Finalmente me decanté por No Cambies de Esposo porque, aunque tiene una premisa menos sorprendente que la otra, creo que funciona mejor en conjunto como comedia y aporta unas reflexiones aún hoy día vigentes sobre lo que supone el día a día en un matrimonio veterano.

11) Dunungen (Ivan Hedqvist)

Uno de mis descubrimientos más reseñables del ciclo de cine escandinavo del Festival de Cine Mudo de Pordenone del 2018, Dunungen – traducida en el programa del festival como In Quest of Happiness – es una entrañable comedia rural que trata sobre el que parece ser el conflicto preferido del cine sueco de esos años: la imposible historia de amor entre dos jóvenes a causa de su condición social (en este caso él es el hijo del alcalde y ella la hija del panadero), que se complicará con la visita a casa del excéntrico tío del novio a la espera de su bendición.

Dunungen es un filme que en su argumento y desarrollo no depara grandes sorpresas pero que cuyo visionado se hace altamente disfrutable por el cuidado que hay en la forma de trazar las relaciones entre los personajes y el lento avance de la trama, demostrándonos que en esos años estamos llegando a un tipo de cine que no se basa tanto en los conflictos y giros del argumento como a centrarse en el tono de la película y a invitarnos a «disfrutar del viaje» sin preocuparnos de cuándo llegaremos al destino – otro ejemplo que además comparte su aire pastoral podría ser El Verdadero Corazón de Susie (True Heart Susie, 1919) de D.W. Griffith.

10) Lirios Rotos (Broken Blossoms, D.W. Griffith)

Y ya que hemos mencionado al gran hombre, Lirios Rotos (1919) era una de esas películas que no podía faltar en esta lista. No obstante, pese a su estatus de clásico absoluto (probablemente sea el filme más recordado de este año) debo reconocer que en el último revisionado que le dediqué se me vino un poco abajo, haciéndose demasiado evidente para mi gusto su principal defecto: ese estilo tan melodramático que se toma a sí mismo demasiado en serio, sobre todo presente en algunos rótulos cuyo lirismo se hace excesivo. Es cierto que éste es un rasgo más que presente en la mayoría de películas de Griffith (a causa del cual es probable que a nuestros ojos sus obras se nos antojen más anticuadas que otras de la época) pero el caso es que si bien Lirios Rotos antaño era mi filme favorito suyo, a día de hoy no solo prefiero otros sino que a la hora de confeccionar esta selección estuve dudando entre incluir éste o El Verdadero Corazón de Susie, mucho menos célebre pero igualmente más que notable e incluso considerada la gran obra maestra de Griffith por gente tan prestigiosa como el estudioso Tom Gunning.

Pero dejemos de ser tan negativos, aunque haya bajado en mis preferencias personales Lirios Rotos sigue siendo una película magnífica que destaca no solo por el trabajo de Griffith tras la cámara sino por lo valiente que resulta el argumento, narrando la relación que surge entre la hija de un boxeador que es objeto de continuos malos tratos (una Lillian Gish a veces demasiado sufrida) y un emigrante chino que decide cuidarla (Richard Barthelmess caracterizado con rasgos orientales). Me gusta especialmente que Griffith no lleve el argumento al terreno fácil de la historia de amor y que lo deje entre una relación entre dos personas afines y especialmente sensibles condenadas a vivir en un mundo demasiado crudo.

9) Die Pest in Florenz (Otto Rippert)

Seguramente el motivo por el que a día de hoy más se recuerda (es un decir) Die Pest in Florenz es porque su guion está escrito por un joven cineasta por entonces abriéndose paso como director llamado Fritz Lang. Pero lo cierto es que el filme posee suficiente entidad por sí solo, de hecho fue una gran producción a cargo de Erich Pommer (otro nombre clave del cine alemán de Weimar) y se nota por el impresionante trabajo de ambientación y los numerosos extras que se emplearon.

La historia es una adaptación libre de La Máscara de la Muerte Roja de Edgar Allan Poe ambientada en el siglo XIV, en que la figura que trae la lujuria y los excesos a la ciudad de Florencia viene encarnada por una cortesana que contará con la oposición inmediata de las principales figuras de la Iglesia. No está a la altura de las grandes obras alemanas de la época pero es realmente un filme a rescatar del olvido.

8) La Voz de los Antepasados (Ingmarssönerna, Victor Sjöstrom)

El sueco Victor Sjöstrom es desde los inicios de estas listas una presencia obligatoria en todas mis selecciones; no en vano es uno de mis directores favoritos, y al mismo tiempo en estos años era además uno de los mejores cineastas del mundo. El filme que hemos escogido en esta ocasión, La Voz de los Antepasados (1919), es menos conocido que los de años anteriores y no comparte su importancia histórica, pero es es igualmente una obra muy interesante que de nuevo adapta un texto de la prestigiosa Selma Lagerlöf (en este caso su novela Jerusalem) sobre una familia de campesinos a lo largo de varias generaciones.

