¿Se pensaban que este Doctor se había olvidado de uno de los grandes clásicos de este rincón silente? ¡Para nada! Aunque un poco justos de fechas, aquí tienen el listado que todos estaban esperando: las mejores películas que cumplen 100 años, es decir, los mejores filmes de 1923. Si les parece que este año les cuesta elaborar los clásicos Top10 de mejores estrenos de 2023… ¡imagínense lo complicado que era en plena edad de oro del silente!
En 1923 Alemania seguía imponiéndose como una de las mayores potencias cinematográficas del mundo, como verán con la selección de varios títulos del listado, que van mucho más allá del ya conocido expresionismo. La otra gran potencia cinematográfica europea comprobarán que es Francia. En estos años hay innumerables ejemplos de películas que combinan una enorme sensibilidad y un sentido muy visual de la puesta en escena con las influencias de las vanguardias de la época, que se manifestaban sobre todo en cortometrajes como Le Retour à la Raison (1923) de Man Ray. Pocas cosas hay mejores en la era muda que los filmes franceses de este periodo que conjugan ambos elementos.
En Hollywood nos encontramos en plena edad de oro con todos los géneros clásicos ofreciendo al menos alguna obra paradigmática a lo largo de este año. Aparte de las aquí citadas he dejado fuera obras más que notables como Los Diez Mandamientos (The Ten Commandments) de Cecil B. DeMille, Scaramouche de Rex Ingram o El Jorobado de Notre Dame (The Hunchback of Notre Dame) de Wallace Worsley. Aunque no hayan entrado en mi selección, todas tienen algo que las dota de interés (una actuación desbordante de Lon Chaney, algunos planos especialmente llamativos, algún recurso de puesta en escena original…).
Mención aparte merece el slapstick, que en aquellos años estaba llegando a unos niveles de virtuosismo incomparables. Con el salto de Buster Keaton al largometraje como actor y director con Three Ages (Las Tres Edades), por fin en 1923 tendríamos a los tres más grandes del género habiendo dado el paso a películas más elaboradas y ambiciosas con resultados extraordinarios. Y si bien aquí no incluimos cortometrajes, este año se produjo uno de mis favoritísimos de todo el slapstick: It’s a Gift con el bigotudo Snub Pollard.
Tenemos pues películas para todos los gustos y sensibilidades, de aquí a que se acabe la era muda cada año incluirá unas cuantas obras maestras, algunos clásicos y varias joyas por descubrir. Los años 20 del siglo XX fueron sin duda una buena época, y no lo digo solo porque este Doctor sea un nostálgico de los tiempos de su juventud. Sin más dilación, aquí les dejo mi listado:
15) La Caravana de Oregón (The Covered Wagon, James Cruze)
Simple y llanamente uno de los westerns más importantes de la historia del cine. Una ambiciosa producción en la que James Cruze se propuso narrar las aventuras que tuvieron que sufrir las caravanas de peregrinos en su marcha hacia las prósperas tierras del oeste atravesando desiertos y zonas dominadas por los indios. La idea que había tras este filme era elevar el género del western demostrando que podía dar pie a grandes películas a la altura de las mejores obras de su momento – algo que hoy día nos parece obvio, pero en aquella época no lo era tanto al asociarse a un género de más puro entretenimiento. La estrategia funcionó y se convirtió en uno de los grandes éxitos de taquilla de la época, sirviendo como modelo para otras películas por el estilo que se realizarían en años posteriores e incluso a inicios de la era sonora, como La Gran Jornada (The Big Trail, 1930) de Raoul Walsh.
14) La Maison du Mystère (Alenxandre Volkoff)
1923 fue el año en que se constató definitivamente el enorme poderío visual y la desbordante imaginación de los estudios Albatros, a quienes dedicamos un especial de varias partes hace un año. Para quienes no los conozcan, se trataba de una productora creada en Francia por emigrantes rusos huidos de la Revolución Soviética, que a mediados de los años 20 se hicieron célebres por sus experimentos visuales y su combinación entre filmes abiertamente comerciales y otros más peculiares (en breve veremos uno en este mismo listado).
La Maison du Mystère es un serial hecho a mayor gloria de la gran estrella del estudio, Ivan Mosjoukine, que está inmenso alternando momentos dramáticos, cómicos y otros de pura acción. Pero no se trata de una serie de filmes destinados únicamente a su lucimiento, sino que hay todo tipo de sorpresas que denotan unas ansias de explotar al máximo las posibilidades del cine, destacando con luz propia la escena de la boda narrada íntegramente con sombras chinescas.