Hubo una segunda parte también dirigida por Sjöstrom que continuaba el argumento de la novela, El Camino de Dios (Karin Ingmarsdotter, 1920) y una tercera dirigida por Gustaf Molander.

7) Wagon Tracks (Lambert Hillyer)

De todos los westerns que he visto de William S. Hart, Wagon Tracks es sin duda uno de los más destacados, combinando un argumento más aventurero (la caravana de peregrinos que debe enfrentarse a los peligros del desierto, indios incluidos) con otro más melodramático (el protagonista quiere vengar la muerte de su hermano, asesinado cobardemente durante una partida de póquer). Hart sale indemne de ambos registros, resultando creíble como valiente vaquero que no teme a nada y como sensible protagonista que llora ante la muerte de su hermano y cuida lealmente de su caballo.

Wagon Tracks nos puede parecer hoy día que aún tiene cierta inocencia, con esa figura del héroe  honesto y fiel a unos principios que se nota que está construido como ejemplo a seguir para los espectadores más jóvenes, pero la película sigue funcionando a la perfección.

6) La Princesa de las Ostras (Die Austernprinzessin, Ernst Lubitsch)

El antiguo actor de la compañía de teatro de Max Reinhardt, Ernst Lubitsch, pasó en cinco años de ser un divertido intérprete y director de comedietas a convertirse en un realizador cada vez más experimentado. Y 1919 fue seguramente su año clave a nivel cinematográfico con siete películas dirigidas por él (!!) de las cuales una, la ya citada Madame DuBarry (1919), le supuso su primer reconocimiento internacional. A la hora de escoger cuál incluir en esta lista dudé entre La Princesa de las Ostras y La Muñeca (Die Puppe, 1919) hasta que decidí inclinarme por la primera, pero ambas habrían merecido un puesto en esta lista.

Sin lugar a dudas La Princesa de las Ostras es, junto al filme que he seleccionado de Douglas Fairbanks, el largometraje más divertido e imaginativo de este año. La película aún tiene el estilo menos refinado de la primera etapa de Lubitsch, pero resulta más pulida que sus anteriores obras y es un dechado de gags y recursos visuales maravillosos. Es cierto que Lubitsch luego evolucionó hasta ser un mejor director, pero la absoluta locura y libertad creativa que emanan obras como ésta resultan maravillosamente refrescantes.

5) Pesadillas (When the Clouds Roll By, Victor Fleming)

Aunque a día de hoy se recuerden sobre todo las grandes películas de aventuras de corte histórico que el carismático actor Douglas Fairbanks realizó a lo largo de los años 20, Pesadillas es mi filme favorito de su carrera junto a La Máscara de Hierro (The Iron Mask, 1929) de Allan Dwan. No tengo nada en contra de sus sólidas adaptaciones de Robin Hood, El Zorro o D’Artagnan, pero a mí el Fairbanks que más me gusta es el de los mediometrajes de esta época. Esas películas de tono más ligero en que el simpático actor no esconde que se lo está pasando tan bien como los espectadores donde incluso no teme hacerles guiños directos; filmes que basculaban a partes iguales entre la comedia y el suspense funcionando a la perfección en ambos ámbitos.

Pesadillas es el mejor exponente de esta parte de su carrera: una película llena de imaginación e ingenio, que ya en sus primeros minutos nos ofrece una secuencia delirante en que se recrean las pesadillas que siente el protagonista por culpa de una digestión (en las cuales éste huye de los alimentos que acaba de comer y acaba en una habitación subiendo por las paredes…. tal cual suena), y que acaba con una vistosa escena de inundaciones que en ciertos aspectos podría verse como un precedente de El Héroe del Río (Steamboat Bill Jr, 1928) de Charles Reisner y Buster Keaton. A modo de curiosidad, el filme fue otro de los grandes debuts tras la cámara de 1919, en este caso de Victor Fleming, que había trabajado como director de fotografía en algunas de las películas que Fairbanks había protagonizado bajo las órdenes de Allan Dwan. Le deseamos mucha suerte en su futura carrera en Hollywood.

4) Corazón Olvidado (Blind Husbands, Erich von Stroheim)

De todos los grandes directores debutantes de este año creo que el que más destacó en su opera prima fue sin duda el gran Erich von Stroheim, que como ya sabrán en años posteriores se convirtió en una de las figuras más destacadas de Hollywood, célebre tanto por su genialidad como por su inevitable caída en desgracia. Pero en 1919 Stroheim era de momento un actor de carácter conocido por el gran público sobre todo por sus papeles de villano de origen germánico, algo especialmente en boga en aquellos años por la I Guerra Mundial.