13) Rosita, la Cantante Callejera (Rosita, Ernst Lubitsch)
Una de esas películas que nos demuestra que no hay que fiarse de las opiniones que tienen los artistas sobre su propio material. Mary Pickford consideró en alguna ocasión Rosita, la Cantante Callejera como su peor filme, y Ernst Lubitsch tampoco guardaba muy buenos recuerdos al respecto. La realidad es que probablemente estaban condicionados por motivos extracinematográficos para pensar así: en el caso de Lubitsch por ser su primera experiencia trabajando en Hollywood, que fue bastante complicada, y en el de Pickford quizá porque se escapaba por completo del tipo de papeles en que se sentía más cómoda.
Pero lo cierto es que a mí siempre me ha parecido una muy buena comedia con numerosos puntos a su favor: Pickford demuestra que si quería podía desenvolverse perfectamente en papeles más picarescos, Lubitsch aporta su famoso toque personal que ya de por si eleva cualquier película por encima de la media y la dirección artística de William Cameron Menzies recreando la Sevilla antigua es, como era de esperar, una delicia. Así pues, olviden lo que decían la Pickford y Lubitsch sobre el filme y disfruten de esta comedia de ambientación española que seguro que les sorprenderá gratamente.
12) La Saga de Gunnar Hede (Gunnar Hedes Saga, Mauritz Stiller)
Los suecos, que llevan ya años dominando los primeros puestos de estos listados que elabora el Doctor anualmente, siguen dando guerra demostrándonos que fueron una de las más grandes cinematografías de la era muda. Aunque este año el gran Victor Sjöström se ha quedado fuera (El Bajel Trágico (Eld Ombord, 1923) es un muy buen filme pero no entraría entre mis favoritos), su colega/rival Mauritz Stiller le sustituye con una de las muchas sagas que filmó basadas en relatos de Selma Lagerlöf y que culminaría al año siguiente con la obra más célebre de su carrera.
La Saga de Gunnar Hede no es tan épica y esplendorosa como sus grandes películas, pero a cambio tiene todos los ingredientes que nos apasionan de la cinematografía escandinava: una historia de enfrentamientos familiares, secuencias levemente fantasiosas y, claro está, el imponente paisaje sueco fundiéndose con los personajes. Más que recomendable.
11) Le Brasier Ardent (Ivan Mosjoukine)
Volvamos a los estudios Albatros con una de las dos películas que dirigió el actor Ivan Mosjoukine, la gran estrella del estudio: Le Brasier Ardent (1923). Esta es una obra que aún hoy día resulta sorprendente por su estilo peculiarísimo, que descolocó por completo al público de su momento (muchos la recibieron con hostilidad) e inspiró a gente como el futuro director Jean Renoir, que quedó boquiabierto por la inusitada libertad que destilaba el filme.
Nos encontramos ante uno de esos filmes de difícil clasificación, que inicialmente parece una comedia loca con unos pasajes totalmente surrealistas y luego acaba tirando hacia un terreno más dramático, pero dejándonos por el camino algunas secuencias frenéticas como la de un desquiciado baile nocturno con un montaje que sigue resultando apabullante. Quizá Mosjoukine no acaba de redondearla, pero eso se debe a que en lugar de seguir un camino más convencional prefirió ir totalmente por libre, y es eso lo que la convierte en una obra tan valiosa.
10) Sombras (Schatten – Eine nächtliche Halluzination, Arthur Robison)
Por estas fechas nos encontramos ya en los últimos estertores de la breve edad de oro del cine expresionista alemán, pero aún estaban por llegar los últimos clásicos de este famoso movimiento. Entre ellos se encuentra esta rareza: Sombras (Schatten – Eine nächtliche Halluzination, 1923), filmada por Arthur Robison, director de origen norteamericano pero que hizo su carrera mayormente en Europa. Se trata del segundo proyecto producido por Albin Grau, ese curiosísimo personaje que fue el gran propulsor de Nosferatu (1922) y que quería crear una productora que realizara filmes sobre ocultismo… aunque a la práctica se quedó en estas dos películas.
Sombras no apuesta por el terror como su anterior producción, pero no deja de ser inquietante a su manera, ya que nos explica lo que se oculta tras las apariencias engañosas que son visibles a nuestro mundo. De esta forma las sombras a las que alude el título son un reflejo de lo que en realidad los personajes están ocultando y que un misterioso artista ambulante sacará a la luz mediante una representación de sombras chinescas. Como último detalle a mencionar, la historia está explicada íntegramente sin rótulos.
Seguimos con el expresionismo, en este caso con la segunda gran obra de Robert Wiene, realizador de la célebre El Gabinete del Doctor Caligari (1920). Nos encontramos ante un encargo que le hizo el Teatro de Arte de Moscú de Stanislavski, que quería realizar una adaptación cinematográfica del clásico Crimen y Castigo de Dostoievski y decidió encomendar la tarea a uno de los realizadores expresionistas por excelencia.