Que el actor pasara a escribir y dirigir una película difícilmente era una novedad en el Hollywood mucho más flexible de aquellos años (son incontables los casos de actores que hicieron lo mismo en alguna ocasión), pero que el resultado fuera tan bueno sí lo era. Porque aunque no se trata de una de sus obras cumbre y en muchos aspectos no deje de ser un adelanto de la superior Esposas Frívolas (1921), Corazón Olvidado (1919) – odio esta traducción del título original – nos revela a un director sobresaliente que da vida a una historia en principio bastante tópica (un triángulo amoroso) que a cambio pone de manifiesto las insatisfacciones de la vida matrimonial como hacía la película de De Mille que comentamos anteriormente y que, por supuesto, nos permite disfrutar de Stroheim como antagonista en su papel de oficial austríaco hipócrita y deliciosamente odioso. No se resistan a disfrutar de «el hombre al que les gusta odiar», que era el slogan con el que se publicitaban las películas protagonizadas por Stroheim.

3) Behind the Door (Irving V. Willat)

Una de las grandes sorpresas del Festival de Cine Mudo de Pordenone del 2016 y uno de lo alegatos antibélicos más contundentes que se hayan realizado en la era silente. Behind the Door es una producción del prestigioso Thomas Ince que profundizaba en los traumas causados por la reciente I Guerra Mundial a través de la historia de un taxidermista que vive en un pequeño pueblo americano y que, cuando se inicia el conflicto bélico, sufre los prejuicios de sus vecinos y los padres de su novia por sus orígenes germanos, pese a que éste no duda en alistarse en el ejército americano.

No obstante, la parte más cruda de la película viene más adelante cuando los protagonistas acaban en un bote salvavidas a la deriva y son rescatados por un submarino alemán. Prefiero no desvelar detalles de lo que sucede en el tramo final de la cinta, pero hay dos de las escenas más angustiosas que he visto en un filme mudo y que en su momento supusieron un enorme impacto para el público pese a que no se llega a hacer explícito visualmente lo que sucede. Una magnífica película pero también desoladora y amarga, cuya idea principal no es solo una denuncia de las guerras sino de cómo este tipo de conflictos sacan la peor parte del ser humano.

2) Yo Acuso (J’Accuse, Abel Gance)

Y de un drama antibélico sobre la I Guerra Mundial pasamos a otro. Hace un rato reprochaba a Griffith que a veces sus películas se tomaban a sí mismo demasiado en serio en su afán por ser gran cine. Y paradójicamente debo reconocer que Abel Gance comparte ese defecto, pero el caso es que en sus mejores películas Gance era tan rematadamente bueno que le disculpo ese tono tan pomposo y grandilocuente. En Yo Acuso, Gance se propuso hacer la gran película por excelencia sobre la Gran Guerra y consiguió un éxito de taquilla apabullante.

El filme parte de un argumento melodramático un tanto exagerado en cuanto a tono en que los tres protagonistas de un triángulo amoroso se ven enfrentados a los terribles sucesos de la guerra. El trabajo de dirección es sencillamente apabullante, pocos cineastas había en esa época tan virtuosos y capaces de extraer tanto partido de las posibilidades visuales del cine como Gance, y la recreación de las escenas bélicas es sensacional, incluyendo metraje auténtico que el cineasta filmó en los últimos meses de la contienda. No obstante la escena más célebre es la de los soldados que vuelven a levantarse tras haber muerto, en la que usó como extras a cientos de soldados de verdad que iban a volver en unos pocos días el frente y que por tanto sabían que seguramente en breve estarían muertos como los personajes que estaban interpretando. Un momento escalofriante de la que es, pese a sus defectos y su excesiva duración, una de las grandes películas de 1919.

1) El Tesoro de Arne (Herr Arnes Pengar, Mauritz Stiller)

Si algo tenía claro a la hora de elaborar esta lista era cuál sería con toda probabilidad la primera película de todas. No en vano El Tesoro de Arne (1919) no solo me parece la gran obra maestra de Mauritz Stiller – que ya es decir mucho – sino una de las más grandes joyas del cine escandinavo y de la era muda en general. Una película que por un lado desprende una emotiva sensibilidad y por el otro aprovecha espléndidamente los impresionantes paisajes invernales, en lo que sería uno de los rasgos más citados de la cinematografía sueca de esos años. Una obra esencial con un desenlace que para un servidor supone uno de los momentos visuales más poderosos de la era silente.

Merece señalarse que éste es el tercer año seguido que los suecos conquistan el puesto número uno de esta lista y el cuarto que lo hace una obra de la cinematografía escandinava. Realmente el cine de esos países en la era muda es uno de los grandes tesoros por descubrir. Aprovechen que hoy día gracias a internet se puede llegar a muchas de esas películas (en 1919 mucho me temo que dependíamos de la programación del cine del barrio) y no las dejen escapar.

 

 

 

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2 comentarios en “Hace 100 años: las mejores películas de 1919

  1. Buenas tardes. Tras una infructuosa búsqueda de las películas que John Ford estrenó en 1919 (sólo pude encontrar un fragmento de The Last Outlaw), pensé en pasar por aquí para no dar del todo por perdido mi paso por este año. He seguido su consejo y he visto El Tesoro de Arne. Bueno, una conclusión por encima de todo: debo seguir su consejo con más frecuencia. Muchas gracias.

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