El resultado es un filme que contradice la acusación de que Wiene sea un «one hit wonder», ya que aquí conjuga a la perfección la estética expresionista con el opresivo relato de Dostoievski, pero en un estilo diferente al de su obra más famosa, adaptándose al material de base. La película es tenebrosa e inquietante, y si no ha trascendido más en mi opinión es porque no circula una copia a buena calidad que le permita hacerle justicia. Ojalá algún día se restaure y podamos disfrutar de ella como merece.
8) El Carrusel de la Vida (Merry-Go-Round, Rupert Julian & Erich von Stroheim)
Aquí es donde el grandísimo director Erich von Stroheim va convirtiéndose en la primera gran figura maldita de Hollywood, cuando sus ambiciosos y costosos proyectos van más allá de discusiones con los estudios en que trabaja o recortes en la fase de montaje y le cuestan directamente su trabajo. El Carrusel de la Vida (1923) fue concebida inicialmente como una ambiciosa película con una lujosa y cuidada ambientación en la línea de su anterior Esposas Frívolas (Foolish Wives, 1922)… pero aquí el estudio no quiso repetir tan traumática experiencia y le expulsó a las pocas semanas de rodaje.
Que pese a ello el resultado final tenga sus clarísimas marcas de estilo, aun habiendo filmado la mayor parte de la película Rupert Julian, es una muestra de su enorme personalidad y de lo cuidadosamente que planificó el proyecto desde el inicio. Este drama ambientado en Viena, que destaca por sus magníficos decorados del Prater, incluye las dosis de decadencia, hipocresía, cinismo y redención que esperaríamos del cine de Stroheim. Nos queda preguntarnos a qué niveles habría llegado la película de haberla completado él tal y como tenía en mente, pero el resultado final sigue siendo magnífico.
7) La Antigua Ley (Das alte Gesetz, E.A. Dupont)
Rayos, ¡seguimos con más alemanes! Pero, qué quieren. La Alemania de los años 20 es uno de los más grandes periodos cinematográficos de la historia. No obstante en esta ocasión nos alejamos del expresionismo y de la opinión tan preconcebida de que el cine que se hacía allá correspondía siempre a ese movimiento. La Antigua Ley (1923) es un maravilloso melodrama sobre la problemática entre seguir la vocación personal y romper con los vínculos familiares, sobre el choque entre tradición y modernidad.
Ambientada en un ghetto judío del siglo XIX, tiene como protagonista al hijo de un rabino que, en lugar de seguir la vocación respetable de su padre, quiere convertirse en actor y por ello decide abandonar su hogar. Maravillosamente filmada por parte de Dupont (yo la prefiero a su mucho más célebre Varieté (1925)) y con un Ernst Deutsch sensacional en el papel principal.
6) La Ley de la Hospitalidad (Buster Keaton y John G. Blystone)
El primer gran largometraje de ese genio del séptimo arte llamado Buster Keaton. Curiosamente creo que de entre sus grandes películas La Ley de la Hospitalidad es quizá la más infravalorada u olvidada. Ciertamente no está a la altura de sus obras cumbre, pero sí que creo que vendría inmediatamente después. O como mínimo debería resaltarse más por ser su primer largometraje con cara y ojos, no basado en varias historias que podían funcionar por separado como era el caso de la divertida Las Tres Edades (Three Ages), también estrenada este año.
Ciertamente, aquí tenemos todo lo que hace de Keaton un gran cineasta: una premisa hilarante (la familia de la chica a la que Buster pretende quiere matarle por una vieja enemistad entre clanes, pero no pueden hacerlo mientras él sea un invitado en su casa para respetar las estrictas normas de hospitalidad), una serie de gags elaborados con precisión milimétrica, varios stunts impresionantes (toda la secuencia del río), su pasión por las máquinas (toda la secuencia del tren) y, no menos importante, una gran preocupación por la ambientación de época. Todo ello lo llevaría a su máxima expresión en El Maquinista de la General (The General, 1926), pero aquí ya demostró ser uno de los grandes.
5) La Sonriente Madame Beudet (La Souriante Madame Beudet, Germaine Dulac)
Germaine Dulac es una de las muchas cineastas francesas de influencia vanguardista que empezó a hacerse notar en esos años, y también una de las más destacadas. Aunque no es una de sus obras más conocidas, en La Sonriente Madame Beudet lograría algo insólito: filmar uno de los mayores y más sensibles alegatos feministas que he visto en menos de una hora de duración.
La historia de esa ama de casa burguesa aburrida de un marido vulgar que no comparte sus inquietudes sigue siendo tan vigente en su época como hoy día. Además Dulac se sirve de algunos recursos más típicos del cine vanguardista para transmitir la necesidad de evasión de la protagonista o la repulsión que le transmite su esposo. Su final tan realista y acorde con el personaje les hará un nudo en la garganta.
4) Coeur Fidèle (Jean Epstein)
Pocas cosas hay más maravillosas que el cine mudo de Jean Epstein. El realizador francés tenía esa capacidad propia de los grandes de la era silente de saber exprimir las posibilidades visuales del medio, de utilizar la imagen ante todo como medio expresivo y de dar rienda suelta a su imaginación.
Aquí nos explica una historia típicamente melodramática que combina un trabajo de ambientación muy cuidado y realista de Marsella con todo tipo de experimentos de montaje y movimientos de cámara que lo alinean a las vanguardias de la época, ofreciéndonos de esta manera lo mejor de ambas tendencias. Un auténtico goce para los ojos.
3) Una Mujer de París (A Woman from Paris, Charles Chaplin)
Imagínense la gracia que les debió hacer a los socios de la United Artists cuando el primer filme que realizó allá uno de sus principales fundadores, un Charles Chaplin recién liberado de su contrato con su anterior estudio, fue una película que ni era una comedia ni contaba con él de protagonista. Efectivamente, lo primero que hizo el genial cineasta en esas circunstancias fue aprovechar esa libertad para llevar a cabo un proyecto personal que le permitiera demostrar que era un grandísimo cineasta más allá de sus famosas comedias interpretando al célebre vagabundo.
Realmente no había nada que demostrar, por todos era sabido ya entonces que era uno de los más grandes, pero en todo caso es de agradecer que Chaplin se lanzara a este proyecto tan diferente a sus filmes habituales. Una Mujer de París es un drama sensacional, exquisito y lleno de pequeños detalles sutiles de los que estoy seguro que Ernst Lubitsch tomó buena nota para futuras películas. Si no fuera porque sus siguientes comedias siguiendo ya el camino habitual resultaron ser también magistrales uno no podría dejar de preguntarse cómo habría sido la carrera de Chaplin de haber decidido seguir por este sendero…
2) El Hombre Mosca (Safety Last!, Fred C. Newmeyer y Sam Taylor)
Palabras mayores. Una de las obras cumbre de la comedia con una de las mejores y más icónicas escenas que se han hecho dentro del género. Harold Lloyd se desmarcó aquí con una absoluta obra maestra, en que demostró cómo tras tantos años trabajando en innumerables cortometrajes había llegado a dominar los mecanismos del humor como muy pocos contemporáneos suyos (¡y posteriores!) lo lograrían.
En El Hombre Mosca de nuevo tenemos al chico con gafas que no desea más que ascender y lograr cierta estabilidad laboral para poder casarse con la mujer de la que está enamorado. Poco puede imaginar que ese ascenso tendrá que ser literal, escalando la fachada de un rascacielos. Aunque toda la película es sensacional, cabe reconocer que la célebre secuencia es un auténtico tour de force en que consigue que humor y suspense funcionen perfectamente entrelazados. Esencial.
1) La Rueda (La Roue, Abel Gance)
Aquellos de ustedes que sean visitantes habituales de este rincón silente seguramente ya se imaginaban cuál iba a ser el número uno de este listado. De hecho este mismo año ya le dediqué un doble post especial a La Rueda de Abel Gance en que reconocí abiertamente que es una de mis películas favoritas, y no me refiero solo de la era muda. Aunque la obra más célebre de Monsieur Gance es la también magistral y monumental Napoleón (1927), para mí La Rueda contiene todo lo que me gusta de su filme más famoso pero con un trasfondo sentimental extra que le da una belleza muy particular.
Esta ambiciosa película de siete horas – que además recientemente hemos podido disfrutar por fin con una preciosa restauración – nos narra un clásico melodrama que involucra a tres personajes en un delicado conflicto sentimental, pero que si destaca sobre todo es por todos sus logros visuales en combinación con su extrema sensibilidad. En el primer apartado, La Rueda es directamente una de las obras más avanzadas a su época de la era muda, con innovaciones de montaje que luego seguirían docenas de cineastas vanguardistas y un despliegue visual apabullante. Parece como si Gance quisiera literalmente utilizar todos los recursos expresivos del cine e inventarse otros por el camino.
A nivel de contenido, si bien el melodrama tiene ese tono trágico y grandilocuente tan típico suyo, yo creo que rebosa una sensibilidad muy honesta, quizá fruto de las circunstancias en que se filmó (su mujer estaba gravemente enferma durante el rodaje y murió en la fase de montaje). Esta combinación de elementos hacen de La Rueda una de las obras más bellas de la historia del cine y en mi opinión una de las grandes obras maestras de todos los tiempos.
























